6. Oh. Mierda. (Gay/Yaoi)

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"Son los momentos vivíos,
vivencias que están presentes
vivencias que están presentes,
¿Cómo te puedo contar
lo que mi corazón siente?"

La gente gritó un "Olé" a coro acompañado de risas. El final de una sevillana siempre llenaba de alegría a los presentes. Ese era el caso de mi amiga y yo, que después de inventarnos los pasos de la cuarta levantamos las manos sin saber que había que hacerlo.

-¿Vamos ya a por la fanta pa'l vodka?-me preguntó

-Anda, vamos que si no nos dan las uvas-le señalé el camino hacia la tienda donde la vendían

Me cogió del brazo y empezamos a andar súper felices. Era Jueves de Romería, una excusa para romper la rutina con un gran botellón y saludar a los que llevabas tiempo sin ver. No porque no quisieras verlos, sino porque Segundo de Bachillerato no te dejaba. El ambiente de alegría se olía por encima de todos, así me sentía yo, alegre... espera. Mi cabeza, mi cuerpo, de repente se siente... extraño. Medité sobre que podía ser, me dolía el pecho, era como si corazón me estuviera gritando. Me giré y hallé la respuesta... una respuesta que sabía que era imposible.

Él me observaba y ahora, yo a él. Sentí lo que sólo él me hacía sentir, un corazón descontrolado, un sentimiento que llenaba tanto que nada más importaba. Pero... aparté la mirada, no podía ser, él no vivía allí... ¿qué hacía allí? Volví a buscarle con la mirada en busca de respuesta y... ¿sabéis lo que me encontré? Un chico asustado yéndose lo más rápido posible. Nunca supe si era él o no... pero sé que se fue al verme, tenía que haberme tomado esa reacción como indirecta, no buscarle entre la gente todo lo que quedaba de noche...

-Andrés, ¿estás bien?-me preguntó mi amiga extrañada

-Sí, no es nah, sólo que he visto a uno que me ha recordado mucho a... a alguien-no podía mirarla a los ojos, sabía que me estaría matando con ellos por no poder olvidarle. Pero esa era la realidad, no podía olvidarle quisiera o no. Volver a verlo y recordar que era así hacia que dentro de mi surgiera una gran apatía.

-Seguro que no es él-me dijo con un gran enfado

-¿Y sí...?

-¡Andrés!¡Quieres olvidarlo de una puta vez!-me gritó con los ojos abiertos de par en par y con aires de dictador. Era normal que el tema le fastidiara tanto, llevaba casi tres años con un sentimiento que no se iba y tampoco se podía disfrutar. Ella era mi amiga y quería lo mejor para mí... pero aunque no quisiera, él era mi primer pensamiento y mi último de cada día.

-Vale...

Fuimos a comprar las bebidas. Ese sentimiento de alegría que hacía que quisiera abrazar a todo el mundo se había esfumado, ahora quería matarlos sin piedad, me preguntaba por qué aún no lo olvidaba y si no era él... por qué había creído que lo era. Todo me daba vueltas y todo era por su culpa, él único que me hacía delirar y no ser el racional que era siempre. Era duro, muy duro, cada vez que andaba notaba que el corazón me pesaba cada más y más, era como si arrastra unas cadenas de toneladas de peso. Un amor imposible y la culpa de no olvidarlo me quitaban las ganas de todo. No sabía ya que quería hacer, sólo me apetecía dormir y despertarme en un mundo donde quererlo tuviera sentido, pero seguramente en ninguno lo tendría...

-¡Andrés!¡¿Me estás escuchando?!-me dio un ligero empujón mi amiga

-Sí, que la tía esa es muy zorra

-Pues sí, porque es que tirarse a dos en una fiesta, dios mío...

Continuó contando los cotilleos del pueblo, normalmente me mostraba cien por cien interesados en ellos pero ahora mi mente sólo pensaba en él, imaginándose que en verdad había venido por mí, que en verdad me quería... porque aunque me digan lo que quiera esa mirada significaba algo. Lo malo es que no podía comprobar que era él... lo único que podía confirmar era que aunque me quisiera o no, había huido porque nunca va a hacer frente a algún sentimiento relacionado conmigo.

Llegamos a la Plaza de Bastos, en el pueblo se podía hacer botellón en casi todos los sitios los días de fiesta pero, la gente joven a donde iba era allí. Nos juntábamos todos los adolescentes del pueblo en un cuadrado y apretujados hablábamos y hablábamos sin parar. Lo mejor era darte vueltas y vueltas, encontrabas hasta las personas más insospechadas. Pero... pero eso no me animaba, ese año no. Sólo veía gente riendo cuando yo lloraba por dentro y cada copa hacía que fuera más difícil llevar la carga. Notaba como me aguantaba las lágrimas para no caer en el drama pero... eran ya tres años sufriendo que quemaban por dentro. Decían que el amor duraba tres años... yo me rió en su cara.

Entonces, lo vi, no era él. Era uno de mi clase que se tiraba las horas tirándome los tejos. Era muy difícil encontrar un gay en el pueblo, así que cuando un gay encontraba a otro lo típico era tirarse los trastos en seguida pero... conmigo no funcionaba... yo estaba enamorado. Pero esa noche estaba harto, harto de esperar a alguien que nunca iba a venir a por mí, harto de amar sin ser correspondido. Me bebí lo que me quedaba del vaso de un trago y fui directo a por el, hoy me distraía como me llamaba Andrés.

-Andrés-me cogió mi amiga el brazo-¿qué haces?

La miré, mi decía mediante la mirada que mañana me iba a arrepentir de eso, que no lo hiciera.

-No lo olvido y no está. Tendré que aprovechar que estoy soltero por su culpa, ¿no?-me separé de ella

-Olvidale-me ordenó

-Después de esta noche te digo si lo he hecho

Saludé al muchacho que quería una noche alocada conmigo o todo lo que le pidiese. Poco a poco empecé a tirarle la caña, él a mí, yo a él... era como un partido de tenis sólo que en vez de pelotas, eran cañas. A la media hora de eso, estábamos en su piso comiéndonos a besos. Mis padres se habían ido de fiesta y no volverían hasta altas horas de la noche, yo mientras me iba a pegar mi propia fiesta en casa. Los besos incitaban a más besos, las caricias, a más caricias. Sus besos no eran sus besos y sus caricias no eran las suyas, pero a mí me servían. No dejaba de pensar en el aunque me estuviera fundiendo con otra persona. A veces su nombre venía como grito de auxilio para que no lo hiciera pero él no estaba ahí para pararme y por eso, iba a seguir haciéndolo.

Le quité la camiseta con una sonrisa pícara, él estaba dando sentido a todo el tiempo que había malgastado en intentar conquistarme, yo estaba dando sentido a tanto dolor. Mi corazón necesitaba un respiro, necesitaba un poco de juego sólo para recordar que puede ser querido, sabía que no era su amor y que eso me mataba pero... la vida es así, la felicidad es puro cuento y hay que adaptarse a lo que hay.

Bajó entre besos por todo mi cuerpo hasta llegar al lugar prohibido. Respiré hondo al notar que me nivel de lujuria se elevaba consideradamente. Miraba al techo, si veía que no era él seguramente hacía que gozara menos. Sé que es incómodo tener un momento tan... placentero con una persona pensando en otra, pero yo no tengo la culpa de no poder olvidarlo. Él volvió a mi boca, besándome con unos labios que no quería pero... me conformaba. Era mi turno, imité su actitud aunque no era su cuerpo el que quería comerme a besos pero... entonces...

-¡¿Se puede saber qué pasa aquí?!-gritó mi padre enfurecido

Oh. Mierda.

Relatos homosexuales.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora