Prólogo.

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Prólogo.



Jayden PDV

-¿Qué hay, grandulón? -pregunté abriendo la puerta de entrada con un movimiento brusco.

Apenas fui capaz de esquivar el cuchillo que Miroslav me había arrojado justo al rostro. Se estrelló en el marco de la puerta vieja de madera, donde tan sólo hacía segundos había estado mi cara.

-¡Wow! ¡Eso estuvo cerca! -exclamé emocionado, por eso me encantaba sorprender a Miroslav, era una descarga de adrenalina asegurada.

Miroslav me miró con ojos muy abiertos , con esa mirada de pirado que tanto lo caracterizaba. Sonrió como un niño cuando me reconoció.

-Hola, negro como la noche. -dijo elevando la mano derecha y haciendo el saludo militar que tanto lo caracterizaba.

-Hola, blanco como el día. -respondí riendo y también hice el saludo con mi mano.

Caminé hacia el centro de la ridículamente pequeña cabaña. Hace algunos años, Miroslav me había contado que había hecho su cabaña pequeña para que Blancanieves pensara que pertenecía a los siete enanos y él pudiera capturarla y comérsela. Desconocía por completo si se refería al acto sexual o al canibalismo.

Tierno.

Coloqué las bolsas que llevaba sobre la mesa coja, (solo tenía tres patas), procurando ponerlas de manera que el mueble no se viniera abajo con el peso.

-Te traje la despensa. ¿Te alcanzó con lo que te traje la vez pasada?

-No, pero no importa. Cacé algunas ratas de campo, ¿quieres? -preguntó ofrenciendome un enorme plato con lo que parecía una maldita rata frita.

-¡Ewww! ¡No! ¡Eso es asqueroso! -dije agitando las manos al aire, a veces sentía que estaba rodeado de cavernícolas.

Me alejé de él rápidamente y respiré por la boca para dejar de percibir el horroroso olor.

-Oh, no te gusta comer cosas que hablan. Dame un segundo. -se giró dándome la espalada y empezó a susurrarle a la rata muerta que se callara porque me estaba asustando.

Fruncí el ceño, a veces me daban ganar de saber lo que pasaba por la mente de Miroslav, a veces. A veces.

-Ok... Ya tengo que irme, te veré en dos semanas. -murmuré caminando hacia la puerta.

-¿Tú seguirás trayéndome comida? -preguntó.

-Sí... La Cobra no va a poder hacerlo durante algún tiempo.

-Sí, algo escuché. Bueno, espero que al final le gane al gorila.

-¿Qué?

-Sí ya sabes, La Cobra fue a pelear contra el gorila, al menos no le tocó contra el tigre. Pero bueno, eso le pasa por creerse animal. ¿Está medio loco, no crees? -me comentó en voz baja, como si nos estuviéramos secreteando algún chisme.

-Sí. Él está medio loco. -murmuré arrastrando las palabras y me encaminé hacia la puerta. -Nos vemos, grandulón.

Él levantó la mano y volvió a hacer el saludo militar pero me miró con los ojos muy abiertos. Suspiré.

-¿Quieres venir conmigo? -le pregunté sin ganas.

-¡Iré por mi chal! -gritó lanzando el plato al aire, solté un grito asqueado cuando la rata frita se estrelló contra el suelo.

* * *

Giré mi Jeep a la derecha por las calles recién pavimentadas de Bradford, de lo que quedaba de Bradford. Aún faltaba como media hora para llegar a la nueva plaza comercial.

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