Capítulo tres: El comienzo

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Cuando termine de acomodar mi cuarto, me tumbe en la cama, esperando que me llame de una vez para comer.

Vi la hora y ya eran pasadas las nueve y media. ¿Cuánto se puede tardar en hacer unos simples fideos? —mi panza rugía por comida.

Salte de la cama, ya ansiosa, y me dirigí a la cocina.

—Pon la mesa —Habló mi padre apenas me vio cruzar a la puerta.

Sin chistar  agarre todo lo que entraba en mis manos. 

Dos platos, los cubiertos, sal, queso, bebida y fui despacio hacia la mesa.

Para que nada se caiga, apoye ambos brazos sobre la misma y lentamente los iba quitando. Mientras, con la pera, sostenía lo que veía que corría peligro.

 Acomode apresurada los platos y lo demás, pero, algo faltaba...  no podía descifrar que era.

Pasé mas de unos cinco minutos contemplando la mesa hasta que supe lo era. 

—¡Los vasos! —grité y con ligereza me dirigí a la cocina nuevamente.

—Te espero en la mesa —él indicó.

Asentí levemente  con la cabeza.

Agarrar los vasos no fue tan sencillo como podría esperarse que fuese, ya que estaban en el mueble que colgaba en lo alto y... bueno, ya saben mido uno cincuenta. Arriesgando mi joven vida subí la silla a la mesada para poder alcanzar el mueble y al fin poder tomar los vasos.

Una vez con ellos mire hacia bajo y noté que subir fue fácil, pero bajar ya era otra historia.

 Tenia miedo de caerme, obviamente, antes tenia mis manos, pero ahora estaban ocupadas con los vasos, que por cierto eran de vidrio.

Después de unos segundos salte aterrorizada, como si de un edificio se tratara, cerré los ojos y mágicamente no me rompí nada, solo me dolió un poco el pie al caer, ya que no logré amortiguar bien la caída.

Durante la cena  papá volvió a retomar la conversación sobre de que mañana iba a pasar algo importante en mi vida, comentó que no iba a poder seguir una vida normal, pidió que no me asuste y que pase lo que pase podía contar con él, es decir que estaba para ayudarme.

—Ya deja de decir esas tonterías pa, me asustas, déjame comer tranquila no puedo disfrutar de la comida —enuncié molesta.

—Ya entenderás —comentó de forma preocupada. 

Me encogí de hombros, y luego continué comiendo.

En lo que duro la cena hubo un gran silencio, realmente muy incomodo,  no podía entender nada de lo que me estaba diciendo mi padre, ¿a qué cosas se refería?

Creo que el y mi madre se están volviendo locos ¿están en la crisis de los cuarenta?¡Si!, seguro es eso. Espante malos pensamientos y me dediqué a disfrutar de la deliciosa pasta.

Al terminar la cena, eran las diez y media de la noche, mire a mi padre el cual denotaba cansancio.

—Pa —lo llamé —no hace falta esperar hasta las doce, puedes saludarme mañana por mi cumpleaños —.Hablé con una sonrisa.    

Me miró aliviado —Gracias, la verdad es que estoy muy cansado, con esto de manejar tantos kilómetros el día de hoy, sin contar  con las preocupaciones estas, que no me dejan descansar tranquilo.

Se levanto de la silla y comenzó a juntar la mesa.

—Deja que me encargue de lo que falta, ve a acostarte. 

MI PRIMER AMOR |Editando|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora