19. HARUKO

1.5K 112 6
                                    

Los encuentros se seguían sucediendo en una monotonía alarmante. Alexis veía pasar los días entre una especie de sopor que poco hacía para mitigar el aburrimiento que sentía cada vez que se quedaba solo. Las misiones escaseaban en aquel momento, quizás por la nueva remesa de guerreros que habían entrado, y Elena le había preguntado si quería ocuparse del entrenamiento de un grupo de novatos. Serían tres niños de doce años, tal y como lo fue él cuando ingreso de mano de Kai en el mundo donde había vivió por tantos años ya.

Aún lo seguía pensando. Por una parte, aquello reduciría aún más el número de misiones que se le asignarían, pero, por otra, sería un cambio agradable de ambiente y perspectiva. Cuando sus hijos no estaban en casa, aquella ratonera se volvía casi insoportable y Alexis buscaba entonces la compañía en el exterior. No solo sus amigos y Ren, sino ya casi cualquiera que quisiese pararse a hablar un rato con él. Se preguntaba entonces si todo aquello no estaba pasando factura a su estabilidad mental.

Irónicamente, su abandono de la mansión Lobos había traído en un principio nada más que sonrisas. La mayoría de sus vecinos dejaron de verlo como un traidor para volver a tratarlo como casi un héroe. Los había que seguían mandando aquellas miradas recriminatorias, pero hasta Alexis se sorprendió de ver las miradas afables de aquellos que, desde hacía meses, no hacían sino voltear el rostro al cruzarse con él. La cosa cambió, no obstante, al llegar Ren. Alexis nunca hubiese pensado que aquello podría variar en algo la opinión que la gente tuviese de él, pero así era. Y las miradas pasaron entonces a ser acusadoras, como si estuviese haciendo algo malo. Casi había reído cuando un día Sergio le explicó que ahora Xavier se había convertido, a ojos del público en general, en un marido cornudo.

—¡O una mujer cornuda, para el caso!

Aquello era tan ridículo que Alexis solo pudo echarse a reír. O al menos fue así hasta que alguien por la calle, un día normal mientras paseaba con sus hijos, había mascullado entre susurros al cruzarse con él:

—¡Todos los hombres son iguales, unos bastardos infieles!

Aquello, dicho en tono de censura y enfado, lo había detenido en medio de la abarrotada calle para girarse a mirar a su interlocutor, que no era otra que una de las viejas matriarcas que tanto gustaba de dar las buenas nuevas en los concurridos corrillos del cotilleo. Así, entre miradas indiscretas que resultaban de nuevo incómodas y tardes en compañía de sus amigos, las semanas fueron pasando, dando inicio al otoño. Ren se había convertido en una constante en sus noches. Venía a su casa cerca de una vez por semana y el resto era Alexis quien se aparecía, cada vez que le apetecía, por aquel gran apartamento tan minimalista en cuanto a decoración.

Sin embargo, aquellos encuentros que seguía esperando para bien o para mal, eran los que se sucedían con Xavier. El vengador parecía haber dejado de lado aquella reticencia a pasar tiempo con él y ahora era frecuente que en sus visitas a casa de Alexis, cuando debía entregar a los pequeños o recogerlos, se quedase un rato. Eran charlas insustanciales, como muy pronto comprobó el rubio, pero recuperaban de forma asombrosa aquel lazo que se había perdido casi por completo.

Y la tensión sexual, aquella que debería haber desaparecido con la distancia y el tiempo, seguía allí. Tan candente como el propio Alexis y echando por tierra cualquier intento de su parte por pasar página de una vez. Los niños crecían a una velocidad de vértigo y las salidas para comprarles ropa nueva se sucedían muchas veces en compañía del otro progenitor, que parecía creer necesaria su presencia por si Alexis, haciendo gala de su inclinación por colores llamativos, vestía a sus hijos de fosforito. Docenas de veces le repitió Alexis que aquello era una gilipollez, pero el otro, haciendo gala de su comprensión, se limitaba a ignorarle cada vez que intentaba establecer una conversación al respecto.

Hermosos imprevistosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora