11.- ¿Cuántas veces puedes morir? (3ª parte)

Magsimula sa umpisa
                                    

—Lo sé —dijo la mujer con una expresión cansada—. Es solo que... ponerle un rostro, ponerle un nombre... Era algo que nunca había pasado. Y se muere, y una parte de mí quiere que suceda, y otra piensa que si Tristan le quiere tanto como para pedirme que viniera y...

—Eres una mujer preciosa —suspiró Lenda—, pero eres masoquista. Lo que no tiene por qué ser malo, una vez estuve con una a la que ponía eso de los látigos y... —Se detuvo no sin antes recordar con una sonrisa a su anterior conquista—. Tristan no es para ti. Joder, estás en Galileo y eres rica. ¡Contrata a un maldito amante profesional y olvídate de todo! ¡Vive!

—Un amante profesional ¿eh? —sonrió ella—. ¿Como Alistair?

—Eres estúpida —sentenció el óptimo.

*

Soplaba un aire fresco y cargado de sal, a lo lejos, las nubes oscuras se apelotonaban llenándolo todo de negrura, pero no donde estaba él. Allí, un pequeño fragmento de cielo turquesa se mantenía irreductible, filtrando los rayos de un sol tan necesario como extraño.

A pesar de eso, hacía frío.

Zero se arrebujó en su viejo jersey de lana, le quedaba demasiado grande y los brazos se perdían en el interior de sus mangas. No le importó, eso se le facilitaba mantener calientes las manos.

—Deberías entrar —dijo Noah—, la tormenta está a punto de llegar.

—Lo sé —dijo, sin apartar la mirada del mar que se embravecía por momentos dibujando sonrisas macabras de dientes afilados—. Quiero quedarme un poco más.

—No deberías —le aconsejó el que durante un tiempo fuera su padre adoptivo, el único que nunca había tenido. Llevaba un jersey muy parecido al suyo pero a él le quedaba bien. Se sentó a su lado, en el suelo, y señaló las nubes de tormenta que se apelotonaban en lontananza—. Cuando llegue, tienes que estar preparado.

—Estoy soñando —recordó Zero—, nada es real y tú estás muerto. La tormenta no me hará daño.

—¿Estoy muerto? —preguntó Noah enarcando las cejas—. Sí, bueno, creo que tienes razón. Pero si me tomo la molestia de aparecerme y hablar contigo, pues... tienes que escucharme, ¿no?

—Claro —dijo, con una sonrisa triste—. ¿Por qué no?

—Ahora estás confundido —dijo Noah—. Tu cabeza está llena de temores.

—¿Temores? —repitió Zero—. Si solo fuera eso...

—Es que solo es eso, Ches —replicó el farero—. Tienes miedo de ser demasiado ingenuo, tienes miedo de ser un monstruo, tienes miedo de lo que te hicieron y, sobre todo, tienes miedo de que te hagan daño y te quedes solo. Temes haber puesto demasiado en esa relación, pero así es como funcionan las cosas. En el amor se apuesta todo y se gana o se pierde, pero si solo apuestas un poco... perderás seguro.

—Eso es muy profundo —se burló, con una mueca—. No creo que todos mis problemas deriven de si quiero o no a Tristan. Eso es simplificarlo todo, mucho. Demasiado.

—En realidad no —dijo Noah, parecía divertido ante su actitud—. En realidad todo se reduce a si quieres vivir o no.

—No quiero morir —murmuró, arrancando un puñado de hierba y arrojándolo por el acantilado.

—Eso no es lo mismo que querer vivir —dijo.

Zero asintió con la cabeza y no dijo nada. Se arrebujó aún más en su jersey de lana y persiguió con la vista las briznas de hierba que se elevaban arrastradas por el aire de tormenta.

Nadie es perfectoTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon