Vigésimo quinto café

355 41 4
                                    

Ya no me quedaban más dudas de mi decisión. Luego de una semana de vueltas y más vueltas, logré convencerme a mí misma de que sería lo mejor; digamos que esta era una oportunidad única y que en caso de dejarla pasar sería una completa idiota, por lo que aquella tarde de abril me encontraba empacando nuevamente mi maleta. Mi teléfono vibró sobre la mesa, seguramente un mensaje de Harry. Tal vez estaría abajo.

Y efectivamente así era. Cuando entró a mi habitación y observó por sobre mi hombro el caos propio de preparar viajes, me preguntó que hacía todo eso allí. Cuando volteé a verlo, pude ver su ceño fruncido.

-Volveremos a Roma, Haz, ¿no es genial?

Él se mantuvo silencioso mientras yo iba de un lado a otro buscando mis cosas. Pronto su silencio comenzó a preocuparme, empeorando cuando lo vi mirando algún punto en la pared, inmóvil.

-¿Qué ocurre?

-¿Cuándo decidiste esto?

-Anoche -respondí serenamente. Él me miró, clavando sus profundos ojos en mí y, por primera vez en mucho tiempo, haciendo que me sienta intimidada.

-¿Y cuándo pensabas decírmelo? -su voz parecía molesta y yo no podía creer que realmente esté molesto por semejante idiotez.

-Acabo de hacerlo. ¿Cuánto antes lo esperabas?

Mala idea. Debí haber dicho sólo la primer oración, puesto que Harry se levanto de la cama y se acercó a mí de una manera que me quitó el aliento del miedo. Jamás lo había visto realmente enfadado, y me asustaba descubrir aquella faseta suya.

-¿Para cuándo son los boletos?

-Pidieron mi presencia allí cuánto antes por lo que los saqué para mañana temprano.

-¿Y no crees que deberías haberlo dicho hace dos horas, cuando aún tenía tiempo de prepararme? -explotó. No gritó, pero estuvo a punto.

Me estremecí de pies a cabeza. -Aún tienes tiempo.

-¡No, Violet! Son casi las cinco, ¿piensas que en 6 horas podré preparar todo y hasta despedirme de Johanna? Sabes como es ella con este tipo de cosas.

El aire no corría por mi garganta. ¿Qué diablos había sido aquello? Estaba temerosa de hablar, por lo que mi voz tembló cuando logré soltar una débil frase.

-Lo lamento.

-¿Lo lamentas? ¡Pareciera que quieres dejarme fuera de todo esto! ¡Mierda, estás por tener la mayor oportunidad de tu vida y me estás dejando fuera, que egoísta que eres!

Reaccioné ante la violencia de sus palabras. Estaba insultándone, y siento o no Harry, no iba a permitírselo.

-No te estoy dejando fuera. ¡Y si eso es lo que piensas, allí tienes la puerta!

-Perfecto. Espero que seas muy feliz, niñita egoísta.

Y se fue de mi departamento dando un portazo. Pero de lo que no me percaté en ese momento, fue de que tal vez en ese preciso momento, él se había marchado también de mi vida.

CoffeeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora