Capítulo 20. El Emperador

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— ¿Quién eres? —la voz de Valquiria resonó fríamente sobre las paredes de la celda, mientras intentaba sacarse de encima las cadenas que la aprisionaban. Movía sus manos y pies rudamente, pero ni siquiera sus dones funcionaban.

Su malhumor emergió, y con impaciencia contempló a su captor, quien la analizaba cuidadosamente.

— Se podría decir que soy tu salvador —respondió crípticamente—, y deja de intentar abrirlas o desaparecer no vas a poder librarte fácilmente de ellas porque son especiales para personas como nosotros —agregó con un dejo de amenaza.

«¿Cómo nosotros?» se preguntó ella. «Ángeles y demonios» le respondió él, haciendo eco en su mente. Valquiria gruñó iracunda, odiando el sentimiento de que le hurgaban en su mente. Había pasado mucho tiempo aprendiendo a crear un impenetrable muro como para que él pudiese romperlo con facilidad.

— ¿Puedes soltarme y decirme quien infiernos eres? —preguntó impaciente e inquieta, volviendo a sacudirse para deshacerse de las cadenas. Él permaneció imperturbable hasta que suspiró.

— No te pienso soltar hasta estar seguro que has vuelto a ser la Valquiria de antes y confiar en que no vas a volver con los malos en cuanto te suelte —comentó con cierto aburrimiento, sacando de su bolsillo un teléfono móvil y usándolo con torpeza—. Nunca me acostumbro a esta tecnología de mierda —balbuceó—. Por cierto... soy Ragnar —suspiró, caminando lentamente por la celda.

Ella ahogó un grito, dándose cuenta que no le había dicho nada útil. Estaba segura que en cuanto Mith o alguno de los demonios mayores se dieran cuenta de su ausencia, estarían buscándola por todos lados. Eso no era bueno ni para ella ni para Ragnar, quien seguía luchando con su móvil.

— Puedo ayudarte —le dijo ella al verlo tan torpe, pero él rió divertido y negó.

— Ni lo pienses, conozco a las de tu tipo. No me voy a dejar engañar —canturreó siniestramente, y Valquiria puso los ojos en blanco. Intentar mediar con él era tan inútil como sus dotes con la tecnología.

Tras luchas con el móvil, él lo guardó y se apoyó contra los barrotes para vigilarla. Permanecieron en silencio por un arduo momento, que parecieron horas. Valquiria comenzaba aburrirse de no poder escapar de ningún modo, y empezó a contar la cantidad de piedras que conformaban las paredes y techo.

— Te ves bastante normal para ser quien lidera todo esto —comentó él rompiendo con el silencio, y haciéndola perder la cuenta. Valquiria elevó sus cejas con ironía y su expresión se tornó burlona—. Entonces Valquiria, ¿Realmente tienes una idea de cómo todo esto va a terminar? —inquirió él, tomando una de las flechas que guardaba tras su espalda y haciéndola girar entre sus dedos.

— Todo va a terminar con la caída de los cazadores, Lucifer gobernará y yo seré su heredera —respondió mecánicamente; eso era lo que había memorizado tras los días en la que la torturaron para intentar borrar su mente, y redirigir sus objetivos.

Ragnar se echó a reír sin humor, y negó.

— Esa es la mierda que quieren que creas —murmuró tétricamente—. Ellos te matarán en cuanto puedan, y tendrán completo control de todo. Tu solo eres un objeto metafórico de venganza, eres la figura que todos necesitaban para tener la certeza de lo que vendrían. Representas la unión de la oscuridad para luchar contra el bien, la caída de los cazadores, y la venganza de Lucifer.

Valquiria no respondió. Eso ya lo sabía, aunque le había costado tiempo darse cuenta. Las líneas de su rostro se tensaron con su malhumor, y él se encogió de hombros ligeramente con expresión imperturbable.

Legado III: La Emperatriz de los Bastardos [Finalizada]Where stories live. Discover now