Yo nunca, nunca, pero nunca...

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-Bueno- comienzo incómodo-Es aquí.

Supongo que sería más teatral decir: "¡Hemos llegado!" con una sonrisa de oreja a oreja y ponerse a bailar y a saltar como un imbécil, pero esto es lo máximo que puedo hacer. Sobre todo considerando que Chris me mira como si estuviera a punto de asesinarme en cualquier momento. Si las miradas mataran, yo ya estaría enterrado a seis pies y bajo una estúpida lápida de roca gris. Chris se cruza de brazos y me mira con suspicacia e irritación. Sonrío para aliviar la tensión, pero todo lo que logro es que su mirada me fulmine aún más.

-¿En serio?- pregunta incrédulo- ¿Aquí?

-Bueno...sí- digo mirándome los pies.

Frente a nosotros, se extiende una masa de yuyos cubiertos de rocío. Entre ellos se alza la casa. Así la llamo yo, "la casa". Aunque en realidad, no creo que sea una casa. Es más bien una mansión, o algo por el estilo. No sabría decirles, porque no sé de mansiones tanto como me gustaría. Me abro paso entre los pastos que me llegan a la rodilla hasta que llego a la alta puerta de madera rancia. El desvencijado cartel de "se vende" sigue colgando de ella. Ha estado allí desde que tengo memoria. No sé para qué, porque es obvio que nadie va a comprarla. En parte, porque pocos en este pueblo tienen los fondos como para comprar semejante casa y en parte porque, aunque pudieran milagrosamente comprarla,no tendrían el resto ni la paciencia para todas las modificaciones necesarias para hacerla habitable. Se ve a claras que nadie vivió allí hace varios años. La oscura pintura se cae a pedazos y al techo le faltan unas cuantas tejas. Todas las ventanas de vidrio tienen un par de agujeros de cascotes. Las plantas trepadoras se enredan por sobre sus paredes, y trozos de rejas y balcones caídos se dejan ver por doquier. Es absolutamente espeluznante. Del tipo que pude utilizarse sin ningún problema para una película de terror. Pero hay algo en ella que se me hace cómodo y familiar. Como si fuera mi refugio, mi lugar. En algún punto lo es. He dormido ahí más veces de las que puedo contar. Hace tiempo que no venía por aquí. Es como si me reecontrara con un viejo amigo. Se me hace muy extraño. Desde la última vez que nos vimos, me han pasado tantas cosas. He cambiado tanto, he sobrevivido a tanto. Pero ella... ella siempre está igual. En el mismo lugar, con el mismo aspecto. Con las mismas enredaderas sobre sus paredes y con los mismos vidrios rotos en las ventanas. Me pregunto cómo sería ser así. Siempre igual, constante, sin cambiar nunca. Sabiendo que la persona que eres hoy, es la misma que fuiste ayer, y la que serás mañana. Sin arrepentimientos, ni nostalgias. Sin anhelar una parte de ti que la vida y los problemas te arrebataron. Sería cómodo, seguro. Y también imposible. El cambio es parte de nuestro mundo, es parte de nosotros. Es parte de la vida. La vida sólo es constante porque nunca deja de cambiar.

-¿Qué es esto?- pregunta, pero suena más como una exclamación que como una pregunta.

-Bueno, es una casa- respondo con calma.

-Es demasiado grande para ser una casa.

-Es una casa muy grande.

Chris suspira sin apartar sus ojos de mí.

-No podemos entrar así como así a una propiedad- exclama, con la confusión aún presente en su voz.

-Claro que podemos. Nadie ha vivido aquí en años, y no hay nadie que la vigile- digo con tranquilidad- No es como si alguien fuera a echarnos.

-¿Cómo sabes que no?- me pregunta.

-Porque sí- le digo-Porque ya he entrado cientos de veces. Vamos, ven aquí.

-¡No voy a pasar por entre medio de ese yuyerío!- me grita sin moverse- Puede haber toda clase de bichos ahí. Puede haber serpientes. Le tengo fobia a las serpientes.

No me dejes ir...  //  #NewStarsAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora