Capítulo 23: "Notas de un diario"

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Mis nudillos vuelven a golpear con fuerza, apenas puedo sentirlos, pero están rojos. Gracias a dios escucho unos pasos, algo pesados, al otro lado de la puerta. Eider, mi Eider, jadeo con fuerza...
La puerta se abre, y ahora sí que me siento congelado...

Un hombre de unos cuarenta y largos, desaliñado y con una peste a alcohol que echa para atrás me recibe con un ceño muy fruncido, que forma unas filas de arrugas en su frente.

- ¿Quién narices eres tú? -su voz ronca suena molesta-

Puedo percibir los estragos del alcohol, el cual le hace difícil el hablar y el sostenerse de pie.

Me quedo sin aliento ante tal imagen. Ahora que lo pienso no sé nada acerca de la familia de Eider... Este debe ser su padre, y sólo con verlo puedo hacerme una idea de porqué Eider querría huír.

Sus oscuras cejas se fruncen y de pronto veo como la puerta casi da en mis narices, si no fuese porque mis actos reflejos actuaron más rápidos que mi razonamiento. Mi pie, ahora dolorido, se interpone entre medias antes de que la puerta se cierre.

- ¿¡QUÉ DIABLOS...!? -medio grita abriendo de nuevo la puerta-

Ahora es mi ceño el que se frunce.

- ¿Señor Henderdon? -intento que mi voz suene serena, pero creo que los nervios me jugaron una mala pasada-

Su cuerpo se tensa al escucharme e intenta cerrarme de nuevo la puerta, que detengo con mi brazo.

- Por favor, necesito hablar con usted acerca de su hija... -casi suplico, con rabia a la vez-

- No sé nada... ¡yo no he hecho nada! ¡Lárguese! -su cabreo va en aumento-

- ¡Soy su profesor! Eider lleva sin aparecer por el instituto más de tres semanas, por favor, escúcheme... -su intento de cerrar la puerta cesa y le oigo suspirar-

- Eider... -murmura amargamente- no, ella... -su mirada está perdida y el miedo empieza a invadirme-

- Digame ¿¡dónde está!? -mis puños agarran su camiseta con desesperación-

Mi mandíbula está apretada con fuerza, la rabia me invade solo de pensar que este maldito desgraciado haya podido hacerle algo.

- ¡Suéltame! -gruñe apretando mis muñecas intentando zafarse-

Lo siento amigo, el alcohol te hace jugar en desventaja...
Apenas y puede mantenerse de pie. Su cara comienza a ser roja de rabia.

- ¡Llamaré a la policía! -grita de nuevo-

- ¿¡Ah sí!? ¿¡Y porqué no lo ha hecho para averiguar dónde está su hija!? ¿¡Es que a caso no le preocupa!? -lo zarandeo y podría jurar que me salía humo por las orejas-

- ¡Ya le he dicho que no sé nada de esa cría consentida! -hago que su espalda choque estrepitósamente con la puerta-

- ¿¡Qué narices le ha hecho!? -grito con mi voz quebrándose-

El pánico me recorre, como gélidas puñaladas.

- ¡Nada! ¡Ella huyó! -grita intentando golpearme para que le suelte pero mi subconsciente me hace responderle con un gancho-

- ¡Maldito desgraciado! -vuelvo a golpearlo mientras tapa su cara quejambroso- ¿¡Dónde está Eider!? ¿¡A dónde a ido!? ¡Dímelo! -mi puño vuelve a impactar en su mejilla-

- ¡Basta! ¡Para! ¡Detente! -suplica con el labio ensangrentado-

Mis puños sueltan su camisa, dejándole caer al suelo. Limpia la sangre que emana de su boca gruñendo, ni si quiera puede levantarse del suelo por su borrachera.

El nuevo profesorOù les histoires vivent. Découvrez maintenant