"Pues ni sabes. Hace dos semanas que estoy en Nueva York. Estoy trabajando para Hospital Mental de Buffalo. ¡Tienes que venir! ¡Este lugar me da escalofríos de solo verlo! Pero se están implementando nuevas prácticas y creo que sería útil para ti incorporarte al grupo."

Mentalmente Sebastián recordó que Grey siempre había sido algo excéntrico en cuanto a sus gustos en el trabajo. Sebastián prefería su clínica, lejos de todas esas cosas que de alguna manera le daban terror. –No creo que me sea posible unirme a tu equipo, Charles. Últimamente he estado muy ocupado con los preparativos de mi boda. – Se sintió sonar un tanto como niña emocionada pero, no le importó.

"¡Ay, hombre! ¡No seas aguafiestas! Ven a conocer por lo menos." Continuó Grey. El moreno se preguntaba si seguiría teniendo su cabello rubio platinado largo y recogido en una coleta como cuando estudiaban. "¿Y vas a casarte? ¡Felicidades!

-Gracias y pues... De acuerdo. Te avisaré el día en que vaya para allá. Hace tiempo que no hablamos y tomamos algo.

La conversación continuó durante unos minutos más. Tiempo en el cual, Grey alegremente comentaba algunos de los métodos que estaban utilizando en su lugar de trabajo y Sebastián se dedicaba a dar su punto de vista sobre ellos.

Ambos se despidieron y colgó el teléfono. En ese momento escuchó unas voces venir de fuera. ¿Lydia discutía con alguien? El moreno se levantó de su asiento y fue hasta la puerta. Su sorpresa no fue minúscula al ver a la persona que intentaba entrar en su despacho sin cita. - ¿Qué haces aquí?

.

.

.

Hacía días que comía muy poco. Menos de lo que acostumbraba. No sabía lo que sentía pero parecía ser un vacío muy en lo profundo de su pecho. El panadero que trabajaba para Madame Red fue el único en notarlo pues, Ciel ya no insistía en conseguir otra pieza de pastel de chocolate, y él ya no tenía que estar partiendo el resto del pastel en porciones más pequeñas para ocultar las extra que Ciel comía.

Mascó su cigarro y se cepilló el cabello con los dedos. -Ciel, ¿no te apetece un trozo de pastel? – Se animó a preguntar, acercándose al menor.

-No. – Respondió, volviendo a esconder la mitad de su rostro en el espacio que dejaban sus brazos cruzados sobre la mesa. – No me siento bien, Bard.

-¿Por qué? – Preguntó el rubio, sentándose frente a él. - ¿Qué te ha hecho ahora tu tía y el gilipollas de Brian?

-Nada. Yo... Estúpido me he ilusionado con una persona. – Sacó la tarjeta de su bolsillo y se la mostró a Bard.- Él.

-¿Doctor Sebastián Michaelis? – Leyó el rubio con cierta incredulidad. - ¿Psicólogo? ¡Ah, Ciel! Ese tipo es uno más de esos charlatanes que parecen vendedores. Ya sabes, te hablan y te hablan hasta convencerte de lo que ellos dicen.

-¡Él no es así! – Protestó el ojiazul.- Él es diferente... Seguro se cansó de mí. – Y su mirada reflejó mucha tristeza. – Fue la única persona que en todo este tiempo me dedicó un abrazo y una caricia que no fuera malintencionada. Y ahora se fue...

-No, Ciel. Seguro no ha podido venir. Recuerda que las tarifas de tu tía son muy altas.- Le consoló. - ¿Por qué no le buscas?

-Sabes que mi... Madame Red no me deja ir solo a ninguna parte.

-No tienes por qué ir solo. – Se acercó más a él para poder hablar en voz baja.- Voy a ir a comprar algunas cosas a las tiendas. Siempre uno de los guardias me ayuda a conducir la camioneta. Podrías venir con nosotros y escapar. – Le devolvió la tarjeta.- Después de todo, sabes dónde encontrarle.

Nuestra VerdadWhere stories live. Discover now