Megan.
Me remuevo incómodamente en el diminuto colchón y suspiro.
Miro por la pequeña ventana de la pared que, aunque muy diminuta que sea, se ve la luz del Sol.
Me pregunto como estarán mis amigas.
¿Las tratarán igual de bien como me trata a mí mi secuestrador? Ojalá.
Nunca me ha gustado ver a mis amigas sufrir, y mucho menos saber que lo están haciendo y yo no poder hacer nada.
A veces me pregunto, ¿por qué a nosotras?
Mis padres estarán buscándome como locos, pero no creo que sepan nada de este sitio. Ni si quiera sé si sigo en mi cuidad o no. No sé absolutamente nada.
La puerta se abre silenciosamente, dejando ver a mi secuestrador con una bandeja en la mano.
Cierra la puerta tras él, y me deja la bandeja sobre el colchón.
-Que aproveche.-dice con la voz ronca.
-Gracias.-respondo con un hilo de voz.
-Si necesitas ir al baño o algo..-susurra.-Solo grita "Jota".
Asiento no muy convencida y se toca la nuca. Seguidamente, sale de la habitación, dejándome sola como todos los días.
***
-¡Jota!-grito con la intención de que me oiga.-¡Jota!
La puerta de la habitación se abre. Dirijo mi mirada hasta ella, en la que se encuentra mi secuestrador.
-¿Baño?-pregunta y asiento.
Me coge de la mano y salimos de la habitación.
-Como se enteren de que te estoy llevando al baño me matan.-murmura.
Jesús.
Una vez que estoy apunto de abrir la puerta del baño, Rick aparece por el final del pasillo con la mirada fija en las llaves que le cuelgan del dedo índice.
-Métete al baño, corre.-le ordeno a Megan en un susurro.
Esta obedece y cierra la puerta tras ella.
-Hombre, Jesús..-dice Rick con una sonrisa acercándose a mí.
Megan.
Una vez dentro, pego la oreja en la puerta para intentar escuchar la conversación.
-Hombre, Jesús..-dice una voz masculina justo al otro lado de la puerta.
-Rick.-le saluda.
-¿Cómo vas?
-Bien.-responde mi secuestrador.
-¿Cuando la matarás?-pregunta de nuevo el otro chico.
Enseguida, noto como me voy poniendo pálida y mi respiración es entrecortada. ¿Me va a matar?
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