Capítulo III: Hasta luego.

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Ya dentro de aquella camioneta, Krist se dispuso a leer una revista cuyo nombre no me sonaba para nada, parecía una revista relacionada a algo de música pues en la portada había una banda con aspecto de no tener amigos; la verdad no los conocía. Kurt, por su lado, estaba bastante callado, solamente me preguntó, cuando comenzó a conducir, hacia qué lado debía ir. Después de las instrucciones que le dí, iba muy atento al camino, así que yo distraje mi atención en la ventana.Algo había pasado, el retorno donde se suponía la camioneta girase estaba cerrado, y una oficial nos dio la indicación de que giráramos de regreso y tomáramos el camino más largo; tendríamos que 'rodear' aquella zona de edificios y entrar del otro lado. Miré por un momento hacia atrás y Krist estaba dormido con la revista en la cara. Me sentí algo apenada, pues el camino que iba a ser relativamente corto, estaba tardando demasiado, y para empeorar, tendríamos que regresar y hacer más recorrido de ruta. Le dije a Kurt que si quería me dejara en aquel retorno, me tomaría unos 15 minutos llegar caminando a la zona de los edificios, no era la gran cosa para mí que había vivido 3 años en San Francisco con sus calles llenas de subidas y bajadas. Él se negó rotundamente; dijo que prefería distraerse en la calle, donde fuera antes que tener que volver de donde venía. No sabía de dónde venían ellos, pero al ver la cara de Kurt y el tono de sus palabras, preferí no preguntar y simplemente darle las gracias por el viaje.

Todo era un fiasco; demasiados autos y el silencio de Kurt me ponían nerviosa, así que dirigí mi mirada de nuevo a la ventanilla, a algunas casas que se veían más o menos decentes, los árboles a lo lejos, el cielo medio azul y medio grisáceo, la gente en las aceras, la gente en los demás autos...Sus ojos azules... Resulta que descubrí que si me inclinaba hacia atrás lo suficiente, el espejo lateral reflejaba a Kurt al volante. Pasaron unos segundos de verlo, y la incomodidad de verlo de esa manera me obligo a que, disimuladamente, voltease el espejo. Con el pretexto de limpiarlo, poco a poco lo fui moviendo hasta que, por fin, ahí estaba su reflejo. Él, con su mandíbula cuadrada, medio tosca, se veía como si estuviese enojado. Tenía la mandíbula apretada, el cabello de su lado derecho enganchado atrás de su oreja y los ojos mirando derecho al camino. Su mano derecha pegada en volante y la izquierda a veces la bajaba a su rodilla cuando ésta comenzaba a moverse sin control; no sé si de nervios o tenía, al igual que yo, el síndrome de la batería fantasma; de esas veces que mueves la pierna o el pie al ritmo del pedal de la batería, generalmente recordando una canción. Me recordó un poco a mí misma y me dio algo de ternura.Lo miraba como buscándole hasta el más mínimo detalle de su ser, como si fuera un animalito en extinción y corriese el riesgo de no volverlo a ver. Y era extraño, es decir, por un lado una parte de mí lo quería conocer, estaba realmente intrigada, pero por otro lado algo en mí lo rechazaba. Así pasaron unos minutos: él serio, callado; yo mirando su rostro, sus gestos, su cabello hasta que... 

—¿Qué le miras? Te juro que es humano -dijo Krist en un tono medio burlón mientras reía- ¿No es así, Kurt? Dile que no eres un alíen ni nada de eso, aunque sí pareces. 

—¿Qué? -le preguntó de regreso Kurt sonriendo y mirándome.

—Jajá, nada, que nuestra amiga te examina. Tal vez crea que le robarás y se graba tu cara antes de que la dejes inconsciente o algo...

—¡No! -interrumpí al soplón- No estaba mirándolo a él, sólo estaba mirando a la calle. Es que desde allá atrás parece que miro otra cosa seguramente, pero miro por la ventana. Es más, por aquí ni siquiera se ve.Entonces volteé a mirar a Krist con una mirada de amenaza, como pidiéndole que se callara o si no tendría que matarlo. 

—Vale, está bien -me dijo Krist aún riendo. 


Mientras, Kurt sólo reía, pero no dejaba de ver al camino. Gracias al cielo no hizo más fiesta al asunto.Me puse no roja, no azul, no verde... ¡blanca! Yo no hago esas tonterías, y menos con alguien a quien conocía hacía menos de una hora. Es más, no tendría que estar ni siquiera en esa camioneta, pero ahí estaba... El resto del camino me hice la dormida, Krist estaba de nuevo leyendo la revista aquella y de pronto le preguntaba cosas a Kurt; él le respondía con un simple "ajá".Y mientras estaba yo "dormida", seguía analizando al tipo aquél.

Poesía & BasuraWhere stories live. Discover now