Capítulo Treinta y Tres.

10K 570 33
                                    

Este capítulo va para otra de mis mejores lectoras, Perfelafa
Lo prometido es deuda, aquí lo tienes :) :)
Espero que te guste.

***

En cuanto terminamos de cenar me levanto tan rápida como puedo y me largo de allí, sin ni siquiera despedirme. No podía aguantar las nuevas ganas de llorar, ¿desde cuándo era yo así, tan sensible?
Estar tan cerca de Mateo me afectaba demasiado, necesitaba que se fuera ya, que se alejara de mí.

A pesar del frío, salgo al porche, donde meto la cabeza entre mis manos y dejo que nuevas lágrimas salgan, ¿para qué ocultarlas? Quizá se lleven todo el dolor, como el río se lleva las ramas de los árboles que caen en él.

- ¿Estás bien? - Una voz desconocida me hace levantar la cabeza, a pesar que no querría que nadie me viera de esta manera. Es Ángel, el hijo del próximo socio de papá.

- Eh... s-si - Tartamudeo, algo nerviosa. - Estoy... bien.

- No lo creo... - Se sienta a mi lado, mirándome con dulzura. - Si estuvieras bien, estarías tocando, o cantando... y no llorando - Me escruta con sus dos ojos marrones - Espera. - Sonriendo se levanta, adentrándose en el jardín bien cuidado de la casa, ¿qué hace, está loco? Segundos después sale con una rosa entre las manos. Se acerca a mí de nuevo, con la rosa en la cara, apoyada en la punta de su nariz... ¡qué tierno! Sonrío. - Para tí.

- Gracias - Le digo todavía con la sonrisa en la cara, cogiéndo la rosa con cuidado de no pincharme.

- Te he hecho sonreír... - Alza una ceja, mirándome divertido y sentándose de nuevo a mi lado. Y me doy cuenta de que tiene razón, es mi primera sonrisa en seis días.

- Pues si - Asiento mucho más tranquila - Gracias, Ángel.

- Recuerdas mi nombre. - Pone sus dedos sobre sus labios, sin dejar de mirarme. En cierto modo me intimida, es atractivo y parece responsable a pesar de ser tan joven. - Y dime, ¿qué te hacía llorar?

- Será, ¿quién me hace llorar? - Lo corrijo, y no sé que es exáctamente de mi interior lo que me dice que me desahogue con él, aunque obviando detalles, claro. Podría meternos a Mateo y a mí en un problema si le contara todo. - Y es... bueno, ya no es... - ¿Cómo contar que ha terminado algo que... no existía?

- ¿Algún novio? - Me ayuda él al ver que me atranco.

- Algo así, bueno... nunca ha sido novio. Era una ilusión que pensé que terminaría bien...

- Y no lo ha hecho, por lo que veo. - Termina la frase.

Niego con la cabeza, tragando saliva. No puedo ni recordarlo sin que imágenes y más imágenes de Mateo y yo juntos se amontonen en mi cabeza.

- ¡Tengo una idea! - Se levanta, emocionado. - ¿Tienes piano, verdad? Nos lo dijo tu padre.

Asiento, no sé a dónde quiere llegar.

- ¿Me llevarías hasta él?

- No tengo demasiadas ganas de tocar ahora, Ángel, lo siento. No soy capaz de ligar dos notas seguidas.

- ¿Quién dice que tocarás tú? - Contento, me coge la muñeca y me lleva hasta la entrada de casa - Lo haré yo, para animarte un poco más. - Se para en seco, mirándome a los ojos - Solo si quieres, claro.

Lo pienso un momento... un desconocido, al que solo he visto dos veces en mi vida, quiere subir conmigo a mi sagrada sala donde está mi preciado piano, y tocarlo. Observo con detenimiento sus duras y atractivas facciones, sus ojos marrones que me devuelven la mirada, su barba de dos días...

Quiéreme si te atreves.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora