Si las miradas matasen

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Fernando Alonso P.O.V.

- Anda, niñata, ven aquí... - la cogí del brazo y la llevé hasta el sofá.

- Déjame, por favor, estás loco.... - sabía perfectamente que lo estaba deseando. La tumbé en él y comencé a besarla. Al principio renegaba, pero luego se dejó hacer... Así me gusta... Le quité la camisa poco a poco mientras no dejaba de besar sus pechos. Gemía cada vez más... De un solo movimiento me despojé sus vaqueros y sus braguitas. Era sólo para mí... Me ayudó a quitarme la ropa y los dos quedamos completamente desnudos. Me senté en el sofá y ella se puso encima mío. Empezó a moverse suavemente... No podía dejar de besarla... Sus movimientos cada vez eran mas rápidos e intensos... Con mis manos empujaba sus caderas... Dios... ya no podía más... Mi teléfono empezó a sonar... colgué la llamada, pero seguía sonando...

- Diana, no pares por favor.... no pares...

Maldito teléfono, ¡¿por qué no paraba de sonar?!

Me incorporé de golpe en la cama, estaba sudado, la respiración agitada... ¿Qué había sido eso? ¡Puta alarma! Todo había sido un sueño... ¡Uff! Y qué sueño...

Mientras me duchaba recordé la discusión que tuvimos anoche...

- Niñata... - dije en voz alta mientras el agua me caía sobre la cara... me reí... ¿cómo pude decirle eso? Reconozco que fue una tontería... Tuve un ataque de celos sin sentido. Realmente solo estaba charlando con Dan. Pero sentía tanto miedo al pensar que podría estar en los brazos de otro... Estoy tan acostumbrado a conseguir siempre lo que quiero, que cuando algo se me escapa de las manos, no controlo ni lo que digo. Después de todo, tenía hasta razón, no tengo suficiente valor (o cojones, como dijo ella) para enfrentarme a la realidad y dejar a Dasha. Lo pasé tan mal cuando se filtró la noticia de mi divorcio. Mi hermana y, sobretodo, mi madre, fueron las que más lo sufrieron. La prensa inventó sobre infidelidades por mi parte entre otras cosas, todo incierto... Pero el daño ya estaba hecho. ¿Cómo se tomarían ahora mi nueva ruptura? Dasha no era muy querida en mi casa, a mi hermana no le daba muy buena espina y mi padre hubiera preferido que fuese producto nacional... pero mi madre era feliz. Pensaba que por fin había asentado la cabeza: novia, buen equipo... No quiero hacerle daño. Bastante sufre ya cada fin de semana cuando me subo a un coche a más de 350 km/h.

Me vestí rápido y bajé al circuito. Era muy temprano, a penas había gente todavía. Pasé por la zona de seguridad y me dirigí al box de Ferrari.

- Buenos días chicos... - saludé a algunos mecánicos que ya estaban en marcha.

Subí las escaleras a mi habitación del hospitality y al abrir la puerta, allí estaba ella. Se encontraba sentada frente al ordenador, con el gesto muy serio. Tenía un café en la mano y con la otra movía el ratón por toda la pantalla. Llevaba el pelo recogido en una coleta... deseé acercarme y besar su cuello. Pero creo que no sería buena idea después de la mirada que me echó... en ese momento le dí sentido al refrán: "Si las miradas matasen...".

Simplemente, dejé la mochila, cogí mi móvil y bajé al paddock a dar una vuelta.

Diana P.O.V.

¿Niñata yo? ¡Niñato él! ¡Que no sabe lo que quiere! Tonta de mí que pensé que me subía a su habitación para... para... ¡follar! Sí, para eso... No soy de piedra y mi cuerpo también tiene sus necesidades. Y me monta una escena de celos... ¡¿de qué va?! Ya somos mayorcitos para esto. Que caro me salió el café con Daniel... Aunque saqué algo bueno de todo esto, ¡que no lloré! No derramé ni una lágrima por ese estúpido. Ni lo pienso hacer. Me estaba enamorando de un idiota, niño mimado, que está acostumbrado a tenerlo todo en la vida. Conmigo no se juega.

El corazón en Boxes (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora