El Profesor: un thriller de acción y romance prohibido

Capítulo 11

El apartamento era escueto y antiguo. En la habitación había un sofá cama abierto con una maleta con ropa encima.

La tetera silbó y Kasia sirvió el té. El joven que lo condujo hasta el piso franco, los dejó solos. Kasia invitó a León a que se acomodara pese a que el lugar fuera minúsculo. Tras una taza caliente y una buena ración de carne, llegó el turno de las preguntas llegaron. León no sabía por dónde empezar. Kasia vestía un conjunto de blusa y falda azul, elegante y comedida, con el pelo recogido y los labios de carmín, preparada para pasar inadvertida entre las sombras.

Sin la intervención de León, nunca habrían sabido cómo llegar hasta Komarnicki.

Ella era una de las líderes de la contrarrevolución. Durante los últimos años, el pueblo polaco se había vuelto reacio a los cambios que Europa había impuesto. No eran revolucionarios de vocación, pero la elección nunca fue una opción para nadie. Las medidas retrógradas y conservadoras, habían llevado al descontento de muchas personas que poco a poco dejaron de confiar en los medios de comunicación y las políticas del Gobierno. Jarosław Kaczyński fue sucedido y su partido perdió todo el poder en las sucesivas elecciones. Entonces apareció Komarnicki, como la alternativa ideal. Un pequeño, joven y refrescante partido que denunciaba los cambios que se pidieron previamente. Komarnicki se volvió más popular entre la vieja guardia polaca con medidas populistas basadas en la propagación de bulos y mentiras, abriendo de nuevo las heridas del pasado y alardeando de poseer un sistema férreo que promovía la expulsión de todo lo que estuviera contaminado de anti-patriotismo. Así que, tras un ficticio modelo demócrata progresista, Varsovia fue el campo de pruebas de un experimento europeo que aún no había sido probado. Komarnicki se ganó el apoyo del resto de líderes europeos, teniendo amigos a ambos lados de las fronteras. Los liberales veían en él un icono de progreso, los socialistas, veían en él un error rotundo, y por tanto, una puerta para renacer. Pero Komarnicki pronto los traicionaría a todos. Mientras tanto, el temor y miedo de una vuelta a los totalitarismos nació en la capital del país. Los ciudadanos sentían la presión de no poder desarrollar sus vidas con normalidad. Aparecieron los primeros casos de acoso y extorsión a abogados, periodistas, docentes... y la lista fue en aumento, mientras las fuerzas del Estado omitían lo sucedido. En las escuelas, se tergiversaba la historia, afirmando que la sociedad no era sino un modelo imperfecto del ser necesario de erradicar para alcanzar el orden.

La gente de Komarnicki se alió con los viejos nostálgicos del socialismo que aprovecharon para retomar sus antiguos puestos laborales, burlando los sistemas burocráticos, permitiendo multitudinarios actos de corrupción con sobres manoseados repletos de dinero.

Era un secreto a voces que pocos estaban dispuestos a escuchar.

Cuando se quisieron dar cuenta, fue demasiado tarde.

Un grupo de intelectuales, trabajadores y directivos de empresas, financiaron un partido político encabezado por Jan Caba, un conocido filólogo, con el fin de traer de regreso a una masa que se adormecía en un sueño eterno. Una mañana de marzo, ante uno de los actos más multitudinarios que el filólogo daría en representación de los azules, varios miembros encontraron a Caba ahorcado en la habitación de su hotel en Cracovia. La policía cerró el caso declarándolo como suicidio voluntario. Los medios nunca se hicieron eco de la noticia.

La organización se disolvió poco más tarde. Komarnicki sumaba posiciones con el paso de los meses.

Kasia logró el trabajo como profesora en la escuela, gracias a su marido, uno de los economistas de Komarnicki. Su matrimonio había sido auténtico durante los primeros años hasta la llegada de Komarnicki a la política. Un nuevo salario para su marido, un puesto de trabajo frente a la dirección del gabinete económico y una vida llena de secretismo.