Bajé del coche y analicé lo que me rodeaba. En el exterior corría una brisa fresca, común en una noche de verano en Míchigan, que ondeó mi largo pelo negro a mí alrededor. Todo estaba tranquilo y no se escuchaba nada salvo las tenues voces de algunas personas caminando a lo lejos. Volviendo mi atención al coche, avancé hasta el maletero y lo abrí.

– Eso es bastante guay - dijo Lynette mientras tanto -. Aunque también costoso. El dueño debe ser millonario si no, no comprendo cómo se ha podido permitir insonorizar el local.

Saqué unas botas negras de tacón alto de caña baja y me las puse como pude, colocando el móvil entre mi oreja y mi hombro. Una vez las tuve puestas metí las deportivas que me acababa de quitar y las puse donde anteriormente habían estado las botas. ¿Y por qué había hecho aquello?

Pues porque conducir con unas botas con un tacón de vértigo no resultaba una tarea fácil.

Gracias a la luz de una farola cercana, pude ver mi reflejo en el inmaculado rojo de mi Nissan G-TR Spec V. Para aquella noche había elegido unos jeans ajustados azul celeste rasgados, que dejaban partes de la piel de mis piernas al descubierto allí donde había una raja, y una blusa ajustada de encaje negro, con las mangas hasta la altura de los codos, que dejaba la totalidad de mi espalda al descubierto. Había dejado mi largo pelo negro azabache suelto y, gracias a un par de técnicas de internet, me había ahumado mis ojos avellana con delineador negro.

Perfecta para mi primera noche en el estado de Míchigan.

– A mí con tal de que no sea un millonario sobrenatural, no me importa para nada quién sea - dije mientras arreglaba un poco mi pelo -, o cuanta fortuna posea.

– ¿Crees que te encontrarás con mucha gente sobrenatural esta noche? - preguntó Rachel.

– Cariño - contesté yo, cerrando el coche con el control remoto de la llave y comenzando a avanzar por la calle -, este es uno de los lugares con mayor población sobrenatural del mundo. Si no me encuentro con uno ahí es que el local no es tan famoso después de todo.

– ¿Qué haces ahora? - preguntaron.

– Estoy a unas calles del local - dije -, caminando hacia él. Empiezo a ver más gente caminando también.

– ¿Algún sobrenatural? - preguntó Lynette.

– ¿Algún freak? - preguntó Rachel.

Me reí ante el comentario de esta última.

– Veo un par de vampiros y un hada en la cola, además el portero es un vampiro - dije, observando mí alrededor -. Los demás son todos humanos, y algún que otro freak.

– ¿Y los freaks no son humanos? - preguntaron las dos al mismo tiempo, y las tres reímos en conjunto.

– Son humanos raritos - concluí yo -. Oh por favor.

– ¿Qué pasa? - Rachel dijo. Su voz sonó entrecortada, no por la falta de cobertura, sino porque estaba comiendo algo.

– La cola - contesté -, es gigantesca, y mis preciosas botas no están hechas para esperar en la calle al lado de los freaks.

– No te pongas al lado de ellos - dijo Lynette con sarcasmo en su tono -, ponte detrás.

– Muy graciosa - dije yo haciéndole una mueca al móvil -. Intentaré hablar con el portero, si tengo que esperar mucho, me piro a otro sitio.

– Usa tus encantos de mujer, cariño - exclamó Lynette, su voz más alejada del teléfono.

Nuevamente, las tres reímos.

PuraWhere stories live. Discover now