Capítulo 86

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  Hola, ah. Solo recurro a ti porque Mario me lo pidió.
Pasaron dos jodidas semanas, con él todo fue de maravilla. En realidad, solo con él todo fue de maravilla. En lo demás me va para la mierda. En tres días el colegio termina por fin, pero estas semanas fueron las más difíciles del mundo porque todos pensaban que estaba loquita.
A veces me pongo mal porque soy consciente de la enorme mentira que le hice a Mario, él me pregunto más de una vez que sucedía en mi mundo; en mi casa y en mi mente por ejemplo. Pero nunca supe que responderle con sinceridad.

Verán, mis padres están tramitando el divorcio, y cuando me entere no fue algo que me destruyó. Me dio igual mientras mis hermanos se lamentaban.
Me sentí una insensible, pero, ¿voy a mentirles? Yo les dije, que hagan lo que se les antoje porque no me interesa. Y en parte es cierto. Como que... el divorcio es algo que... tendría que ponerme mal, mis padres separados y tendré que turnar mi tiempo para pasar tiempo con alguno o no sé. Pero me da igual porque hace meses que nada es igual, pienso que fue lo mejor porque llegue a pensar que se odiaban.
Pero eso ni Peter ni Selene comprenden, yo quisiera sentir lo de ellos, ese... dolor... pero no puedo.

Soy un monstruo.

Luego mi hermana por alguna extraña razón esta diferente conmigo, bueno, con todo el mundo. Cortó con James porque le dijo que necesita tiempo, fue inesperado. Y nada, pienso que es una estúpida, me cansé de preguntarle por qué esta así pero me corre de su habitación al igual que a mamá.
Pero no me daré por vencida, ella a mi me ayudo cuando más necesitaba ayuda, ella y mi mamá, así que aunque le molesté no pararé hasta saber qué sucede.

Por otro lado mi hermano es otro caso terrible, cuando digo que para en la calle, es porque ASÍ ES. El pendejo solo viene para dormir, no sé donde se mete y siempre terminan buscándolo por todos lados. Los últimos días apareció con un aro en la oreja, un niño de casi trece no puede hacer todo lo que hace, me da miedo que ande en malos pasos o que le hayan puesto malas ideas a la cabeza. Y lo peor que a esa edad, puede que no seamos los suficientemente maduros para distinguir lo que está bien y lo que está mal.

Y con todo esto, más lo de la escuela y mi anti-socialismo, ¿Quién no estaría al borde de la locura? Si no fuera por la existencia de Mario, juro que hubiera tomado el camino fácil para no tener que seguir soportando.
Es como una jodida angustia que tuve últimamente, y maldito Bautista, tenía razón, escribir me ayudaría. Ahora me está sirviendo para sentirme mejor, para desahogarme y sacarlo todo.

Mario el otro día te descubrió debajo de la cama, cuando se escondía de mis padres, no te leyó pero obviamente te reconoció por las anteriores ocasiones de su encuentro.

Mario: ¿Todavía existe? –preguntó una vez fuera de la cama, yo me sorprendí porque había olvidado tu existencia. –
Tu: No lo estuve usando.
Mario: ¿Por qué? ¿Puedo leerlo?
Tu: No.

Se lo arrebaté de las manos y lo guarde en la cómoda.

Mario: Es pesado ______, ¿Cómo puedes moverlo con tanta facilidad? Y eso que te cansas rápido.
Tu: No es pesado.
Mario: Parece una enciclopedia.
Tu: ¿Enciclopedia? Apuesto lo que sea a que nunca viste una.
Mario: Sí que vi, ¿puedo leerlo?
Tu: No Bautista.
Mario: Por favor, quiero ver qué cosas pones de mí.
Tu: No habló de ti.
Mario: Me has herido el corazón. –Soltó con una mano en el corazón, fingiendo dolor –
Tu: Lo uso para desahogarme, Bautista. Las cosas que me pasan lo escribo, me ayudaba.
Mario: ¿Ayudaba?
Tu: Deje de hacerlo. –Le expliqué encogiéndome de hombros. –
Mario: ¿Por qué? Deberías volver a hacerlo. Cuando lo acabes estaré encantado de leerlo.
Tu: Nunca lo leerás, querido.

Y al final de aquello la conversación se fue por otro lado, bueno, hoy estaba tan deprimida que vine aquí antes de ir a cortarme como las ultimas pasadas dos semanas.
Fue tan horrible, me sentía tan mal que no tenía fuerzas ni para escribir.
Pero no quiero hablar de eso, ya resumí un poco lo que me paso pero no quiero entrar en detalles para evitar deprimirme.

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