10.- Recuerdos que no deben ser (2ª parte)

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Zero miró su paupérrima compra. Apenas había cogido cosas para pasar hasta el día siguiente. Mañana tendría que repetir la aventura y salir a comprar otra vez. ¿Terapia? Había sido una idea que se le pasó por la mente de forma fugaz, pero parecía que no solo Iván le había creído sino que además coincidía en que era necesario.

«¡Genial!», suspiró. «Un antiguo amante que cree que estoy loco».

Miró al leónida que en ese momento charlaba amigablemente con el dependiente del establecimiento. Zero esperaba en una mesa apartada, cerca del escaparate, observando pasar a la gente, mientras pensaba que en cualquier momento llegaría alguien que le reconocería de nuevo. Quizá debiera plantearse otra vez el cambio de imagen. Pero por ridículo que fuera, su pelo blanco le recordaba quién era el que estaba dentro del traje. Alcide nunca habría dejado que su cabello adquiriera esa llamativa apariencia. Su propio tío había insistido una y mil veces en que se lo cortara y tiñera para dar una imagen de normalidad. Pero incluso entonces, que obedecía a su tío ciegamente, Zero se había negado.

—No sabía cómo lo querías —dijo Iván dejando la bandeja encima de la mesa. Ocupó el asiento delante de él—, así que he pedido todo por separado. Aquí hay leche, y aquí —dijo al tiempo que levantaba las tapas de los botecillos—, azúcar, cacao y mahle.

—Gracias —dijo, no sin cierto nerviosismo, y esperó a que su interlocutor acabara de servirse su propio café. ¿Qué es lo que quería hablar con él? Era cierto que habían dejado una conversación a medias, pero tampoco había sido tan importante—. ¿Qué quieres decirme? —preguntó directamente.

—Tú siempre tan simpático —comentó Iván con una mueca—. Ahora recuerdo lo agradable que solías ser. Algunas cosas no cambian.

—Te he dicho que tengo prisa —recordó.

—Lo sé, lo sé —dijo, levantando las manos en señal de paz. No aparaba la vista de su taza, tenía la cabeza gacha y el cabello le tapaba parte del rostro—. A ver cómo empiezo... ¿Recuerdas lo que pasó la última vez que nos encontramos? Tú estabas...

—Había sido un día muy duro y estaba cansado, nada más —atajó con voz seca. Tenía un recuerdo vago de lo sucedido, algo sobre derrumbarse y ponerse a llorar mientras decía que nadie le quería. «¿En serio vamos a recordar eso?».

—Ya pero... no debí dejarte así. No estabas bien y yo sencillamente me marché. Supongo que me siento culpable —dijo Iván, cabizbajo. No le había mirado a los ojos desde que habían entrado en el local.

—Tú no hiciste nada más que tu trabajo.

—Y pensaba que lo hacía bien —dijo el leónida moviendo la cabeza con nerviosismo—, pero después de aquella conversación me enteré de que te habías intentado suicidar y yo...

—¡¿Qué?! —exclamó Zero incorporándose de golpe.

—No debería haber sacado el tema, lo siento. —Iván parecía preocupado de verdad. Le dedicó una mirada fugaz y sus ojos brillaban. ¿Eran... lágrimas? Zero se sintió mal. Era cierto que esa misma noche había sufrido un accidente con su medicación que le había mandado de cabeza a la enfermería. El médico que le atendió entonces también había sugerido la idea de que no había sido un hecho fortuito.

—Espera —dijo Zero, sentándose de nuevo. Se sentía muy cansado. El rostro del leónida reflejaba un hondo sentimiento de culpa—. ¿Todo este tiempo has creído que me había intentado suicidar por lo que pasó entre nosotros?

—No... del todo —admitió—. No creo que fuera solo yo. Creo que no estabas bien y que yo podía haber hecho algo para que estuvieras mejor. Estabas mal cuando nos despedimos y yo... me marché. Cuando me enteré de lo sucedido, quise ir a hablar contigo pero mi jefa me lo impidió. Tuvimos una discusión muy fuerte —dijo con una mueca mientras hacía girar la taza del café en un tic nervioso—. Algo sobre responsabilidades, trabajos y demás. Recuerdo que dije muchas cosas que no debía pero que necesitaba decir. La insulté un poco, creo. La Valicourt me sacó del crucero en la siguiente parada y arregló todo para mi traslado a Galileo. Fui... amonestado. Perdí toda mi cartera de clientes en París. Hacía mucho que había dejado Galileo así que fue como comenzar de nuevo, pero ahora creo que ha sido para bien, la verdad. Cobro menos, pero la gente es más divertida aquí.

Nadie es perfectoWhere stories live. Discover now