-Mhh... - Gimió éste, inclinándose nuevamente para besarlo, saboreando esa cavidad dulce de la boca de Ciel.

-¿Quieres que te lo chupe? - Pregunto en medio de los besos, al notar el leve movimiento de las caderas de Sebastián contra su mano.

-No... Solo, date la vuelta

El menor entendió y obedeció de inmediato. Sin embargo, lo siguiente que emitió fue un gemido de verdadero placer. El mayor besaba su espalda, recorría con besos desde su hombro hasta su cintura, haciéndole estremecerse. - ¿Haces este trabajo porque te gusta?

-Mmm... No... - Susurró, sintiendo una vez mas esa extraña oleada de calor que por primera vez era placentera. Muchas veces, los clientes le habían obligado a correrse y por eso sabía lo que se sentía. Sin embargo, eso nunca fue por completo placentero, era más una cuestión de "vida o muerte". El cliente podía salir y quejarse con su tía, Madame Red y entonces, ella le obligaría a darle una felación gratuita. Algo que consideraba francamente asqueroso y que solo podía recordar con disgusto y con la sensación ardiente en su garganta de ese líquido blanquezino que era obligado a tragar.

-Lo imaginaba. - Respondió el moreno. - No quiero que esta noche lo hagas por compromiso o por trabajo. Quiero que ambos lo gocemos al maximo. - Y diciendo esto, su mano se metio en medio de las piernas del menor para masturbarlo ligeramente.

-Ahh... No hagas eso.. - Murmuro el menor una vez mas. - Solo tomame y ya.

-¿Es por el dinero? - Inquirió Sebastián, mientras frotaba su miembro contra la cola exquisita de su acompañante. - Puedo pagarte cien dólares si accedes a quedarte conmigo un poco más.

No era por eso que no quería. No quería porque le gustaba como estaba sintiendose. - D-De acuerdo. - Aceptó dudoso.

-Prometo que seré lo más suave posible.

-No te preocupes por eso. Puedes ser tan rudo como quieras. - Respondió, dejando escapar un suave gemido al momento en que sintió el miembro de Sebastián rozar su entrada.

-Tienes un trasero muy deseable. - Le brindó una palmada que provoco escalofríos en el cuerpo del ojiazul y lo penetró lentamente, disfrutando esa entrada estrecha. - Mmm... - Gimió el moreno. - ¿Cómo te llamas?

-Me llamo Ciel... ¿Y tú?

-Mi nombre es Sebastián. - Respondió entre jadeos, comenzando a embestir al ojiazul lentamente, disfrutando cada movimiento y cada sensación que experimentaba.

-Mmmm... Sebastian... - Repitió, aunque en realidad solamente se escuchó un murmullo porque escondió el rostro contra las sabanas. No podía creer lo duro que se había puesto su miembro y lo mucho que estaba disfrutando de rozar la punta de este contra la cama. - Voltéame y fóllame, por favor...

El moreno le giro, sin siquiera salir de su interior y aumentó la velocidad de las embestidas. - Vaya, vaya. ¿Tantas ganas tienes? - Preguntó sarcásticamente, mientras tomaba el falo del menor con su mano y lo masturbaba con rapidez. - Creí que esto era algo que no hacías por placer.

-No... Ah... pero ... - Se calló. Sería demasiado vergozoso aceptar que con el todo eso era placentero.

Sebastián se quedó en silencio, simplemente recostó su cuerpo sobre el del ojiazul y continuó embistiendo. Deseaba llenar ese estrecho agujero con su esencia pero, a la vez, hubiera querido que ese momento no se acabara nunca. Jamás se habia sentido tan conectado con alguien como en ese momento.

Ciel por su parte cerró los ojos y entrelazó los brazos alrededor del cuello del mayor. Sus piernas le siguieron, enredandose en la cintura de éste. Quería sentirlo cerca, tan cerca como fuera posible y eso le era inexplicable. Es más, era incorrecto para él. No quería disfrutar de esto. A pesar de las muchas veces en las que se había sentido atraído por un hombre, él se resistía. Pensaba que el que su tía lo hubiera obligado a llevar este tipo de vida no debía influir en sus verdaderos deseos. Así que, se había jurado a sí mismo jamás disfrutar de esto. - Golpéame. - Suplicó.

Sin embargo, el moreno no lo tomó en la forma que el esperaba. Se arrodilló en la cama, levantando al menor en su regazo y le palmeó el trasero con mas fuerza de lo que lo hizo antes, obligando a Ciel a emitir un chillido. - ¡Ahh!

-¿Te gusta que te golpeen? - Pregunto seductoramente en su oído, cepillando sus labios contra éste. - Mi pene puede golpear una parte tuya que te va a causar mucho mas placer que esa palmada. - Continuó, acelerando sus movimientos y embistiéndolo mas profundamente, buscando entre sus movimientos bruscos ese punto en el que haría gritar al menor.

Ciel echo la cabeza hacia atrás y gimió de placer, tan recio que casi pareció un grito. Sebastian conocía el cuerpo de un hombre mejor de lo que él había creído. - ¡Ahh!¡Ahh! - No atinaba siquiera a pensar. Solo quería sentirlo, solo quería vivir eso que nunca antes quiso. Se aferró de la espalda del moreno, rasguñándola mientras movía sus caderas, siguiendo aquella danza que ya no era más impuesta.

El moreno se aferró de los cabellos de su compañero, mientras le embestía un par de veces más. Entonces pudo sentir la tibieza de la semilla de Ciel escurriendo por su abdomen y el culminó también dentro de ese cuerpo perfecto.

No se dio cuenta del momento pero, para cuando se percató de ello, estaba tendido en la cama y el menor yacía profundamente dormido. Rápidamente tomó su ropa del suelo. La borrachera parecía haberse ido por completo y ahora la reemplazaba un sentimiento de placer recibido y culpabilidad que se mezclaban en partes casi iguales.

Se puso la camisa sin abotonar, pues recordó que no le había pagado al ojiazul por el servicio. Rebuscó su billetera en sus pantalones y sacó uno de los dos billetes de cien dólares que acostumbraba llevar para las emergencias. No podía mencionarles semejante cosa a sus amigos, lo sabía. De hecho, era probable que ellos hubieran pagado a la chica rubia que estuvo con el antes del menor.

"Que desperdicio." Se dijo mentalmente. No obstante, sus ojos fueron hasta el cuerpo que yacía en la cama. ¡Tan desvergonzado de su desnudez estaba que se había quedado dormido sin cubrirse siquiera con una sábana!

Ciel se giró en su costado, abriendo un ojo y sonriendo. - ¿Ya te marchas? Espero haberlo hecho bien. - Añadió, sentándose en la cama y mirando de reojo al billete que Sebastián dejara en la mesa al lado de la cama.

-Yo... - Cuando vio ese rostro, sonriendo tan sarcásticamente como antes se sintió estúpido. Por un momento había sentido que todo lo sucedido fue especial. - Debo irme. - Concluyó.

-¿Volverás? - Preguntó curioso, con un tanto de esperanza en realidad.

-No. Nunca volveré. Esto ha sido un error. - Suspiró y se marchó de la habitación.

Por primera vez en muchos días, Ciel se sintió extraño y avergonzado. Tomó la sábana y la enrolló en su cuerpo. Algo dentro de él dolió con esa respuesta y no sabía que era.

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Había llegado al apartamento en el que vivía con su prometida. En la mañana no había llegado siquiera a saludar. Simplemente le llamó por teléfono y le dijo que no llegaría sino hasta la noche, que la despedida en casa de Claude había estado muy buena y no había terminado sino hasta el amanecer.

"Hola, amor." Saludó al llegar, tomándola por la cintura y robándole un rápido beso pues una amiga de ella les visitaba en la casa.

"Hola." Respondió ella secamente. Sin embargo, Sebastián no le puso demasiada atención. Se despidió de la amiga y se metió en la recámara. Se desvistió y mentalmente agradeció el haber dejado esa mudada de ropa en la tintorería o no habría tenido excusa para llegar hasta esa hora a casa.

Se sentó en la orilla de la cama y se preguntó a sí mismo. "¿Será que podría ver a Ciel una última vez? Sí, solo una vez más."


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