Capítulo 2

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Abrió una lata de RedBull y se la tomó completa, para luego estrujar la bebida y tirarla al suelo. Sus músculos estaban tensos, traía los pantalones a la cadera, algo que le hacía sentir relajado, justo como necesitaba sentirse en ese momento. Caminó de un lado para otro, tomándose la última lata de RedBull, hasta que por fin la puerta de ese descuidado departamento, que había rentado por unas horas, empezó a sonar.

Ryan, Chas, Nick y Alex entraron al departamento, cada uno con una chaqueta de cuero puesta.

- ¿Dónde están? – le preguntó Ryan a Max.

Max señaló la primera puerta del pasillo de habitaciones sin siquiera hablar.

Los cuatro hombres que habían entrado caminaron hasta la habitación, en donde cinco chicas se encontraban inconscientes.

– Vaya, vaya jaja -rió Ryan, al observar a las cinco mujeres sobre el suelo.

Una de ellas sobre todo, le llamó la atención.

- ¿A cuál me llevaré? – preguntó riendo de nuevo, y el sollozo de una de ellas se escuchó fuertemente.

– Shhh. . .-dijo colocando su dedo índice sobre sus labios.

- Tú escoge. – le indicó Max.

- La quiero a ella. – señaló con el dedo a una de las dos rubias que sobresalía entre las cinco. Todas empezaron a sollozar, completamente asustadas. Max la ayudó a pararse y se la entregó a Ryan.

- Yo la quiero a ella. - dijo Chas, señalando a la morena de en medio. Max hizo lo mismo, quitándose de encima a dos de las cinco mujeres.

- Yo quiero a la última. – señaló Alex. Max la ayudó a ponerse de pie, y se la entregó igualmente a Alex. Quedándose con solamente dos mujeres.

- Yo a ella. – sentenció Nick, señalando con la punta del dedo índice a Julie. Fijándose minuciosamente en el bonito escote que tenía en su blusa.

- No. – negó Max. – ella es mía.

- ¿Y desde cuándo tú eliges?

- He hecho la mayor parte de este maldito trabajo, lo justo sería que yo me la llevara. – le dijo Max. De alguna manera su sentencia tenía fundamento, pues Julie manejaba más cuentas bancarias que las demás.

- Vale -contestó Nick. – me llevo a la otra.

Y al cabo de dos minutos, cuatro hombres tenían a cuatro mujeres junto a ellos, cuatro secuestradas con la intención de hacer que cada una de ellas, roben a sus propias familias accediendo a las cuentas bancarias de estas. Cada hombre se iría con una de ellas a distintos lugares del mundo para no poder ser encontrados jamás y volver con las manos llenas de dinero, con las secuestradas muertas.

Max cerró la puerta, su destino era París.
Partiría de Las Vegas esa misma noche, antes de que se hiciera pública la desaparición de Julie y empezaran las investigaciones.
Se volteó, ahora se escuchaba tan solo el apacible silencio entre los dos. Sentía los bonitos ojos de Julie sobre él, observándolo, observándolo todo el tiempo. "¿Qué más quieres mirar?" Sonrió "Tal vez más abajo..."

- ¿Qué miras? – le preguntó. No obtendría respuesta, pues Julie traía la boca tapada así que se acercó a pasos lentos hacia ella, pudo darse cuenta de lo asustada que estaba cuando sintió que empezaba a temblar, cada vez que se le acercaba más y más.
- ¿Por qué el miedo? – le preguntó, y soltó el pañuelo que ataba sus labios. Julie soltó un respiro.

- ¡Déjame salir de aquí imbé...

- Hey, hey. . .-posó sus manos sobre los labios de Julie. Ella, al no poder defenderse solo se quedó callada. – no se insulta al jefe guapa.

- No me llames guapa. – le pidió ella. Max sonrió. "Bonito carácter..."

- ¿Y cómo te llamo? - aprovechó que aún se encontraba atada de manos y pies. - ¿fea?

- Van a encontrarme. – le dijo ella. Y eso pareció molestar a Max más de la cuenta, cambiándole por completo el ánimo.

- ¿Te piensas que es fácil muñeca?

- No me llames muñe...

- Te estoy hablando. – le dijo firme. Julie se quedó callada.

– No lo es conmigo ¿vale? Acostúmbrate porque ningún estúpido policía va a encontrarte mientras estés conmigo, estás con el mejor preciosa, con el mejor.

De pronto una leve oleada de deseo invadió a Julie al escuchar esas palabras. Observó a Max, embelesada por esos enormes ojos que recién empezaba a ver, al igual que su cabello, una combinación perfecta con su piel, unos bíceps ligeramente cubiertos por capa de sudor, unos labios rosados, deliciosos con solo verlos.

– El mejor secuestrador de todos ¿me has oído? – la miró a los ojos.

– Y te irá mejor si no intentas nada, no querrás conocerme de verdad -le advirtió.

- Alístate – le dijo por última vez.

- Nos vamos a Francia.

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