II

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-Muchas gracias por visitarnos.- Luhan intentó hacer su sonrisa un poco más grande sin mucho éxito.

La pareja ricachona que entró al lugar le hizo una desinteresada reverencia mientras ocupaban la mesa reservada, sólo cuando estuvieron lejos largó un profundo suspiro, estaba agotado. Sabía que la mayoría de estas personas respondía a sus saludos porque sabían que era el hijo del dueño del restaurante, si fuera un simple empleado común lo ignorarían. Intentó arreglar el horroroso chaleco dorado que era parte del uniforme obligatorio, sentía que le quedaba pequeño, pero tal vez la sofocación era mental. A decir verdad, se estaba asfixiando dentro de ese sitio.

-¿Ese es el hijo de Lu Zhao Fo?- Susurró una joven muchacha a otra cuando pasaba cerca hacia la recepción.

-Al parecer sí.- Respondió la compañera en el mismo tono, aunque lo que hablaban no pasaba para nada desapercibido, sobre todo porque sus miradas estaban clavadas en él. -Lo vi cuando entramos, su gafete dice "gerente", debe ser él.

-Es muy lindo.

Se le pusieron los pelos de punta.

-No es mi estilo, su apariencia en muy femenina.

Ahora hizo un mohín infantil con los labios. Ahí iban de nuevo.

-Pues, no me importaría coquetear un poco con él.

-Es incluso más lindo que tú y yo juntas.

Las chicas se rieron y Luhan frunció el ceño. Otra vez los odiosos comentarios sobre su apariencia, ¿no podían si quiera guardárselos hasta que estuviera fuera de la escena? Se apoyó sobre el mostrador repleto de malhumor. Sabía que el tipo que su padre había contratado para ayudarlo a aprender el negocio (o más bien vigilarlo) estaba a su izquierda, tomando nota de todo. Lo vio de soslayo, sus ojos afilados estaban llenos de censura y se irguió al instante, pintando una sonrisa amable otra vez, la misma que llevaba pegada desde que habían abierto hace una semana. El hombre anotó algo en una libreta y se retiró, Luhan volvió a suspirar con cansancio.

Tras los ventanales del frente, vio las nubes grises que cubrían el cielo.

-Volverá a llover.

Recordó al chico que había recogido la última vez y del cual todavía no recordaba su nombre, y el pecho se le estrujó. Era tonto teniendo en cuenta que apenas se conocían, pero se preguntaba cómo estaría en esos momentos. ¿Habría recobrado el ánimo? ¿Se habría enfermado?

-¿Tiene reservación?

-¿Se necesita una para entrar si quiera?

-Tendremos que pedirle que se retire si no tiene una, señor.

El ajetreo lo sacó del ensimismamiento. En la entrada estaban intentando echar al mismo joven que en esos momentos invadía su cabeza. De tanto pensarlo, al final sí que acabó atrayéndolo. Salió de donde estaba y fue con ellos antes de que las cosas se tornaran aún más problemáticas.

-¿Qué ocurre aquí?- Intentó sonar autoritario, pero sólo fue demasiado suave. Rayos.

Los dos meseros que intentaban sacarlo a la rastra mientras el otro forcejeaba, lo dejaron de lado un segundo para hacerle una reverencia entre varias disculpas.

-Este muchacho quería entrar sin una reservación, señor.

-¿Hay mesas disponibles?

Uno de ellos titubeó. -Sí.

-¿Cuál es el problema entonces? Si quiere consumir, déjenlo hacerlo.

Los meseros se miraron entre sí poco convencidos, como si no estuvieran del todo de acuerdo con su lógica.

Arrebol (HunHan)Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon