El comienzo

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El orfanato es un edificio grande, cuyos pasillos son laberintos ya que por mucho que los conozcas siempre encontraras uno nuevo, una nueva puerta o un nuevo escondrijo. Tiene un jardín enorme, es de un tono verde claro precioso. La portilla que nos separa del exterior es negra con un lobo dorado en medio, como reflejo de la historia del orfanato la hicieron construir. El camino que lleva a la portilla se divide en dos por medio de un cruce circular en cuyo centro hay una fuente de mármol blanco, cuyas aguas son traslúcidas. Normalmente podemos ver a algún que otro pececillo en el estanque que hay detrás del edificio, al que podemos llegar por el otro camino. Justo enfrente del orfanato, hay un gran bosque en el que pasaba al principio todos los días del curso, porque me sentía segura y en compañía.

Estábamos a mediados de curso, hacia un sol de verano muy agradable, por lo que todos estábamos fuera, era raro que en el recreo haya alguien dentro y menos si hace un sol como el de hoy. Mi amiga Marta y yo estábamos sentadas en la fuente como todos los días, contándonos como habíamos pasado el día y que podíamos hacer esta tarde, ya que abren las puertas a eso de las cinco, eso si teníamos que estar en el orfanato antes de las nueve. De repente la portilla se abrió y entró una furgoneta negra.

Unos niños de primer curso estaban jugando a la pilla y no se dieron cuenta de su presencia, por lo que Marta y yo los cogimos de la mano y los salvemos de ser atropellados, nos dieron las gracias y se fueron a jugar a otra parte corriendo.

El director, Mr.Mackencie, y los maestros detrás de él salieron del edificio, raudos a abrir la puerta de la furgoneta. Por lo que nosotras entendimos que era alguien importante. De la furgoneta salió un chico de mi edad, le eche unos dieciséis años más o menos.

Yo no lo conocía pero el parecía que a mí sí, me saludo por mi nombre y me guiño un ojo. Sus cabellos eran negros como el carbón y sus ojos eran de un verde claro asombroso, pero dependiendo de la dirección del sol se acercaban más al gris o al verde. No fui la única que me quede con la boca abierta, pero si a la que más se le notaba por lo que mi amiga Marta me dio un codazo para que la cerrara.

El chico entró en el orfanato seguido por el director y los maestros. Segundos después la furgoneta se fue, yo la recordaba porque fue la que me trajo aquí después del suceso.

En ese momento sonó el timbre, era la hora de irse a clase. Cuando lleguemos estábamos tan absortas en nuestra conversación que no nos fijamos. La profesora mando callar y saludó. Nosotros, como siempre, la imitemos. Después, presentó al chico que estaba a su lado, el mismo chico que se había bajado de la furgoneta. Cuándo me di cuenta estaba hablando en voz alta, y encima de sus ojos verdes, pase una gran vergüenza. Todos se rieron menos él, que solo sonrió, dejando ver su sonrisa brillante y sus dientes perfectos.

El único sitio libre era mío por lo que se sentó a mi lado, para mis adentros mi mente se dividía en dos. Uno decía que hablara con él y me presentara, en cambio el otro decía que no hablara, que ya había pasado mucha vergüenza por un día y que si quería saber algo que lo preguntara.

Cuándo me di cuenta otra vez lo estaba observando, pero esta vez no hablaba, solo lo miraba. La profesora soltó un libro muy gordo en mi mesa por lo que desperté de golpe. Me encargó a mí ser su guía por el orfanato como castigo por no prestarle atención. Otra vez mi mente se dividió en dos. Una decía que no, pero la otra decía que si que por intentarlo no perdía nada y además podía conocerlo mejor. Resulta que su nombre es Arco.

A parte de enseñárselo íbamos hablando, por lo que acabé de enseñárselo a la hora de cenar, como no conocía a nadie cenemos juntos. No sé porque pero no soportaba su mirada, me quedaba atontada cada vez que me giraba hacia él. A partir de entonces nos hicimos buenos amigos.

Amor prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora