6.-El otro lado del cristal (1ª parte)

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¡OJO! ULL! BEWARE!

en esta parte hay spoilers grandes de la segunda parte de las Crónicas de Eos. (podeis conseguir la primera parte en este enlace http://bryoria.wix.com/dianamuniz ) No forma parte de la espina dorsal de la trama pero es algo relativamente importante que pasa hacia la mitad de la segunda novela (la cual todavía no está publicada y no tiene casi nada de contenido homerótico). Yo aviso para que no haya malos entendidos, pero podéis seguir, por supuesto.   ^_^

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Una vez más, como hiciera cien veces antes, Tristan recogió la llave en la recepción del Venecia y subió a su habitación. Esta vez solo iba alojarse, no había planes secretos ni encuentros clandestinos. Esta vez solo eran un par de noches por trabajo, como siempre había dicho y nunca había sido. Solo trabajo, aburridas reuniones de negocios y de protocolos de seguridad para acabar de afianzar un imperio mercantil que extendía sus dominios por todo Eos.

Había rivales, sí. Había enemigos, muchos. Pero de alguna forma, las cosas solo seguían el flujo natural de los acontecimientos. Y él se había quedado sin planes.

Por culpa de una inercia que creía olvidada, sus pasos le había dirigido a la habitación que ocupara en sus anteriores estancias. No era la suya, aunque había intentado reservarla, le había dicho que estaba ocupada y se había tenido que conformar con otra. Pero estaba allí delante, la puerta estaba abierta y no parecía haber nadie.

Tristan entró y buscó con la mirada al dueño de la estancia. Nadie salió a recibirle así que, un paso primero, y después otro le llevó, casi sin darse cuenta, a entablar miradas cómplices con los rincones. Vislumbró los sofás y los recuerdos acudieron a su mente atraídos por una llamada silenciosa. Casi podía escuchar las voces.

«—No puedo pensar

»—Pues no pienses».

El cuarto de baño, la ducha, la mesa donde solía desayunar… todos los muebles tenían sus propios diálogos.

«—¡Buen perro!»

Galileo se extendía a sus pies desde la ventana del dormitorio, en la cima del Hotel Venecia. Cientos de veces había contemplado esa vista sin verla realmente. Amaneceres y atardeceres de diseño,  cada uno más hermoso que el anterior, un reclamo para turistas al que nunca había prestado atención porque por aquel entonces, no había tiempo para estúpidas trivialidades.

—Merece la pena—susurró al aire, casi para convencerse a sí mismo. Sabía que lo merecía, de verdad. No hacía falta ser un genio para saber que todavía había mucho por hacer pero aun así, esos seis años habían supuesto una gran diferencia. Por primera vez, las cosas iban bien. Iban muy bien.

Entonces… ¿por qué se sentía tan vacío?

—D-disculpe —dijo, una voz temblorosa a su espalda. Tristan se giró para observar al recién llegado. Era joven, muy joven, y de Origen. Atractivo era poco, tenía una belleza preternatural  que se acentuaba por su extraña apariencia. El cabello largo y plateado le caía sobre el hombro recogido en una coleta y sus ojos, azules como nunca habría creído que fuera posible, le miraban sin pestañear—. Esta es mi habitación.

—Sí —respondió Tristan mirando a su alrededor. Cierto, esa ya no era su habitación. Ya no había nada allí que fuera suyo—. Disculpe, ya me marchaba.

—¿Hay algún problema? —preguntó el recién llegado. No había ningún tipo de recriminación en su voz, solo preocupación. Sincera preocupación.

Nadie es perfectoWhere stories live. Discover now