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Estoy inscrita en Educación Infantil, voy a ser universitaria. Lo mejor de todo es que Steve, el chico del puesto que empezaría este año el último curso, me había conseguido una beca de estudios que me pagaba la Universidad el primer año. Y si mantengo mis buenas notas, el segundo. Y si las sigo manteniendo, el tercero. El cuarto son casi todo prácticas por lo que me contó, pero igualmente ofrecen ayudas, no becas.

Nunca pensé que me emocionase tanto por ir a la Universidad cuando llevo años planteándome el no ir. Y sin embargo, tenía la respuesta delante de mis narices: siempre me han encantado los niños, he trabajado de niñera por puro placer, y aunque la Universidad hay que pensársela muy bien, lo he decidido en una hora.

Además, a estas alturas es un milagro que haya conseguido plaza, ni hablar de la beca.

Ahora queda lo difícil, ¿dónde voy a vivir? No quiero vivir en una residencia en el campus, y mucho menos en una fraternidad. A parte de ser carísimo, me quitaría mucha experiencia personal. Probáblemente ni saldría del campus.

He pensado en llamar a Cam, pero conociéndole me vendrá a recoger él, me hará una bienvenida y me obligará a quedarme en su piso, y no quiero ser una carga para él.

Aunque si por él fuera me mantendría durante toda la carrera, pero yo quiero hacer las cosas por mí misma.

De todas maneras, debería llamarle al llegar. Como se entere de que estoy a un radio de 10 km y no le he avisado, me ata a una tabla de sur y me tira al mar hasta llegar a Hawaii. Y luego me pagaría el billete de vuelta y me preguntaría qué tal lo he pasado, típico.

Aunque muchas veces me he pasado por Los Ángeles y él no ha podido porque tenía cosas que hacer o porque estábamos en un sitio demasiado público.

Tengo el billete de autobús, me he despedido de Cody y Zoe, y estoy caminando con dos maletas y una mochila enorme hacia la parada donde el bus me recogerá.

En ese momento mi móvil empezó a sonar, miré la pantalla y la foto de mi amigo durmiendo en el sofá de su casa, chupándose un dedo llenaba la pantalla de mi móvil. Junto con un ''Cam el guapo''. Adivinad quien se sabe mi contraseña del móvil.

Deslicé el botón verde y hablé lo mas rápido que pude.

-Hola Cam, ahora no puedo hablar, pero te llamaré pronto, prometido. ¿Todo bien? -oí un escueto y confuso ''sí'' al otro lado de la línea.- Genial, te quiero, adiós. -y colgué. Si hubiésemos tenido una conversación normal me lo hubiese notado, y no quiero que se preocupe.

Esperé en la parada unos diez minutos, hasta que el bus llegó y nos recogió a un grupo que estábamos esperando ya, con nuestras maletas y mochilas. El conductor bajó, metió nuestras maletas en el maletero del vehículo y volvió a subir para pedirnos los billetes. Al parecer vamos todos a Los Ángeles menos una señora mayor que se queda por el medio, en uno de los miles de pueblos en los que pararemos.

Este no es el bus que va directo a la ciudad. Cubre todo el sur de California para ir a Los Ángeles. Le llaman ''El búho'' porque lo coges de madrugada y llegas por la mañana.

Me siento tirando hacia atrás, donde está más vacío, y me acomodo sola en un asiento de dos, con la espalda apoyada en el lado de la ventanilla. El bus va bastante vacío, quizás porque aún estamos al principio del trayecto. Así lo he preferido yo, para que no se den cuenta de que me había ido hasta mañana, cuando ya esté relativamente lejos.

Les he dicho a mis hermanos que cuando mis padres pregunten mucho, les digan que me fui a Florida. Nunca se creerán que decidí irme tan cerca, ni yo me lo creo aún.

Si supiesen que estoy en Los Ángeles a lo mejor vendrían a por mí y todo. Aunque sólo sea para firmar mi desheredación.

Cierro los ojos y apoyo mi cabeza en la ventana, y me duermo sin darme cuenta.

Fame » Old Magcon BoysOù les histoires vivent. Découvrez maintenant