Narra Ale.
Es por la mañana, las once y media. Mi madre entra en mi cuarto y noto unos rayos de luz cegadores, que entran por la ventana.
- Venga Ale, levántate. Ayúdame a hacer las tareas. ¿Puedes fregar la escalera? - Me dijo mi madre, mientras limpiaba un poco el polvo de mi mesa de estudios.
- Claro mamá, desayuno, me preparo y te ayudo. - Dije mientras hacía la cama.
- Gracias hija.
Acabo de hacer la cama y salgo de mi cuarto. Me dirijo a la cocina y me preparo una taza de leche con galletas. Cuando termino de desayunar, lavo la taza y voy a vestirme.
Me pongo un pantalón corto y una camiseta floja, con la que estoy muy agusto. Me peino, me lavo las manos y la cara y me maquillo un poco, no mucho.
Me dirijo a las escaleras y mi madre ya tiene el cubo y la fregona listos.
- Ya puedes empezar, empieza de abajo a arriba, si no, después tendrás que esperar abajo hasta que se seque. - Me ordenó mi madre.
- Vale mamá.
Cojo el cubo y bajo hasta el último escalón. Llego sin aliento de lo que pesa este maldito cubo. Escucho a gente hablar fuera. Como soy muy cotilla, decido asomarme.
- ¡No saques tu lado cotilla! - Me reprocha mi subconsciente.