Capítulo 25. Cantos de devastación y redención

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Bajo un turbio cielo nocturno, dos figuras se contemplaban desde puntos lejanos. Evaluándose metódicamente. El deseo de venganza, el rencor y la soberbia danzaban junto con la promesa de justicia y redención.

La tensión era palpable y podía cortarse con un cuchillo, la expectativa de lo que vendría solo generaba inquietud y temor. Todos los ojos estaban puestos en las figuras del Arcángel Miguel y Lucifer, luciendo como parte de una obra de arte. El primer caído se veía imperturbable con su vestimenta intacta a pesar de la batalla previa y sus ojos dorados quemaban como el sol. Sus alas desplegadas se movían ondeantes, y solo generaba que se viese aún más magnifico. Miguel sostenía su espada tan fuerte y firme que podría haberse encarnado en su piel. Su inexpresividad y el filo de la amenaza en sus ojos plateados eran imperturbables, y al parecer se trataba de una característica que había traspasado a su linaje. Lucía mortal e indomable.

Runa respiró hondo para aplacar las emociones anudadas en su estómago mientras observaba como el pequeño círculo de ángeles de Miguel estaba formado tras él, como sus fieles soldados. Percibió movimientos hacia uno de los lados, y se giró con brusquedad. Sus sentidos estaban tan sobresaltados que solo se tranquilizó al reconocer a Lena entre el pequeño grupo que se acercaba con prisa. Sin dudarlo, corrió hacia ellos y se detuvo precipitadamente al darse cuenta quienes eran los que faltaban. La angustia la recorrió ponzoñosamente y a pesar de la costumbre del sentimiento, sintió pena y dolor. El alma en duelo de Lena se notaba en sus ojos opacos; había perdido a su hermana y con ella, la vitalidad que desprendía en cada respiro. Lena se detuvo junto a Runa solo para abrazarla. Las palabras sobraban en aquel momento, donde solo el silencio era la mejor compañía para el dolor.

A pesar del poco tiempo en que se conocían, Lena sentía un vínculo especial con Runa, casi tan profundo como con su hermana. Tanto Runa como Valquiria eran aguerridas y leales, seres un tanto incomprendidos y toscos, que solo necesitaban paciencia para penetrar la coraza y conocer su esencia. La esencia de Runa consistía en su desafío por los retos, y la de Valquiria, era su falta de temor por los riesgos.

— Tienes que ser fuerte —le susurró Runa a Lena, al oído. Y ella asintió porque lo intentaría, y sabía que no estaría sola a pesar de todo.

Con actitud maternal y conociendo el sentimiento de vacío tras la pérdida de seres amados, Runa se alejó apenas de Lena, sosteniendo su rostro entre sus manos, le sonrió para darle ánimos. Pese a la tristeza, Lena sonrió.

— ¿Cómo llegaron? —inquirió Runa.

— Gabriel nos indicó la dirección luego de que Miguel desapareciera —respondió, volteándose hacia Rafael y Gabriel, quienes contemplaban cuidadosamente a los dos ángeles en lo alto—. Nunca creí que vería algo así —agregó Lena con un susurro, viéndose sorprendida. Runa sonrió con tristeza, de acuerdo, y buscó los rostros de Newén, Leonardo y Viridis.

Ninguno de ellos estaba herido de gravedad en el exterior. Las lesiones más sangrantes y perpetuas estaban en sus corazones, y se vislumbraban en sus expresiones. La guerra en la que crecieron y vivían era una devastación continua. Quitando vidas jóvenes, deshaciendo el alma de personas de buen corazón, y envenenando con dolor e ira. Y si la guerra era devastación, lo que dejaba era desolación.

Ellos tres se acercaron a los demás y fue evidente para el resto que algo había sucedido. Viridis ocultaba sus ojos sollozos en el hombro de Newén; ambos aferrándose en el otro en busca de consuelo. Norbert y Hamish se adelantaron a los demás, sin poder encontrar el rostro de Valquiria entre ellos. Coordinadamente, buscaron en Leonardo alguna respuesta. Algo que les advirtiera que sus presentimientos eran mentiras. El rostro sombrío de Leonardo incrementó su palidez y cuando él negó, sintieron una punzada de dolor recorrerlos. Hamish cerró sus ojos con fuerza y se alejó bruscamente para luchar contra sus emociones en soledad. Norbert permaneció petrificado, alto y demencial, viéndose capaz de matar a alguien.

Legado III: La Emperatriz de los Bastardos [Finalizada]Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin