Capitulo 32

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Tras escuchar todo lo que Gabriel tenía que decirme, cuelgo.

—Deberías verte la cara —dice Laura—. ¿Pensando en matar a alguien? —ríe.

—No vas desencaminada —silencia su risa al oír mi tono serio.

—¿Qué ocurre? —me presta más atención.

—Erika está en España.

—¿Qué? —sus ojos se agrandan.

—Lo que oyes. Tengo que avisar a César cuanto antes. Es posible que tenga intención de hacerles algo. No se hubiera tomado tantas molestias para nada.

—Dios mío... —pone las manos sobre su rostro.

Marco el número de mi amigo varias veces y no obtengo respuesta.

—Mierda. Debe de tenerlo en silencio.

—¡Corre! ¡Ve a decírselo! —me empuja para que salga de la habitación.

—¿Podrás con todo esto sola?

—Iba a hacerlo desde el principio, no te preocupes. Tienes que informarles —asiento y camino rápido por el pasillo. Tomo las mochilas cuando paso por recepción y una vez que las cargo en el coche conduzco hasta el hospital.

Cuando estoy a punto de entrar a la habitación, veo a César sacando un par de cafés de una máquina expendedora.

—¡Hola, Álex! —dice cuando me ve llegar—. Te estaba esperando. ¿Quieres un café? No es muy bueno, pero calienta el estómago —sonríe, pero su sonrisa se apaga pronto. Frunce el ceño y me mira con más detenimiento—. ¿Pasa algo?

—Sí —digo serio—. Acaban de comunicarme que Erika está en España.

—¿Han conseguido detenerla? —sé que es lo que más desea. Conseguirá relajarse completamente cuando eso ocurra.

—No, amigo. Ha conseguido un pasaporte falso y está oculta en algún lugar. Estáis en peligro —su cara cambia y los cafés caen al suelo.

—No...

—Tranquilo, no voy a dejar que os haga daño.

—No puede ser. No podemos volver a pasar por lo mismo otra vez —mira al vacío.

—César, céntrate —temo que le dé una de sus crisis—. Vamos a arreglarlo todo para que no os pueda localizar.

—¿Cómo? —pregunta, agitado.

—Lo primero es cambiar de domicilio. Ganaremos tiempo así.

—Comenzaré a mirar casas hoy mismo —cambia el peso de una pierna a otra, nervioso, y mira por todas partes.

—Hay que contratar más seguridad mientras estéis aquí.

—¡Contrata un ejército si hace falta! No puede acercarse a Natalia —se pone las manos sobre la cabeza. Está tratando de controlarse.

—Conozco a los mejores para esto. Déjalo en mis manos. ¿De acuerdo?

—Confío plenamente en ti. Sé que lo que hagas será lo correcto —traga saliva—. Álex, Natalia no debe enterarse. Estas noticias en su estado podrían traer graves consecuencias.

—Tranquilo —pongo las manos sobre sus hombros—. Atraparé a esa perra, aunque tenga que dejarme la vida en ello —mira al suelo y siento pena por él. Merecen ser felices después de todo lo que han pasado y no pienso dejar que Erika se interponga.

Le entrego las mochilas y paso a saludar a Natalia.

—Hola, Natalia. ¿Cómo estás hoy?

—Ufff... No lo sé. Todavía tengo la sensación de estar viviendo un sueño —sonríe.

El tormento de Álex - (GRATIS)Where stories live. Discover now