Six

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Alzó los brazos y el sastre deslizó el metro para medirle. El hombre se fijo unos momentos en el número que marcaba y luego lo anotó en una libreta. Sebastián desde su posición de pie echaba miradas hacia abajo para controlar los movimientos del hombre. Dos semanas. Dos semanas desde que no le veía y cada día se maldecía más por la cobardía de no ir hasta Le Rouge y pedirle una explicación a la cara.

"¿Qué explicación, Sebastián?" Se preguntó a sí mismo.

"¿Le dirás que le amas, que estas confundido?"

"¿Olvidas que Ciel de alguna forma es un servidor sexual de la misma forma en que cualquier prostituta lo es?"

Suspiró.

-¿Enamorado, señor Michaelis?- La voz del sastre interrumpió sus pensamientos.

-Sí... Claro. -Respondió con una sonrisa insegura. - Perdone que le apresure, pero debo irme a trabajar.

-Le entiendo, señor Michaelis. Igualmente, ya terminamos por hoy. Le espero en una semana para que vuelva a tallarse el traje y, ya no pierda peso por favor. - Río. - De lo contrario tendremos que hacerle otro traje.

-¿He perdido peso? - Preguntó curioso.

-Algo. Ahora que le tomo medidas para el ajuste veo que tendrá que ser bastante. - Aseguró el hombre.

-Vaya... No sé, creo que no he tenido mucho tiempo de comer en estos días. - Agregó. - Bien, me voy. Le veré en una semana, señor Sanders.

-Nos vemos, señor Sebastián. - Le despidió con un apretón de manos y el moreno salió rumbo a su auto, el cual había dejado aparcado frente a la tienda.

Se subió y condujo hasta el edificio en el que estaba la clínica. Se sentía extraño sin él y en sus ojos se echaba de ver por los enormes círculos violáceos que en la mañana se veía obligado a cubrir con un poco del maquillaje de Geneviere.

No importaba cuántas veces hiciera el amor con ella, al final de la jornada se sentía tan vacío como al principio. Esperaba a que ella se durmiera, se levantaba y bebía unos cuantos tragos de whiskey hasta casi el amanecer. ¡Y qué odio le sentía a Ciel en esos momentos! ¡Qué deseos de vengarse de su persona por haberle visto la cara de idiota! Sin embargo, después de dormir un poco su sentido común regresaba y se daba cuenta que era estúpido pelear con alguien que ni siquiera sabía que le odias.

¿Y vengarse? ¿Podría vengarse de alguna forma? Intentaba contener esas ideas. Sacaba la tarjeta de Le Rouge que Madame Red le entregara después de su charla de ese día y pensaba en llamar. En pedir hablarle y decirle lo mucho que lo odiaba.

No obstante, los planetas muchas veces parecen alinearse para que uno obtenga lo que busca. Y muy poco sabía Sebastián sobre lo que sucedería ese día que parecía tan común.

Llegó a la clínica y saludó a Lydia como siempre. Luego se metió en su despacho y comenzó a preparar los expedientes de los pacientes que tenía citados para ese día. La carpeta de un chico llamado Christian que había sido bipolar desde que tenía ocho años llamó su atención. Había pacientes que necesitaban muchos años de terapia para mejorar.

En ese momento sonó el teléfono. Sebastián estiró la mano y tomó el auricular. - ¿Sí, Lydia?

"El doctor Grey le llama." - Respondió la chica con su clásica vocecilla aguda.

-Gracias. Comuníquemelo, por favor.

"Claro."

-¿Charles? - Preguntó al aire en el teléfono.

"¡Sebastián! ¡Hola!" Saludó el hombre al otro lado.

-¡Tiempo sin hablar contigo! - Exclamó el moreno. - ¿Qué ha sido de ti?

Nuestra VerdadWhere stories live. Discover now