Capítulo 12: "Como un Château d'Yquem"

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Miro de nuevo el papelito arrugueteado entre mis dedos, con la elegante y refinada letra del mismísimo Matt Bomer.

"BENEDETTI STREET EXT, número 45 " puede leerse en él. Muy apropiado señor "Benedetti".

Suspiro intentando apaciguar mis nervios, volviendo a enrollar y desliar el papel, una y otra vez en mis dedos.

Mi ojos vuelven la vista a la carretera, en la ventanilla golpean algunas gotas de la imprevista lluvia que amenaza con arruinar mi noche...

Vuelvo a soltar todo el aire de mis pulmones y miro la bolsa que hay a mi lado, que contiene unos pastelitos de moca y crema, que compré en una pequeña tienda de repostería de camino a la parada de taxis. Me sentía ridícula si no llevaba algo que ofrecerle tras su grata invitación como "cita ".

- Aquí es -me avisa el taxista y mis ojos impactan sobre esa impresionante mansión que tiene por casa-

Mi boca cae en picado, ¿¡en serio!?

- Joder con Bomer... -murmuro entre dientes mientras le pago al conductor-

Abro el paraguas y me bajo torpemente con la bolsa de pasteles, colgada de mi muñeca, abrazándome como puedo a mi blazer beige. El fresco viento golpea mis piernas y maldigo por no haber venido vestida con un cómodo pantalón largo. Camino con pies temblorosos hacia la enorme casona. Los nervios y el frío hacen que mis piernas tiemblen, sumado al escurridizo suelo mojado de lluvia, no son de gran ayuda...

Admiro la hermosa fachada color caoba, imitando a la madera, techo te teja negra y grandes ventanales. La entrada está vallada con un mural de piedra, de color plomizo ¡Wow! Estoy impresionada. Mi dedo titubea sobre el interfono, que tras una breve pausa indecisa, se atreve a presionar el botón del timbre, el cuál retumba en toda la casa con un sonido clásico. Me toma unos segundos esperando a que suene ese ruidito que avisa de está abierto. Mis dientes castañetean, ahora sí que no sé si por el frío o por los nervios que presionan en mi barriga.

- Buenas noches señorita Henderson, adelante... -la sensual voz de Matt me sobresalta cuando habla a través del altavoz, al otro lado del interfono-

Y ahí está ese ruidito que me deja, por fin, abrir el portal y adentrarme en un precioso y perfectamente cuidado jardín. Hay unos grandes macetones blancos con unos pequeños pinos plantados, y jardineras con diversas clases de flores preciosas, y de todos los colores.

Mis pies recorren el pequeño dibujo de un camino embaldosado entre el verdoso césped, hasta llegar a los tres primeros escalones de la casa.

- Deja que te ayude... -las robustas manos de Matt se meten bajo mi paraguas, sujetándolo-

Jadeo por la sorpresa y alza el paraguas para cerrarlo, al fin vuelvo a ver su cara, sus brillantes ojos, y esa sonrisa cautivadora. Le miro embobada, hoy viste algo más cómodo, fuera de su habitual traje formal y corbata. Un polo azul marino que resalta sus ojos y un pantalón de tela fresca, color crudo.

- Hola preciosa... -su voz vuelve a adaptar ese toque meloso y educado-

- Hola... -jadeo y un escalofrío recorre desde mis pies hasta mi cabeza-

Aprieto el blazer entre mis dedos, abrigándome inconscientemente los brazos.

- Adelante, pasa no te quedes ahí -su mano me invita a entrar-

Hasta a mí llega el olor muy agradable, de lo que parece será la cena. Echo un vistazo tímido al interior, aún desde el escalón exterior, y mi mente me obliga a dar el primer paso. Mis tacones suenan escandalosos en el parqué nada más entrar, y me sonrojo mirando mis pies. ¿Porqué esto me parece tan vergonzoso?

El nuevo profesorWhere stories live. Discover now