el beso

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El tiempo pasó muy rápido, como en un abrir y cerrar de ojos, sin saberlo ya estábamos en primavera. El día pasó con normalidad, sin ningún suceso extraño. Esa noche, después de que hiciera la profesora la ronda, se coló en mi habitación por la ventana, fue impresionante, mi cuarto esta en un tercer piso y no hay árboles cerca.

Esa noche, me volví a despertar con esa opresión en el pecho. Como siempre suelo hacer cuando ocurre esto, me dirigí hacia la cocina a por un vaso de agua. Pero hoy fue distinto, porque Arco me siguió cauteloso para que no me pasara nada. Todo parecía normal, no ocurría nada malo. Volvía a pasar por aquellos pasillos, con esa angustia en el cuerpo y pasar por aquellos pasillos desiertos no ayudaba en absoluto.

Al llegar a la cocina Arco se adelantó para comprobar si era seguro avanzar, cuando de pronto una sombra negra se abalanzó sobre mí, mi cogió en brazos y salió otra vez corriendo. Corriendo no es la palabra correcta ya que una persona no corre tan rápido, parecía que volábamos de la rapidez. Tenía tanto miedo que solo pude gritar:

-¡Ahhhhh!

- ¡Maya!

-¡Arco!

- Si quieres volver a verla, ven al bosque.

La sombra me agarraba muy fuertemente, seguramente no quería que me fuera fácil soltarme de sus brazos, por lo que me desmaye antes de que dijera la frase final. Esa cosa iba cada vez más rápido, hasta que frenó en seco, en lo que deduje que era el interior del bosque porque ya había estado mucho tiempo en ese sitio, al comienzo de este curso, ya que no conocía a nadie era lo único que podía hacer sin aburrirme.

Estuve un rato en silencio por dos razones evidentes:

1º Estaba tan mareada por el viajecito que solo veía colores y figuras borrosas.

2º Estaba tan asustada que no me atrevía a decir nada.

Aún así yo escuchaba perfectamente a la sombra, cuándo se me quito el mareo me gire para verlo a la cara pero no pude, porque lo tapaba una especie de bufanda, un gorro y un chaquetón que le cubría el cuerpo, lo único que se le veía eran los ojos, rojos como la sangre. El me miró y no parecía dispuesto a dejarme con vida.

Estaba indefensa, Arco, el único que sabía lo que me había pasado no estaba cerca del lugar, y aunque corriera, seguramente no llegaría a tiempo, una persona no puede correr tan rápido. Los únicos que nos encontrábamos en el bosque éramos la sombra y yo.

-Si te consuela gritar o pedir ayuda, hazlo, nadie vendrá en tu rescate pequeña, ja jaja. Además eso le da más emoción a esto.- dijo la sombra relamiéndose.

-No diré nada. No vi nada, además seguro que la gente no me creerá. Por favor se lo suplico no me haga daño.

- Lo siento mi pequeña y adorable Maya- decía mientras deslizaba uno de sus alargados dedos por mi cuello, mientras me sujetaba por la cintura con la otra.- tenía hambre y tú estabas delante, no puedo dejarte así sin más pequeña florecilla. A parte, me está entrando apetito, mmmm,- dijo relamiéndose sus labios supongo ya que con la máscara no se sabía muy bien donde estaba su boca.- como estamos aquí solitos los dos, no te importara que te dé una chupadita, ¿verdad?

-No por favor, ¡nooooo!- le dije gritando.

De repente se oyó un grito por todo el bosque:

-¡Mayaaaaaaa!

-¡Arcoooo, aquí, Arcoooo!- grite desesperada, al comprobar que había una posibilidad de salvarme.

Pensé que era imposible cuando lo vi pero era él, había aparecido de la nada y estaba enfrente de nosotros.

Amor prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora