Capítulo 3 (Editado)

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El odioso sonido de mi celular empezó a escucharse en toda la habitación. Lo tomé de la mesita que está al lado de mi cama y lo puse en mi oído aun acostada y con los ojos cerrados.

—Hola...

— Helena, son las once de la mañana, ¿Aun estás acostada? —La voz de mi madre hizo que diera un brinco y saliera de la cama

—No.

—Te lo he dicho, que ya no estés viviendo bajo mi techo no significa que ya no obedezcas mis reglas.

Quería contradecirla. Informarle que ya tengo 18 años y legalmente puedo hacer lo que quiera, pero iba a discutir otra vez con ella y la verdad no estoy de humor para hacerlo. Según sus reglas debería haberme despertado hace 4 horas.

—Lo sé, mama. Lo siento, estuve hasta tarde acomodando mis cosas aquí y estaba agotada —La oí soltar un gran suspiro al mismo tiempo que rodeé mis ojos.

—Está bien, no quiero que vuelva a pasar

«Si pasa, nunca lo sabrás»

—Lo sabré Helena

«Demonios, es una bruja»

Mientras tenía el celular en el oído fui al closet para buscar algo que ponerme—. Cuéntame ¿Qué tal tu tía?

—Apenas llegue se fue y no hablamos —Escucho otro suspiro de su parte—. No es para tanto, de todos modos, no tenía muchas ganas de hablar con ella y lo sabes. No es mi tía de verdad, ¿Lo sabes?

—Deja esa actitud desagradecida, ella te está permitiendo quedarte en su casa y que tú hables así de ella no me gusta, además ella es tu tía... —la voz quejumbrosa de mi madre ya me estaba poniendo de malas, por suerte, alguien toco la puerta interrumpiendo el regaño de mi madre.

—Mamá, alguien está tocando a la puerta, debo irme —Colgué sin siquiera dejarla despedirse. No estoy de humor para discutir ni tampoco hablar con ella.

Tome unos jeans y una camiseta del closet y me apure a ponérmelas. El ruido en la puerta se hizo más brusco.

— ¡Ya voy! —grité, pero el ruido seguía, esta vez más rápido y constante, me estaba poniendo histérica.

Cuando termine de ponerme los jeans me levante y camine rápido hacia la puerta—. ¡¿Qué?!

—Veo que te despiertas de buen humor en las mañanas —sentenció sarcásticamente Alex.

No sé qué hubiera preferido, seguir hablando con mi madre y escuchar sus regaños o estar aquí viendo a Alex fuera de mi puerta con los brazos cruzados y una cara de pocos amigos. Sabía que no venía nada bueno.

—Extasiada y más aún porque me encanta escuchar como tocan la puerta como pájaro carpintero —Cruce mis brazos como él y bajo su vista hacia mi remera. Levantó la comisura de su labio y volvió a mirarme.

—Además de despertar extasiada ¿también te gusta ponerte la ropa al revés en las mañanas? —Lo mire confundida y vi mi camiseta

La tenía al revés. Alex estaba a punto de reír. Me di la vuelta sonrojada y entré en el closet. Sentí calor subir por mis mejillas y no por la vergüenza, sino porque el idiota me saco de quicio en solo cinco minutos en mi presencia.

— ¿Qué necesitas, Alex? —pregunté mientras me quitaba la camiseta y me la ponía bien.

—Yo no necesito nada y no estoy aquí por voluntad propia

«Que amable».

Mire por un momento lo que Alex llevaba puesto y me quede impactada. Tiene una camiseta blanca que va bien pegada a su gran torso y una chaqueta arriba de ella. Estaba aún más lindo que ayer y tengo que admitir que el aspecto de chico malo no le queda nada mal. Nunca me atrajeron esas cosas en los chicos, pero el físico de Alex concuerda perfectamente con él.

¿Solo primos?  ©  (Disponible completo en Dreame)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora