Capítulo 17: "No puedo ser como ella"

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Llegué a casa cerca de las doce de la noche. Matt estacionó su coche frente a mi pequeña vivienda de apenas 40 metros cuadrados, como lo hizo días antes, recuerdo que erizó todo el vello de mi cuerpo, de pensar en todo lo que había pasado entre nosotros desde aquella tranquila tarde.

Metí con maestría la llave en la cerradura e hice un suave giro de muñeca logrando que la cerradura se desbloqueara sin armar mucho estrépito. Eché un último vistazo a Matt, quien se despidió con su mano y, por lo que me permitieron ver los faros de su auto, que eran la única luz de la calle en la oscuridad de la noche, de sus labios me dedicó una pequeña sonrisa de despedida y arrancó.

Entré con esmero sigilo y caminé de puntillas por el pasillo para no hacer mucho ruido, pero para mi desgracia la luz de la cocina estaba encendida a lo que maldije dentro de mí. De nuevo papá tenía otra de sus largas noches de insomnio... Y el olor a café express barato me lo confirmó.

Suspiré frustrada y caminé hacia allí con los zapatos en la mano, rezando porque no me hiciera uno de sus formularios de preguntas antes de ir a dormir...

Me quedé parada al llegar a las escaleras, justo antes de la puerta de la cocina ¿Y si subía directamente a mi habitación? Quizá no se hubiese percatado aún de mi presencia...

Dudé unos segundos deliberando cuál sería la mejor opción, la verdad, tenía 0 ganas de someterme a su interrogatorio...tan solo le faltaba ponerme el flexo en la cara, como en esas series policiacas...

Volví a caminar de puntillas pero el chirriar de la madera al subir el primer escalón me delató.

¡Mierda! Grité en mi interior, rezando porque papá no lo hubiese escuchado...aunque incluso durmiendo ese castañetazo le habría despertado.

- Eider Henderson... -su hilo de voz sonó sereno pero en cierto modo molesto-

¡MIEEEERDA! Volví a repetirme, pillada...

Caminé arrastrando los pies hacia esa luz que medio alumbraba el pasillo, asomé mi cabeza y ahí le vi, sentado en la pequeña mesa de madera en mitad de la cocina, con sus dedos índice y corazón apretando sus sienes y los ojos fuertemente cerrados. Es un gesto que siempre recuerdo verle, dice que así le alivia el dolor de sus jaquecas...

- ¿De dónde vienes tan tarde? -susurra abriendo sus grisáceos ojos, fijándose en mí-

- Papá no es tarde... A penas son las doce -ladeo mi cabeza haciendo una mueca-

Suspira largo y pesado, volviendo a apretar sus ojos y moviendo los dedos en sus sienes.

- Ya sabes que no me gusta que andes fuera hasta estas horas de la noche -sus manos abandonan su cabeza y agarra entre ellas la taza de café-

La acerca a sus labios y da un sorbo sonoro de esa bebida "aguachirri". Arrugó su nariz en un gesto de desagrado. Ni a él mismo le gustaba el sabor de ese líquido amargo, aún no entendía porqué lo bebía entonces...

- Papá... Deberías de dejar de beber esa cosa... -camino hacia el armario que hay sobre el fregadero para sacar de él un vaso-

- Sabes que es lo único que me ayuda a mantenerme distraido durante el día -gruñe, ahora apretando sus sienes con el talón de sus manos-

- Y lo que te provoca todas estas noches sin pegar ojo... -le reprimo mientras preparo una infusión-

- Tengo mayores problemas para los que no pegar ojo que un simple café -me mira de soslayo en un gruñido- como por ejemplo tú... -suspiro poniendo mis ojos en blanco aprovechando que no me mira-

- Y lo que te provoca también esa mala leche... -saco el vaso del microondas cuando el agua a hervido y busco en la alacena la cajita de infusión-

El nuevo profesorWhere stories live. Discover now