Capítulo VII - Dominique Weasley

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—Familia del pasado, yo soy Dominique Weasley, pero más les vale decirme Nique, o pueden ir arrepintiéndose —Era bastante obvio que la chica tenía el carácter endemoniado de su abuela combinado con algunos genes bastante temperamentales.

Todos se habían quedado muy sorprendidos por su actitud, en especial los miembros de su familia que la miraban anonadados.

— ¿Nadie me va a preguntar nada? —Nadie emitía palabra— Oh, bueno, entonces continúo yo; tengo 23 años, soy una leona, mis padrinos son mi tío Charlie y mi tía Angelina, mmm... ¿qué más?

— ¿Quiénes son tus padres, cariño? —le preguntó su abuela después de salir de ese pequeño aturdimiento inicial.

—Ah, lo había olvidado, ¿no se dieron cuenta todavía? —Silencio nuevamente—. Bueno, eso no importa; mis padres son Bill y Fleur.

Estos se dieron un beso, estaban felices aunque un poco intimidados por la que sería su hija.

— ¿Somos buenos padres? —Bill se había olvidado de preguntarle eso a su hija mayor.

—Yo considero que sí, aunque tengo demasiados problemas con mamá y no tenemos una muy buena relación, debo admitir que es buena madre —dijo algo apenada.

— ¿Pog qué nos llevamos mal? ¿Me odias? —A Fleur le dolía pensar que no se llevaría bien con una de sus propias hijas.

—No, mamá, te quiero inmensamente, sucede que somos muy diferentes, tú siempre quisiste que fuera un poco más como Vic, o sea, una princesita francesa, sin ofender hermana, sabes que te amo, —lo último lo dijo mirando a su hermana, que asintió con una sonrisa— pero yo soy más como papá, una Weasley con todas las letras. Y también tiene que ver con que no quieres aceptar lo que quiero hacer para mi vida, que es cuidar dragones con mi tío en Rumania.

— ¡¿Cuidag dgagones?! Pego eso es muy peligroso, te lo prohíbo —Fleur tenía mucho miedo de que algo le pasara a su niña, aunque apenas la conociera y ya no fuera tan pequeña.

— ¿Lo ves?, siempre es lo mismo, pero yo estoy decidida, y nada ni nadie me va a hacer cambiar de opinión —Nique mostraba tal firmeza que su madre se vio incapaz de contradecirla nuevamente.

—Bueno, yo estoy más que feliz de que una sobrina mía y más si es mi ahijada quiera trabajar conmigo en lo que más me gusta hacer —dijo Charlie para cortar el ambiente tenso.

—Claro, además eres mi tío favorito —Bajó corriendo para darle un abrazo a Charlie, quién le devolvió el abrazo encantado.

Dominique volvió a subir al escenario y continuó hablando.

—Ahora le voy a pedir a mis tíos que sujeten a mi padre, porque no quiero que se desmaye —estos lo sujetaron—, esto... tengo una relación amorosa con uno de mis primos. Bill enrojeció.

— ¡¿Lo dices en serio?! ¡Estás demente! ¡¿Cómo es que eres novia de alguien de tu propia familia?! ¡Eso no está nada bien! ¡¿Quién es el desgraciado?! —Los gritos del pelirrojo que intimidaron a varios en el Gran Comedor, no hicieron más que enfurecer a su hija.

— ¡No pienso permitir que me grites! —Exclamó con ímpetu— ¡Ya soy lo suficientemente mayor como para decidir con quién quiero estar! Además —prosiguió con más calma—, nos amamos. Y nada de lo que digas o hagas impedirá que estemos juntos, en este tiempo o en cualquier otro.

—Y el desgraciado soy yo, tío Bill. Te juro que la amo y que jamás la lastimaría, primero muerto, ella es mi vida y sé que somos primos, pero eso no nos impidió sentir lo que sentimos—James se había acercado a su novia y la tenía rodeada con sus brazos.

Bill estaba perplejo, les creía, notaba que se amaban, pero le costaba aceptarlo; al final con ayuda de su esposa y su hermana pudo tranquilizarse y siguió escuchando a su hija.

James se había vuelto a sentar, no sin antes darle un dulce beso enfrente de todos.

—Ahora que todos estamos más tranquilos —miró significativamente a su padre que afirmó con la cabeza—, les voy a contar que formo parte de los Merodeadores 2.0 junto a mi novio y mis mejores amigos; sé que los merodeadores originales eran chicos, pero no creímos que importara. Además en estos nuevos merodeadores no tenemos a ningún Colagusano, así que yo soy la Merodeadora, pero solo pueden llamarme así mis amigos, nadie más, ¿entendido? —todos asintieron, la chica en verdad daba miedo enojada.

Ya estaba por dejar que se presentase el siguiente cuando recordó una última cosa.

—Ah, me olvidaba, mi patronus es una leona, al igual que el de James es un león —los padres de ambos chicos sonrieron, sin duda eran almas gemelas—, el tonto olvidó decirlo.

—Eh, no soy tonto, y tampoco era tan importan... —Fue interrumpido por su novia, quien lo calló con un beso y fue a sentarse junto a él.

Iba a pasar el siguiente, cuando las puertas del gran comedor se abrieron y entraron los dos encapuchados que habían salido durante el almuerzo.

—Perdonen la tardanza —todas las miradas estaban puestas en ellos— es que teníamos un asunto que arreglar. Luego sacó de un pequeño bolso violeta los retratos de Dumbledore y Snape y con un simple hechizo los agrandó para colgarlos en una de las paredes del Gran Comedor.

Las exclamaciones no se hicieron esperar, pero fueron calladas por la directora que miraba impresionada a los encapuchados que acababan de entrar.

— ¿Cómo los has traído? Para entrar en el despacho necesitas una contraseña y estoy segura que ninguno de ustedes la sabe.

 —Umm... —la encapuchada sonaba un poco avergonzada— es que conozco un hechizo que sirve para desbloquear cualquier entrada, sin importar que tan fuerte sea su protección.

—Eso es... eso no... dudo que exista un hechizo así —sentenció.

 —Bueno, no existía. Nosotros lo creamos, con ayuda de un amigo.

La directora la miró detenidamente pero asintió de acuerdo. Muchos de los presentes, o más bien los del tiempo actual, se encontraban admirados con la capacidad de los chicos.

Algunas personas como Harry y Draco, se acercaron a hablar con los retratos de los ex-directores.

Después de un considerable tiempo, McGonagall hizo sentar a todos nuevamente y ordenó seguir con las presentaciones.

Se subió al escenario un chico que al sacarse la túnica, dejó con la boca abierta a todos los del pasado. Era un calco de Harry incluyendo los ojos, con la diferencia de que no usaba anteojos, no tenía la cicatriz, y se veía un poco más atlético.

—Hola, pasado, mi nombre es...


Ups... ¿Retrocedimos en el tiempo?Where stories live. Discover now