— ¡Mira lo que hiciste! — Gritó mientras se levantaba de la mesa para no seguir mojándose y llamando la atención de los estudiantes que estaban en la cafetería—. ¿Es qué no te cansas de arruinar todo lo que tocas? ¿No te cansas de arruinarme a mí, de hacerme la vida imposible? Porque eso es todo lo que haces, Camila y me tienes cansada, harta.

— Fue un accidente— traté de disculparme, pero ella negó enojada.

— Tu eres un accidente. Que te metieras en mi vida fue una desgracia y tener que soportarte todos los días aquí y en las reuniones de nuestras familias es una maldición.

El pecho de Lauren subía y bajaba rápidamente, tenía la cara roja y el ceño fruncido, más cuando se dio cuenta de que yo estaba llorando, que lo hacía por impotencia.

— Vete a la mierda— le dije, pasando por su lado y chocando su hombro con el mío para salir de la cafetería, bajo la mirada de todos los estudiantes que veían la escena.

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LAUREN

Camila Cabello: facciones definidas, mandíbula marcada, labios finos, ojos color marrón, cabello castaño y largo con ondas naturales, de contextura delgada con curvas en los lugares correctos, con un abdomen bastante definido por las sesiones de gimnasio a las que íbamos juntas, de piernas delgadas, largas y delicadas. Con una mente brillante e inteligente, capaz de resolver problemas matemáticos complicados en cosa de segundos y de analizar un texto que recién lee, llena de preguntas sobre la vida. Una elocuencia y un carisma que te hace querer escucharla hablar durante todo el día, observar cada detalle que la compone o simplemente estar de pie a su lado. Con el don de dar buenos consejos y ser buena escuchando, honesta y al grano. Creída y mimada cuando se lo propone, pero humilde y amable por naturaleza; llena de cualidades como su maravillosa mente y de defectos como querer controlar todo a su alrededor, llena de manías y costumbres que podían ser raras y hasta molestas, pero que eran parte de ella y la hacían quién era. Todas esas cosas que la conformaban y me enamoraban cada día que pasaba, desde su obsesión con las estrellas hasta su manía de pasarme los pies por mis piernas cuando tenía frío y dormíamos juntas.

Eran sus imperfecciones lo que la hacían perfecta para mí.

— ¿Está todo bien, cariño? — Salté del susto que me causó la voz de papá sacándome de mi trance y haciendo que él riera levemente.

— Sabes que no— respondí con la voz de niña que siempre me salía si se trataba de él con quien hablaba. Él entró a mi habitación y se sentó en el borde de mi cama, con la espalda en el respaldo, yo coloqué mi cabeza en su hombro y él pasó su brazo por encima de los míos.

— Vamos a encontrarla, lo prometo— murmuró contra mi cabello, en donde dejó un beso.

— La extraño, papá. Estoy tan acostumbrada a estar siempre con ella, a tenerla cerca... ahora llevo diez días sin verla y siento que no puedo más, siento que cada día estoy muriendo. — Pasé mi brazo alrededor de su cintura, abrazándolo. Un abrazo que había necesitado, más después de que las chicas no contestaran mis llamadas por lo que pasó hace dos días y por no poder salir de casa por órdenes de mi mamá, aunque más que todo por no tener noticias nuevas de Camila.

— Eso, cariño, es estar enamorada— comentó divertido, pasando y su mano derecha por mi cabello dando suaves caricias—. Nunca creí que de verdad ustedes dos estuviesen enamoradas, ¿sabes? Todo pasó tan rápido y confuso que aún me cuesta creerlo. Digo, al principio se llevaban mal y no lo disimulaban, luego parecía que entre los malos tratos esa era su manera de entenderse, y un día las vi besarse, actuar como dos chicas enamoradas; pero luego volvieron a distanciarse y lo siguiente que supe es que estaban realmente enamoradas y comprometidas la una con la otra.

— Tenía miedo— dije—. Tenía miedo de mis sentimientos por Camila, de mis sentimientos por una chica. Tenía miedo del que dirán, de que me juzgaran y más que todo, estaba asustada... Que digo asustada, estaba aterrada de que Camila me lastimara y de terminar con el corazón roto, pero no supe lidiar con ese miedo y fui yo quien terminó lastimándola una y otra vez. Nos llevábamos mal, eso no lo niego, pero yo la trataba de lo peor y sentía que ella era la culpable de esos sentimientos, así que me descargaba con ella.

— El miedo es algo muy normal cuando se trata del amor, tienes miedo de no ser suficiente para esa persona porque te parece el ser más maravilloso del planeta y tú eres un simple mortal, tienes miedo de fallar, de equivocarte y arruinar todo; tienes miedo de exponerte a alguien en tu forma más vulnerable, que no es cuando tienen relaciones sexuales, si no cuando le abres tu mente y le enseñas todos tus sentimientos, tus miedos, tus manías, cuando lo dejas entrar por completo. Pero así como el miedo es un factor, dejarse llevar también lo es, porque en el amor si lo piensas mucho tienes dos posibilidades: la primera es que esa persona se canse de esperar y la segunda es que te arrepientas y nunca hagas nada. Sé por experiencia que el amor es muy bonito, de los mejores sentimientos que puedes experimentar y que te puede llevar al cielo en un segundo, pero así como te puede elevar te puede tirar de golpe al piso cuando menos lo esperas, pero ningún ser humano puede vivir sin amor, así sea amor por sí mismo.

— ¿Estás enamorado de mamá? — Pregunté, sin saber en realidad porqué. Él asintió contra mi cabeza.

— Hay días en los que es difícil tratarla, otros es un paseo, pero con el tiempo aprendes a convivir con ella y a enamorarte cada día de aquellas cosas que la componen, desde sus defectos hasta sus virtudes.

— Te admiro mucho, papá. No cualquiera puede decir eso después de veinte años casado con alguien, y sé que no lo dices por decirlo porque he visto como es su relación, como ustedes se miran con todo el amor del mundo, como aún se tocan y sienten mariposas... es simplemente hermoso y espero poder llegar a tener eso con Camila algún día.

— ¿Ah, ya te imaginas casada y todo con Camila? — Sentí como mis mejillas se colorearon no de rosado, si no de un rojo parecido al de un tomate.

— Desde que la conocí tuve que hacerlo. — Me arrepentí del momento en que esas palabras salieron de mi boca, más toscas de lo que pretendía.

— Lo siento, Lauren— se disculpó, como lo hacía más o menos siempre que hablábamos—. Me volví avaricioso, con ganas de poder y no pensé ni en ti ni en tu madre, solo en mí. Las arrastré a las dos a esta ciudad y te impuse un matrimonio con una chica, aun sabiendo que te gustaban los chicos, no me importó tu felicidad o lo que tú querías, sino lo que yo quería. —Coloqué mi dedo en su boca, para que se callara y dejara de disculparse.

— Te lo he dicho un montón de veces, pero parece que la política te mata las neuronas. — Los dos reímos—. No tienes que disculparte, ¿sí? Al principio estaba enojada contigo por lo que habías hecho, pero ahora estoy feliz de que lo hicieras, sino entonces no habría conocido a Camila. Y si me caso con ella va a ser por amor, no por el contrato.

— Es solo que no puedo evitar...— la vibración de mi teléfono en mi mesa de noche lo interrumpió y salté para contestar, al ver que quien llamaba era Alejandro.

— Hola, Alejandro— contesté lo más casual que tuve, aunque me moría de ganar por decirle '¿sabes algo de Camila?'

— Hola, Lauren. Acaban de avisarnos que Camila utilizó su tarjeta en Colorado. 

gone; camrenWhere stories live. Discover now