Capítulo Tres

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Louis:

Todo pareció oscurecerse. El carruaje se había alejado, acompañado de la luz que traía consigo para divisar el camino. Fue presa del pánico. Pensó que lo había perdido todo, y con eso se refría a Niall. Dudó solo un instante entre correr hacia el puerto o en busca de su amigo, claramente su corazón ganó esa disputa, y se obligó a si mismo a seguir el carro de la realeza.

Avanzó lentamente a causa de la nieve que había caído, que hacía que sus pisadas dejaran marca. La oscuridad no dejaba ver bien el terreno, pero él seguía firme por el sendero, con tan solo la iluminación que la luna podía proporcionarle. Tenía la respiración agitada, y la piel erizada. El frío lo estaba destrozando, pero no se perdonaría jamás si no lograba alcanzar a su único amigo. Temía que lo peor ya hubiera pasado. Que el menor estuviera muerto por culpa de aquél misterioso caballero negro que parecía ser de esos que no tienen piedad.

Sintió como una lágrima se escapaba por su mejilla, y se congelaba al llegar a su barbilla. Él no estaba preparado para eso, él no servía para robar. Por eso siempre prefería un trabajo honesto en el puerto. Por eso no quería que Niall se aventurara en esas locuras de ladrones irracionales. Se frotó los ojos, creyendo que así lograría ver mejor en la oscuridad.

Una sombra grande se divisó, y el galopar de un caballo sonó retumbando en los oídos del joven. Era aquél jinete que montaba un semental aterrador, vistiendo su armadura negra y su máscara para evitar que le vieran el rostro. Se quedó inmóvil, sus piernas le fallaron, haciendo imposible que encontrara un buen árbol robusto para ocultarse. Pensó que era su fin, el hombre seguro ya se había deshecho de Niall y ahora él seguía.

El caballo se frenó justo delante de él, y pudo ver a través de la máscara los ojos penetrantes del jinete. El hombre lo observó por un instante y llevó su dedo índice a lo que serían sus labios, indicando que debía hacer silencio. Arreó a su animal y continuó con el galopeo, alejándose de la vista de los orbes azules del muchacho.

El corazón le palpitaba como nunca antes, queriendo salir de su cuerpo por su boca. Se tomó un minuto para recuperar su color natural y dejar la palidez del miedo paralizador y continuar en busca de su amigo.

Se movió más deprisa esta vez, la adrenalina que había traído el susto por su inminente muerte hizo que su velocidad al trotar aumentara.

Escuchó un fuerte quejido detrás de unos arbustos en el lado derecho de la carretera. Alguien agonizaba, y su instinto protector le decía que no era más que Niall. Se acercó de inmediato, rasgando su ropa por la culpa de las ramas de la planta.

-¡Dios mio! ¡Niall!- Gritó al borde del colapso. -¿Estás bien?- Su compañero no dejaba de frotar su brazo izquierdo, apretando con fuerza sus dientes. Tenía algo de sangre en sus harapos. Louis se acercó a él y lo abrazó. Esta vez no contuvo sus lágrimas. -Te llevaré a casa.

Colocó su brazo al rededor del torso del más pequeño, que a penas podía mantenerse en pie, y con su propia fuerza lo ayudó a pararse. Comenzó a caminar, casi arrastrando al joven rubio e imprudente.

-El Rey... está muerto.- Susurró el herido con sus labios cerca del oído del mayor. Louis a penas pudo digerir de manera apropiada las palabras, puesto que toda su concentración se basaba en llevar al niño a salvo a su hogar.

Durante todo el camino de regreso al pueblo tuvo que aguantar las quejas constantes de dolor muscular de Niall, que no dejaba de lloriquear como un chiquillo. Eso ponía de mal humor a Louis.

Alcanzaron el pueblo, la noche hacía que todas las chozas de la comunidad estuvieran en penumbra, al igual que las calles no pavimentadas. Se hizo paso por los caminos por los cuales no solía pasar, procurando que nadie lo vigilara.

Dragon Age (LarryStylinson)Where stories live. Discover now