Capítulo 2 (Editado)

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La despedida con mamá fue un poco dura o, en otras palabras, pesada.

Ella me pregunto cómo cien veces si no olvidaba nada y que si necesitaba más tiempo para pensar mejor lo de una universidad tan lejos de casa, me lo daría. Cien veces le respondí que estaba segura, pero siguió insistiendo hasta que me subí al avión.

Si yo tan solo hubiera dicho que necesitaba tiempo para pensarlo mejor, ella seguramente me daría un discurso de que tengo que ser fuerte y que seguro podría hacerlo. En resumen, solo me preguntaba eso porque quería hacer el papel de madre comprensiva, cosa que jamás fue. Ella desea aún más que yo esa universidad.

Dormí casi todo el vuelo, las pastillas que me compré para dormir eran increíbles. Yo no soy de usar ese tipo de cosas, pero tengo un temor horrible a los aviones y más hoy que viaje sola, al menos las otras veces siempre estaba la muñeca de mi madre o la mano mi hermano para romper.

A la falta de ellos, solo diré que deje un leve hundimiento en los brazos del asiento.

Cuando salí del avión estaba un poco perdida, pasó demasiado tiempo desde que estuve aquí. Además, que cuando era niña no me parecía suficientemente excitante un aeropuerto, por lo que nunca le preste demasiada atención.

No sabía dónde ir así que antes de perderme me quede en los asientos que estaban en frente de la salida.

—¡Helena! —gritó alguien entre la multitud del aeropuerto, me di vuelta y vi a Amanda agitando la mano y dirigiéndose a mí. Cuando llegó me dio un abrazo—. ¡Oh por dios! ¡Mira que grande estas! ¡Y qué hermosa!

Creo que es una total forma de ser condescendiente el hecho de referirse al físico de una persona cuando la ves después de un tiempo. No me consideraba hermosa, quiero decir no soy fea, pero no me considero una chica guapa. Tengo el pelo negro, ojos cafés, no soy flaca soy más normal y mido 1,62.

—Gracias —respondí forzando una sonrisa.

No estoy especialmente feliz por ver a Amanda. Ella nunca tuvo interés en vernos. Mi madre llamó muchas veces por cuatro años, pero rara vez devolvía las llamadas. Después de un tiempo dejó de llamar. Fue como que de un momento a otro no nos quería ver más y ninguno supo por qué.

Mi madre la llamó otra vez hace dos semanas solo para preguntarle si podía quedarme con ella un tiempo mientras estaba en la universidad. Un apartamento salía demasiado y mi madre no me tenía la suficiente confianza como para dejarme vivir sola. Así que en resumen era vivir con Amanda e ir a la universidad Lindel o ir a la estatal en Seattle. No lo tuve que pensar mucho la verdad.

En realidad, fue un juego mental, como todo lo que hacia ella. Ella no permitiría, bajo ningún punto de vista, que yo dejara ir la oportunidad de ir a Lindel. Es la universidad que ambas siempre soñamos. Solo me amenazó porque es su mejor manera de hacerme obedecer y lo sabe. Sabe que ella me aterra más que el mismísimo diablo.

Esta universidad tiene una característica que no tienen otras instituciones. Es bastante estricta. No dejan que te pases de listo. Ya sé, se supone que en la universidad puedes hacer tu vida, hacer las cosas que quieres, pero en esta no es así. Si aceptaste y aplicaste para esta universidad, son sus órdenes y sus reglas. Tienes que ir a clase, no debes llegar tarde, debes cumplir cada una de los deberes que te mandan y más aún si tienes una beca. En resumen, no salí de la secundaria, pero la diferencia es que cuando salga de aquí voy a tener un título.

—¿Cómo estuvo el vuelo? —quiso saber ella mientras miraba mi ropa. Llevaba puesto unos jeans gastados, unas zapatillas y una camiseta. Mire la ropa de ella y estaba muy formal, tenía unos tacones que si yo me los pusiera me rompería el cuello, una falda tipo lápiz y una camisa blanca. Su aspecto físico no estaba para nada mal. Pasaron 10 años y estaba tal cual la recordaba. Su pelo rubio platino estaba perfectamente peinado y se maquilló bastante bien para la ocasión.

¿Solo primos?  ©  (Disponible completo en Dreame)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora