Capitulo 37

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—¡SONIA! —nadie contesta—. No te muevas de aquí —le digo a Laura, que asiente, asustada. Saco rápidamente mi arma y de un fuerte empujón abro la puerta—. ¡SONIA! —grito y entro en la casa. Camino nervioso por el pasillo. Tengo miedo de lo que me pueda encontrar. Estoy muy preocupado por mi hermana. Todo está patas arriba. Da la sensación de que una manada de elefantes hubiera pasado por aquí. No hay sangre ni rastro de Sonia. Cuando compruebo que la casa está vacía saco mi teléfono del pantalón. Marco su número y rezo para que me lo coja. Quiero agarrarme a la esperanza de que no estuviera en casa cuando vinieron. No contesta. Repito la misma acción más de diez veces y con cada una de ellas el mundo se me viene encima—. ¡VAMOSSS! ¡COGE EL PUTO TELÉFONOOO! —grito histérico y cada vez más desesperado. Comienzo a hiperventilar. Si la tiene el Carnicero estoy seguro de que la utilizará para vengarse de mí y después acabará con su vida. Quiero despertar de esta pesadilla. Laura entra en ese momento y se queda mirándolo todo con las manos en la boca.

—Dios mío. ¿Qué ha pasado aquí? —clava sus ojos en mí—. ¿Álex? ¿Y Sonia? —hay preocupación en su rostro. No contesto. Mi corazón bombea con fuerza en mis oídos. Tengo una gran sensación de pérdida—. Álex... —viene hacia mí y pone una de sus manos en mi pecho. El contacto de su piel con la mía hace que todo se vuelva más real. La creencia de pesadilla desaparece y comienzo a pensar con más claridad. Marco el número de la comisaría. Estoy tan alterado que tengo que intentarlo varias veces porque no lo consigo a la primera. Las cámaras del banco que tengo enfrente de casa seguro que han captado algo y necesito tener acceso a las imágenes. Mientras hablo con uno de los agentes oigo sonar el teléfono de Laura. Contesta y entra a una de las habitaciones para no molestarme mientras habla. Anoto las claves de acceso a la cámara y cuelgo. Pongo las manos sobre una de las mesas y me apoyo en ella. La angustia me vuelve a bloquear. Los brazos de Laura rodean mi cintura en ese momento y noto su pecho pegado a mi espalda.

—Tengo buenas noticias para ti —me dice, y me ofendo. ¿Cómo cojones puede hablar de algo así en un momento como este?

—¿Te estás riendo de mí? —contesto, furioso, y la aparto.

—Nunca me reiría de ti, musculitos —sonríe ampliamente y me descoloca.

—¿Se puede saber a qué coño estás jugando?

—Sonia está bien —dice como si nada. Mis ojos se agrandan y la miro atento—. Está con mi amigo Miguel Ángel en la puerta de mi casa.

—¿Qué? —mis piernas comienzan a temblar.

—Parece que Sonia se ha enterado de que Miki y yo nos conocemos y le ha pedido que la lleve a casa para hablar conmigo, y al ver que no me encontraba allí me ha llamado para ver dónde estaba. Le he contado lo ocurrido, espero que no te importe.

—¿¡Qué!? —trago saliva. No sé si reír o llorar. La situación me supera. Hay demasiados sentimientos contradictorios en mi cabeza. Abrazaría y golpearía a esos dos cabrones en este mismo momento. Pero estoy tan feliz de que Sonia esté bien que lo único que quiero es verla para asegurarme de que es cierto—. Vamos con ellos —camino deprisa y Laura me sigue. Tengo que poner a salvo a mi hermana como sea. Ya me encargaré del destrozo después.

—¿Sabes que puede querer tu hermana? —pregunta intranquila mientras sube al coche. Debe de estar dándole vueltas—. ¿Por qué querría hablar conmigo?

—Puedo hacerme una idea —respondo mientras me abrocho el cinturón.

—Joder, pues dímelo —se abrocha el suyo.

—Está empeñada en buscarme pareja —hay silencio durante unos segundos.

—Em... —se queda pensativa—. Álex —llama mi atención—, ¿qué está pasando entre nosotros? —me tenso.

El tormento de Álex - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora