Two

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Sebastián entró en la clínica lo mas rápido que pudo. Quería evitar la mirada de su secretaria, de los de mantenimiento... De todos.

Entró en su despacho y cerró la puerta con llave. Se sentó al escritorio y cubrió su rostro con ambas manos. - ¿Qué he hecho? - Se preguntó mientras apretaba los puños. No solo había traicionado a su futura esposa, sino que había tenido sexo con un hombre.

En ese momento llevó dos dedos a sus labios y un estremecimiento recorrió su cuerpo completo obligándole a cerrar los ojos. Esos labios, el sabor de ese cuerpo... ¿Acaso le serían inolvidables para el resto de la vida?

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El ojiazul lo condujo hasta una habitación. El moreno entró y la miró con extrañeza. - ¿Primera vez? - Preguntó el menor, leyendo las palabras invisibles en su rostro.

-Algo asi. - Respondio, mirando hacia la cama. - Pero no me retes porque sé muy bien como se utiliza una de éstas.

-Ahh.. Entonces imagino que también conoceras las reglas de un bar como este. - Dijo, mientras el moreno le tomaba por los hombros y lo hacia caminar de espaldas hacia la cama. - Se toca... Se usa pero, nunca se besa.

-Sin besos, ¿en verdad? - Tomó su rostro entre ambas manos y se acercó hasta sentir el aliento de esos labios rosas. - Yo beso lo que quiera... Además, en la ignorancia está la clave. Tú lo has dicho, yo no conozco las reglas.

Ciel frunció el ceño por un instante y amenazó con empujar al mayor; no obstante, este le empujó y le hizo caer en la cama para luego, colocarse encima de él y comenzar a besarle profundamente. Al principio, la boca de Ciel no sabía como corresponder a los movimientos. Era difícil que alguien le besase y si lo hacían no era por más de un instante. Luego, las personas recordaban con asco que con esos labios podría haber besado a muchos y le alejaban para continuar con su único propósito. El menor espero eso de Sebastián, sin embargo, el momento no llegó sino solo para que el moreno mudara sus labios a su delgado cuello.

El moreno se estremeció, sintiendo el dulzor en los labios del ojiazul. Nunca antes habia besado a un hombre en serio, más allá del día en que se emborrachó y apostó con Claude que podía darle un beso. No obstante, el beso no habia llegado a ser mas que un ósculo de un par de segundos. No era así con el menor. Queria besarle más, quería sentir todo lo que ese joven cuerpo tenía para darle por mas que su moral le daba de golpes en la cabeza recordándole que alguien de esa edad podría haber sido su hermano menor.

Deslizó las manos por las estrechas caderas del ojiazul. Se sentía nervioso, a pesar de las muchas copas que tenía encima. Cuando vio que el menor le estaba mirando solo atinó a sonreir. - Eres tan sensual que no sé siquiera por dónde empezar.

Ciel no pudo ver el momento en el que la sangre subió a sus mejillas y se sonrojó ante tan pequeña pero singular frase. - ¿Quieres que me quite la ropa o prefieres hacerlo tú? - Preguntó, intentando evitar esos ojos color borgoña.

-Déjame hacerlo yo. - Respondió de inmediato, desabotonando la camisa del menor y acariciando su pecho, que a pesar de ser delgado estaba perfectamente tonificado. Resbaló las manos hasta los pantalones del ojiazul y los desabrocho, para luego dejarle completamente desnudo.

Éste le miro y trago en seco. La forma en que le miraba ese hombre no era a la que estaba acostumbrado de parte de otros. Sus ojos denotaban curiosidad, deseo por explorar algo desconocido. No lograba ver la perversión por ninguna parte, si estaba ahí era simplemente porque eso quería.

Sebastián entonces se sacó la ropa también y recostó sobre él. Suave, la piel del menor era suave y ligeramente fría. Se sentía tan bien.

Levantó las manos y acarició suavemente el pecho del mayor, suponiendo que este quería ser consentido. ¡Claro! Bastaba ser un poco lógico para imaginar que en su noche de soltero un hombre querría ser mimado de maneras que no encontraría en su futura pareja. Por tanto, descendió sus caricias hasta la hombría dura del moreno y comenzó a frotarlo.

Nuestra VerdadTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang