Imagínense un mundo alterno donde Voldemort y los mortífagos no existe un mundo donde todos son felices,no existe la guerra,dónde la luz y la oscuridad gobiernan juntas,dónde la magia oscura es bien recibida como la magia de luz
Pues ese es el mund...
El silencio en la oficina del Ministro se había vuelto tan denso que casi se podía cortar con un cuchillo. La reciente irrupción de Harry y Hermione, y la revelación de sus identidades dimensionales, había dejado a todos los adultos en un estado de nerviosa expectación, excepto quizás a uno: Tom Riddle.
James Potter se había recompuesto, aunque sus ojos todavía se posaban en Harry con una mezcla de confusión y dolor fraternal. Severus, sin su máscara habitual, se mantenía cerca de Sirius, el rostro tenso mientras miraba a la joven que había sido su hija en otra vida.
Fue Albus Dumbledore quien rompió la quietud, sus ojos brillando con esa molesta intensidad que Harry tanto detestaba en la versión de su mundo.
-Muy bien, volvamos al asunto de la tutela —dijo, juntando sus manos-
-La aparición de la señorita Granger y el señor Potter es un secreto de Estado. Necesitamos una historia sólida para protegerlos, y un hogar.-
Sirius asintió, su voz sonando extrañamente estable.
-Severus y yo nos haremos cargo de Hermione. La presentaremos como nuestra hija. Diremos que... que la habíamos enviado a un retiro con una abuela en el extranjero. Un largo, largo, largo retiro.-
Severus, aunque visiblemente incómodo, aceptó el trato con un asentimiento brusco, su mirada aún fija en Hermione. Ella le devolvió una pequeña y sincera sonrisa; al menos, ella tenía una conexión emocional inmediata.
La atención se centró entonces en Harry. El joven se encogió, sintiendo el peso de todas las miradas, especialmente la roja y penetrante de Tom Riddle.
-El joven Potter es más complicado- dijo Albus -James, ya dijiste que no puedes hacerte cargo de él.-
James se pasó una mano por el cabello.
-Lo siento, Harry. Mi vida pública... Es demasiado arriesgado. Tom lo entiende. Harry apretó los puños. Por supuesto que su padre alterno no lo querría. Era el mismo patrón de siempre.-
-Entonces es como propuse- intervino Tom, su voz era profunda, suave y cargada de autoridad, muy diferente al siseo que Harry recordaba-
-Me encargaré del señor Potter.-
Harry levantó la vista de golpe, el odio chispeando en sus ojos verdes.
-Me niego. No iré contigo.-
Tom sonrió, pero era una sonrisa tan carente de calidez que hacía sentir frío.
-Señor Potter, no está en posición de negarse. Soy el Ministro de Magia; mi casa está bajo los más estrictos encantamientos de seguridad. En su estado de confusión y... osadía, es el único lugar donde puedo garantizar que no volverá a atacar a un funcionario del gobierno.-
-Yo no estoy confundido, sé quién eres- siseó Harry.-
-Oh, ¿de verdad?- Tom inclinó la cabeza, su expresión de una falsa curiosidad-
-¿Y quién soy, señor Potter? ¿El Señor Tenebroso de su fantasía? Aquí, soy el hombre que mantiene a raya a los dementores y que garantiza que usted tendrá tres comidas al día.- Hermione le apretó el brazo a Harry con un pánico silencioso. Harry era una bomba de tiempo.
Albus suspiró.
-Tom tiene razón. Es la solución más segura. Severus, por favor, acompaña a la señorita Granger. Tom, llévate al joven Potter.
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