—No voy a hacerte daño ¿de acuerdo? —se encargó de pronunciar cada palabra con cuidado y claridad para que ella pudiese entenderlas, manteniendo las manos en alto y esperando a que le diera permiso para acercarse—. Sólo quiero llevarte a un lugar seguro.

Kass estaba convencida de que la niña no sabía controlar sus habilidades y tenía un poco de miedo que, si llegaba a asustarla, el aire a su alrededor se volviera tan espeso que no pudiera respirar. Sus palabras no parecían estar ayudando de mucho, la niña continuaba moviéndose en la dirección contraria a Kass, de una forma tan sutil que sería difícil notarlo si no tuviese la vista clavada en ella. Tenía que hacer algo para sacarla de ahí sin causar un desastre mayor. Así que, para atraer su atención, Kass movió una de sus manos con los dedos apuntando hacia arriba, aquel desplazamiento fue seguido por un montón de piedrecillas que se levantaron del suelo y flotaron en torno a su mano como pequeños planetas alrededor del sol. La expresión de la niña cambió de la precaución a la sorpresa mientras veía la demostración de Kass. Al menos bastó para despertar su interés en ella. Kass le sonrió cuando la vio acercarse poco a poco.

—Eres como yo —canturreó la niña en un murmullo.

Kass rio con suavidad.

—Sí y no —respondió la chica, la niña frunció un poco el ceño—. Tengo poderes, sí. Pero yo sólo puedo hacer esto con la tierra.

Parecía demasiada información para que ella asimilara, ya que la niña siguió observando a Kass con el ceño fruncido. Mientras se concentraba en la forma en que las rocas levitaban en torno a la mano de Kass, quien seguía agitando los dedos de su mano de forma suave para mantener en movimiento a su pequeño sistema solar, las cosas a su alrededor empezaron a descender ruidosamente. La concentración de la niña estaba ocupada en otra cosa y dejó de mantener su zona antigravedad activa.

—¡Sophie!

El mundo a su alrededor volvió con la gravedad.

Kass miró hacia la multitud a través de las barras de los juegos. Vio a uno de los merodeadores levantar el puño y golpear en el rostro a la que suponía era la madre de Sophie. El impacto fue tan fuerte que ella cayó al suelo, inconsciente. Aquel que la había golpeado comenzó a avanzar y los demás lo siguieron, dejando el cuerpo inmóvil de la mujer en el suelo. Estaban tan concentrados que ninguno notó cuando un pequeño agujero de conejo se abrió en el suelo cerca de la mujer. Las manos de Andrew emergieron, arrancando una exclamación por parte de quienes lo vieron, y se llevó a la mujer con mucho cuidado.

Saber que Andrew estaba dispuesto a ayudarla incluso aunque no apoyaba la forma en la que ella actuaba, la ayudaba a quitarse un peso de encima. Pero eso no eliminaba el hecho de que estaba atrapada con una niña pequeña en medio de una multitud que podría volverse en su contra en cualquier momento. Sophie empezó a llorar otra vez, lo que sólo le agregaba peso a la situación. Kass fue capaz de escuchar el clic que las armas de los merodeadores produjeron cuando revisaron las cargas. Al mirar por entre las barras de metal de los juegos pudo contar al menos a siete personas acercándose con paso decidido, con las armas en alto.

Al verlos guardar distancia para disparar, Kass tomó a la niña en sus brazos, a pesar de que ella se rebeló a la acción. Sopesó cuales serían las posibilidades de que se alejara lo suficiente. La plaza estaba atestada y, debido al entrenamiento que ella misma había llevado para convertirse en militar, sabía que los accidentes pasaban y en cada combate había bajas, se te educaba para dejarte en claro que esas bajas no eran tu responsabilidad, todo era culpa de los demons, incluso cuando las personas habían perecido por tu disparo. Kass era consciente de que cualquier persona lastimada contaría como una víctima de sus acciones. A los merodeadores no les asustaba dañar inocentes, no tenían preocupación por ellos, reducirían una ciudad entera a cenizas por terminar con un objetivo y lo harían sonar como si fuera su culpa.

Mientras pensaba en lo que debía hacer un nuevo agujero de conejo se abrió en el suelo frente a ellas, justo al instante en que se disparaban las primeras riscas. Kass vio a Andrew esforzándose por salir a la superficie para sacarlas de ahí, así que Kass tomó a Sophie y se la entregó. Un disparo se incrustó en el metal del balancín, justo a la espalda de Kass y ella se giró colocando las manos delante de sí: una loza de piedra salió del suelo, interponiéndose entre las riscas y ella. Con las yemas de los dedos apoyadas contra aquel muro improvisado, Kass sintió las balas incrustarse una tras otra en la piedra, haciéndose pedazos. Los disparos no cesaron, continuaron en una interminable de lluvia de metralla. La furia volviera a encenderse en el pecho de Kass.

Estaban haciendo todo eso por una niña, estaban montando aquel espectáculo con la intención de justificar sus acciones irracionales. Una parte de Kass comenzaba a perder la paciencia. Sabía que si salía de su escondite podría acabar con todos ellos de un solo golpe, no estaba muy segura del alcance de sus habilidades, pero entendía que podría sacarlos del juego antes de que tuvieran oportunidad de atacarla. Esa certeza crecía con cada uno de los disparos que se incrustaban en su muro. Pero en el fondo sabía que eso era parte de su plan. La estaban provocando, obligándola a salir, a mostrarse y usar sus poderes, de esa forma tendrían una justificación para arremeter contra todo lo que se moviera con tal de atraparla.

Kass apretó los dientes. Maldijo por lo bajo y se dio la vuelta, entrando en el agujero de conejo antes de que pudiera caer en aquel juego. El portal se cerró sobre su cabeza, aunque ella podría jurar que los merodeadores siguieron disparando, liberando sus propias frustraciones y odio contra alguien que ya no estaba ahí.

Demons - EditadaWhere stories live. Discover now