Caliente (Editado)

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* Traducción al final del capítulo.

Una deliciosa sensación de calidez envolvía mi cuerpo. Era tan agradable, tan cómoda y tan fácil abandonarse a ella. Era como irse a la cama después de uno un duro día de trabajo. Yo no era consciente de ello pero mi cuerpo sabía que estaba a salvo.

Cuando desperté, lo primero que se me vino a la cabeza fue el aplastante dolor que sentía en mi pecho. Algo comprimía mis pulmones y hacía que cada vez que respiraba sintiera un dolor molesto. Cuando toqué mi pecho en busca del dolor, sentí unos vendajes que rodeaban mi abdomen. 

Y entonces lo recordé. Decenas de imágenes inundaron mi mente, dolorosas, afiladas como cuchillos. La última de ellas me hizo darme cuenta de que estuviera donde estuviera, no era mi cama, tampoco la camilla de un hospital.

Abrí los ojos de golpe, exaltada. Alguien había envuelto una manta de pelo a mi alrededor para protegerme del frío. Me incorporé sobre la enorme cama en la que me habían colocado pero ese movimiento hizo que mis costillas se resintieran y no pude evitar maldecir por lo bajo. Era como si alguien hubiera pasado mi cuerpo por una trituradora, mis músculos estaban doloridos y pensaban demasiado para mí.

Aunque mi estómago estaba revuelto y sentía que me palpitaba la cabeza, hice un esfuerzo para mirar a mi alrededor.

Estaba en una habitación amplia pero acogedora, todo en su interior estaba hecho de madera oscura de abeto. Desde las paredes hasta el suelo y los muebles. A ambos lados de la cama había dos mesillas de noche sobre las que ardían velas de distintos tamaños, iluminando la habitación tenuemente pero con gran calidez. Sobre la mesilla a mi derecha había unas tijeras y numerosos trozos de vendas, algunos de ellos manchados de sangre.

Mi sangre.

Eché la manta a un lado para sentarme sobre el borde de la cama. Me di cuenta entonces de que aparte de los vendajes, no llevaba nada puesto a excepción de mi ropa íntima. Debía tener heridas a lo largo de todo mi cuerpo. Y era verdad, tenía vendas a lo largo de mis piernas y brazos, algunas manchadas de sangre. 

Vi un jersey negro tendido a los pies de la cama junto a un par de pantalones sueltos. Quien me hubiera cuidado debía haber dejado la ropa ahí para mí así que tomé el jersey para intentar ponérmelo pero el chirrido de una puerta me sorprendió.

Por instinto, lo primero que hice fue coger la manta y cubrirme con ella 

Cuando la puerta se abrió, una enorme figura entró por ella. Era un hombre alto, de facciones duras, acentuadas por la sombra que creaban las velas sobre sobre su piel. En el momento en que me vio sentada sobre la cama se apresuró a llegar a mi lado, alarmado.

Se arrodilló frente a mí.

- Quieta.- su voz era ronca y grave.- No puedo permitir que intentes caminar en tu condición.

Olvidé como respirar. Su ojos eran hermosos, dorados como el mismo sol, de un tono tan intenso que parecían brillar en la oscuridad. Su mandíbula parecía estar hecha de mármol y su pelo corto era tan negro como la misma noche, estaba segura de que era tan suave y sedoso como me estaba imaginando. 

- ¿ Te encuentras bien?- tuvo que contenerse para reprimir una sonrisa, era obvio que me había perdido en su mirada.- Te has golpeado la cabeza, debes estar...confundida.

No supe qué decir cuando alargó uno de sus musculosos brazos para tocar mi frente con sumo cuidado, sólo atreviéndose a rozar mi sien con sus dedos. No me había dado cuenta de que me habían vendado parte de la cabeza. Debí parecer horrorizada porque él suavizó su endurecida expresión en ese instante.

- No es grave y tampoco dejará marca.- se apartó de mí en ese momento.- Es normal que tengas algún mareo durante los próximos días pero el dolor se irá pronto.

No estaba segura de que debía decirle. El golpe que me dí en la cabeza tuvo que ser muy fuerte para haberme dejado sin palabras.

- Gracias.- balbuceé torpemente.- ¿Fuiste tú quien…?

- Sí.- esta vez esbozó una discreta sonrisa.

Asentí, realmente me había salvado la vida.

Solté un gemido de dolor al tocar mi pecho y un dolor punzante se disparó desde mi cabeza hasta mi columna. Seguido de ambos, un fuerte mareo se apoderó de mi cuerpo y perdí el control, desplomándome sobre la cama. Sentía que mi corazón estaba a punto de explotar.

- Quítamelas, me aprietan.- le supliqué.

Las vendas comprimir en mis pulmones, me estaba ahogando. Necesitaba respirar y no podía pensar en otra cosa en aquel momento. 

Se inclinó sobre mí, una extraña expresión adornaba su rostro, entre la tortura y la preocupación. Como si no quisiera tocarme más de lo necesario.

Alejó la manta de mi cuerpo. Las vendas cubrían desde mis pechos hasta el final de mis costillas pero no evitaron que mirara mi cuerpo como si acabara de ver un tesoro prohibido. Mirada que yo no advertí. 

Por favor.- supliqué de nuevo, el dolor aumentaba por momento.

Se acercó peligrosamente, inspeccionando las vendas y desajustándolas  en diferentes lugares. Gracias a su rapidez, el dolor se hizo más tolerable y la presión desapareció poco a poco. 

Llené mis pulmones de aire, aliviada pero sin advertirlo aspire su aroma, olía bosque, atractivo, hipnótico e inexplicable. 

Lentamente, empecé a dormirme. Tal vez porque olía tan irresistiblemente bien, el cansancio que el dolor había desatado en mi cuerpo o el hecho de que se había tumbado junto a mí para calmarme. me colocó contra su pecho y me relajé en al instante cuando una de sus manos acarició mi pelo.

-Sitsa ler ann sash.- susurró con suavidad.

Versión 1 editada

953 palabras

TRADUCCIÓN :
- sash : princesa

-Sitsa ler ann sash : duerme mi pura princesa

Beast (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora