—Siempre supe que serías tú. —la miré alzando una ceja, ya que no sabía a lo que se refería.— La que le plantaría cara a nuestros padres al fin. Hagas lo que hagas, decidas lo que decidas, tienes mi apoyo. —susurró con voz orgullosa. Me agarró la mano por encima de la encimera y la apretó, para luego soltarla. Asentí, más tranquila al saber que por una vez, Zoe no contaría nada a Lauren. Creo que se están oliendo algo, pero claro, no pueden saber nada porque ni siquiera yo lo sé.— ¿Quieres que te lleve? —preguntó haciendo amago de levantarse, pero negué con la cabeza.

—Iré andando. Gracias. —me levanté de la silla y caminé hasta puerta.— Por todo. —añadí antes de salir de casa.

Una vez en el instituto, decidí hacer lo que mejor se me daba: pasar desapercibida. No siempre fue así, antes tenía un grupo de amigos, pero cuando el más importante se fue, todos nos desperdigamos. Los mellizos se hicieron deportistas, entrando en la sede de los populares, Santi se unió a la banda, que en el fondo era lo que siempre quiso. No sé en el vuestro, pero en mi instituto eso es la muerte social, aunque nosotros le hubiésemos apoyado. Clary entró en otro grupo de amigos normales, como el que solíamos ser nosotros. Y yo me quedé en el limbo, a gusto con la soledad. Al menos la mayor parte del tiempo.

De vez en cuando hablo con algunos, nos preguntamos qué tal nos va y esas cosas que preguntas cuando te encuentras a alguien. A veces a alguno le da por hablar y llega ese momento incómodo de la conversación, en la que os dais cuenta de que ya no es lo mismo. Incluso una vez, un sábado, quedamos todos juntos. Y fue genial, como en los viejos tiempos, pero nos faltaba algo. Los momentos incómodos hacían presencia cada vez que se nos acababa un tema de conversación. El lunes siguiente todos hicieron como si no hubiese pasado nada, cada uno en su grupo social sin acordarse de los demás. Aunque yo sí me acuerdo de ellos, por lo que puede que ellos de mí también.

No les culpo, ellos tenían sus vidas montadas, y cada uno tenía claro lo que quería hacer. ¿Yo? Lo único que quiero hacer es irme muy lejos, a Nueva York, a Florida...

La cosa es que mis padres están empeñados en que tengo que hacer algo relacionado con la salud: enfermería, fisioterapia o medicina como ellos. Son los jefes de un hospital y quieren dejar herederos. Pero a pesar de los constantes intentos porque me guste eso -he hecho unos cuatro cursos de primeros auxilios, cuidados etc- a mí eso no me llena.

No me veo dentro de treinta años, salvando gente y dirigiendo un hospital. Y si a un médico no le gusta ser médico... la llevas clara como te toque ser su paciente.

Pienso que cada persona debería hacer lo que le gusta, así la sociedad iría mucho mejor.

Pero mis padres están obsesionados, me prohibieron -sí, prohibieron- que escogiera otra cosa, me amenazaron con que no me pagarían la Universidad, y les contesté que por mí se lo podían gastar en un barco con putas. Lo que dio pié a lo que me gusta llamar ''La Gran Bronca'', que duró unas tres o cuatro horas, y en la que todos mis hermanos se metieron.

Lauren estaba con mis padres, y no paraba de reprocharme que después de cuidarme durante dieciséis años -entonces tenía esa edad- rebelarme de esa manera era muy desconsiderado por mi parte. Zoe y Cody estaban de mi parte, decían que se escogía lo que se quería, no lo que tus padres prefiriesen.

Ellos lo sintieron como una traición por parte de nosotros tres, sobre todo por la mía. Al fin y al cabo para ellos Cody es un caso perdido, pero al menos le gusta medicina. Y Zoe es la hija perfecta, por lo que está inmunizada a las broncas familiares. Desde entonces, por mis cuentas hemos hablado en diez ocasiones. Tres de ellas intentos de persuadirme para que fuese por la rama sanitaria.

Entro en el pabellón y veo que está todo lleno de puestos, con distintas cosas como el puesto de los bomberos, de la policía local, Universidades prestigiosas como Harvard o Princeton, carreras como biología y química, derecho, filologías...

Un puesto llama mi atención: me acerco, y empiezo a mirar el programa que hay encima de la mesa.

—¡Hola chica! —saludó un joven unos años más mayor que yo, con una gran sonrisa. Tiene el pelo cobre demasiado largo. Se me mete en los ojos y no para de colocárselo.

—Hola. —le devolví la sonrisa.

—¿Te gustan los niños? —preguntó y yo asentí, aún leyendo el folleto.— No leas esa mierda, no dice nada nuevo. —me quitó el papel de las manos y fruncí el ceño.— Son cosas que hacen las Universidades para llamar la atención. Y de paso talar unos cuantos árboles que no tienen la culpa.

Solté una pequeña risa.

—¿Ecologista?

—No, para nada. Si quieres talar árboles para hacer libros me parece maravilloso, toma un bosque, o dos. —hizo un gesto como si se sacase algo del bolsillo y me lo tendiese, lo que me hizo reír de nuevo.— Pero para hacer folletos que la gente se lleva a casa y luego los tira o los usa de reposa vasos cuando no encuentran otra cosa...

—Yo lo leería antes de usarlo de posa vasos. —hice una pausa.— Y luego haría un avión de papel. —bromeé. El chico rió unos segundos.

—Una de cien. Pero para eso estoy yo, para explicarte cómo será tu experiencia en la maravillosa Universidad de Los Ángeles. Educación Infantil es la mejor carrera que puedes escoger si... —espera, ¿ha dicho Los Ángeles?

—Lo siento, no me interesa ir a Los Ángeles. —sonreí por educación.

—¿En serio? ¿Por qué no? Es una ciudad maravillosa y está muy cerca. Nuestro programa tiene prácticas con niños desde el primer año. Vemos la educación de manera diferente. Si le das algo que motive al niño, este responde positivamente... —y siguió con su discurso durante media hora, y me convenció.

Adoro a los niños pequeños, y siempre he tenido muy buena mano con ellos. ¿Ser profesora de unos niños pequeños no sería genial? La mía me marcó, me enseñó lo que estaba bien y mal, a comportarme como debo y nos dijo que, aunque no lo entendiéramos, recordáramos siempre una frase: "Las locuras de hoy son las grandes historias de mañana".

Quedarme en California sería una locura. La idea era cruzar el país para no tener que preocuparme de poder cruzarme con mis padres. Nueva York está descartado: demasiado caro. Florida es la opción más apetecible, pero por otro lado irme tan lejos me da miedo. Los Ángeles está a cincuenta kilómetros y corro el riesgo de cruzarme con mis padres, pero estaría cerca de Zoe y Cody.

—¿Qué tengo que hacer para inscribirme?

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