Como amigos, ¿verdad?

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Ya pasaron veinte minutos desde la hora en que, si el profesor tuviera el mínimo grado de responsabilidad esperable, tendría que estar aquí. Los alumnos arman un revuelo, como si esto fuera una gran noticia feliz. Como si en esa hora libre de tiempo fueran a hacer algo que realmente valiera la pena. Odio las horas libres. No sé bien por qué. Pero soy un idiota que odia todo, es mi carácter, y siento que si quiero ser fiel a mí mismo y a mi personalidad, estoy obligado a odiar las horas libres también.

Algunos de mis compañeros salen corriendo a vagar por los pasillos de la escuela, otros sacan libros y se disponen a estudiar para el examen de la hora siguiente. Unos cuantos se quedan sin hacer nada en particular, malgastando el tiempo como completos idiotas. Chris y yo decidimos unirnos a este último grupo y no nos movemos de nuestros asientos, haciendo que el silencio incómodo reine. Intentamos no hablar del tema, a pesar de que ambos nos estamos muriendo por tocarlo y sabemos muy bien que el otro se siente de la misma manera. Chris saca un paquete de chicles de menta del bolsillo interno de su mochila y me lo ofrece, pero rehúso con la cabeza. Él se encoge de hombros, desenvuelve uno y se lo mete en la boca. Intento con todas mis fuerzas no mirar en su dirección pero inconscientemente lo hago y el movimiento lento y constante de sus mandíbulas al masticar hace revolver mi cerebro. Sacudo la cabeza como para ahuyentar el sentimiento y me remuevo incómodo en mi silla. Chris se vuelve a mirar la ventana.

-Está bastante nublado-comenta- Parece que va a llover.

No voy a mentir, la idea me emociona. Sé que es raro, pero la lluvia siempre me hace sentir mejor. Es decir, es agua cayendo del maldito cielo. ¿Qué puede ser más genial?

Sin embargo, no dejo entrever ni un ápice de mi alegría. Me encojo de hombros con la expresión más fría que mi corazón me permite. Él deja caer la caja de chicles y se gira completamente para mirarme con intensidad. Me preparo mentalmente pues lo conozco lo suficiente como para saber que está por decirme algo en serio. Muy en serio.

-Mira ya me cansaste con tu actitud enfurruñada- declara con suavidad- No tienes que ponerte así. No voy a estar con Alvin. No me gusta. No así.

Levanto la mirada con lentitud para que coincida con sus ojos.

-¿En serio?

Él asiente con una sonrisa.

-No es ni de lejos lo suficientemente idiota para ser mi tipo- me dice en voz baja.

-¿Qué hay de mí?¿Tengo yo la suficiente idiotez?- pregunto siguiéndole el juego.

-Por supuesto. Tú hasta tienes de sobra- replica burlón.

Sonrío mirando mis pies.

-Lo que dije ayer es cierto, Patrick. Aunque no pueda estar contigo, me gustas-me dice, esta vez evitando mi mirada- Y eso no va a cambiar porque un chico me hable o me escriba una... muy bien intencionada carta.

Sonrío. Es extraño. Nos pasamos tanto tiempo fingiendo que lo de ayer no fue nada, que cuando recordamos que fue todo, no podemos hacer otra cosa que descolocarnos.

-Lo sé-digo tenso. Aunque no sé muy bien qué hacer en esta situación. Ojalá existieran tutoriales para esta clase de situaciones. Algo del estilo "cómo no hacer un ridículo total cuando la persona que te gusta muchísimo admite que le gustas muchísimo sabiendo que te gusta muchísimo y aún así no puedes estar con él porque eres un estúpido suicida que hiere a todos a su alrededor y hay un estúpido chico con nombre de roedor que amenaza con quitártelo" Aunque sospecho que ese video sería para un público muy reducido. Sí tuviera más de una vista, de seguro me desmayaría.

Y luego volvemos a quedarnos en absoluto silencio. Al cabo de un momento, lo rompo. Porque no me gusta el silencio. Jamás me gustó. Quizá se debe a que tengo demasiado ruido dentro de mí mismo como para ser capaz de disfrutarlo. Como sea. En este caso, murmuro.

No me dejes ir...  //  #NewStarsAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora