Four

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Tomó las manos del menor y las subió encima de su cabeza, besándole como tanto había querido unas horas atrás. - Perdóname. - Susurró contra sus labios antes de separarse con dificultad de ellos. - No quiero ser como tus demás clientes. No quiero que hagas esto por necesidad.

Ciel le miro sorprendido. Las gotas de agua corrían por los azulejos blancos de la ducha con la misma facilidad que corrían por su rostro. - Te equivocas. No te considero igual a ellos. - Fue todo lo que dijo. Después de eso, se quedó callado y pensativo. Suspiró. - Si te sientes mal haciendo esto, lo entiendo. - Dijo finalmente, abriendo la puerta de la ducha y saliendo de ella.

Sus ojos se fijaron en la habitación mal pintada, sin ventanas y con el estupido ventilador girando en el techo. Guardaba un olor extraño que era imposible de quitar, sin importar lo que se hiciera en ella. Ciel le tenía un asco generalizado. Odiaba desde la cubrecama de tela roja que aspiraba a parecer seda pero no llegaba siquiera a satín, hasta la mesita de noche donde pulcramente se guardaban muchas cajas de preservativos que podían ser utilizados por los clientes. - ¡Quién querría estar aquí después de todo! - Dijo, ahogando una risilla sarcástica.

Sebastián le siguió y le permitió hablar. Sabía que era como con sus pacientes, si le permitía hablar conocería más los diferentes aspectos de la vida de menor. ¿Qué lo hacía pensar asi? ¿Qué le sucedio que lo convirtion en alguien tan frío? Y... ¿por qué se importaba el tanto en eso si después de todo no era nada suyo? - Ciel... - Se animó a hablar. - He venido porque quería estar contigo. El lugar es lo de menos. - Se detuvo un momento. - Aunque... podría pagar toda la noche como dijiste y podríamos ir a otra parte... tal vez a...

-¡No! - Gritó el menor interrumpiéndolo. - No... Yo... tengo prohibido salir solo con los clientes y... si nos acompañara uno de los guardias sería peor. - Caminó hacia él y el moreno aprovechó para acariciar sus mejillas. - ¿Quedémonos acá, sí?

El moreno lo miró fijamente, intentando imaginar el porqué de esa reacción si tanto odiaba el lugar. Sin embargo, sonrió para esa carita que tanto le gustaba. - Como digas. Llamaré a Madame Red y le preguntaré. - Se acercó a la mesita del teléfono. El ojiazul mentalmente rogó porque su tía aceptara. - ¿Madame? - Dijo el moreno en la bocina. - Le llamo de la habitación siete.

Ciel no podia escuchar nada. Se sentó en la cama como un niño inocente y se mordió los labios, nervioso.

Finalmente, después de lo que pareció un eternidad, Sebastián colgó la bocina y sonrió. - Ha dicho que doscientos dólares es suficiente por toda la noche, que usualmente son quinientos pero hará eso por mí. - Rió sarcásticamente. - ¡Vaya oferta!

-Es lo que me faltaba por ganar. - Intentó sonreir.

-Déjame hacerla una buena noche para ti. - Dijo el moreno, sonriendo lascivamente y atrayéndolo con una mano hacia el. Ciel se dejó llevar y Sebastián le dio una ligera palmada en el trasero aprovechando que este estaba mojado.

-¡Ah! - Gimió el menor, pero no fue de la forma sexy en que Sebastián esperaba.

-¿Qué...? -Enmudeció. Ahora en la luz podia examinar perfectamente el cuerpo del menor y veía las marcas que había en éste. - ¿Qué te ha sucedido? - Preguntó molesto, aferrándose a la muñeca del ojiazul, obligándolo a ponerse de lado y chequeando por más marcas.

-Nada...- Murmuró el de inmediato, liberándose del agarre. -Fetiches de algunos clientes.

-Lo conozco. Se llama BDSM pero, no creí que estuviera permitido acá. - Le soltó y Ciel se recostó en la cama.

-No lo está. Sin embargo, él es un cliente frecuente... - Hablaba mirando al techo, como si lo estuviera diciendo para sí mismo . - Si dijese algo, él podría vengarse.

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