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La mansión de Tom Riddle era, como había sospechado Harry, una obra de arte moderna y fría. No tenía la calidez polvorienta y caótica de Grimmauld Place, ni la acogedora magia de La Madriguera; era minimalista, hecha de mármol pulido, acero y grandes ventanales que ofrecían vistas impersonales de Londres. Era una prisión elegante, una jaula de oro macizo.

Tom le mostró a Harry su habitación

-una suite- con una indiferencia calculada. Era grande, con una cama de dosel, un escritorio y su propio baño privado. Todo nuevo.- Demasiado nuevo.

-Esta es su habitación, señor Potter- dijo Tom, deteniéndose en el umbral-

-Si necesita algo, hay un botón de servicio junto a la chimenea. Mi elfo doméstico, que casualmente no es un esclavo, se llama Minky y atenderá sus peticiones. Advertencia: la magia del lugar detectará cualquier intento de fuga, y las consecuencias no serán agradables. ¿Entendido?-

Harry asintió con la cabeza, sin molestarse en responder verbalmente. Mientras Tom se alejaba, deslizando las manos en los bolsillos de su túnica de seda, Harry no pudo evitar sentir un escalofrío.

La vigilancia era total.

Se tiró en la cama, frustrado. Lo único que le daba consuelo era la vaga esperanza de que Hermione estuviera en un lugar más seguro, lejos de la influencia directa del Ministro.

 Lo único que le daba consuelo era la vaga esperanza de que Hermione estuviera en un lugar más seguro, lejos de la influencia directa del Ministro

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La noche fue inquieta. Harry intentó dormir, pero la necesidad de contactar a Hermione y la rabia por su situación lo mantenían despierto. Finalmente, alrededor de la medianoche, se rindió. Se puso unos vaqueros y una camiseta y salió.

La mansión estaba extrañamente silenciosa. Harry exploró los pasillos, notando la ausencia de retratos gritones o armaduras andantes.

La única decoración notable era un estricto orden. Se aventuró hasta la planta baja, buscando la cocina, con la esperanza de encontrar un café o, al menos, alguna pista de cómo funcionaba la red Flu en este lugar.
Llegó a una biblioteca circular, más grande que la de Hogwarts. En el centro, sobre un pedestal, había algo que capturó su atención: un Reloj de Bolsillo de Obsidiana. Era antiguo y pesado, con inscripciones rúnicas grabadas en el metal oscuro.

No emitía luz, pero Harry sentía una poderosa pulsión mágica emanando de él. Era un artefacto... diferente. No era un Horrocrux, pero tenía una oscuridad y una antigüedad que le recordaban a la magia más prohibida.
Justo cuando su mano se acercaba, la voz de Tom resonó en la oscuridad, haciéndole dar un brinco.

-Señor Potter. ¿No puede dormir? Le advertí sobre deambular.-

Tom estaba parado en la entrada de la biblioteca, vestido con un pijama de seda verde oscuro que, por alguna razón, lo hacía parecer aún más imponente. En una mano sostenía una copa de vino.

-Solo buscaba la cocina- murmuró Harry, retrocediendo del Reloj.-

-La cocina está en el ala oeste- dijo Tom, entrando en la biblioteca con un paso lento y deliberado-

I stay in this dimension  __TOMARRY__ Where stories live. Discover now