Capitulo 3 ―"Tus amigos cerca, tus enemigos más."

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Hay algo perverso en el silencio y la soledad, hay cosas perversas colándose en medio de nuestra mente cuando menos lo deseamos debido a la falta de distracciones. Probablemente tenerlos juntos pueda destruir la cordura del ser humano.

Necesitamos del ruido y la compañía. Estar solos y en silencio puede ser peligroso.

Suelto un suspiro tembloroso que amenaza con convertirse en llanto, pero me contengo, contengo mis lágrimas mirando hacía el techo por décima quinta vez, mi estómago ruge y la urgencia de poder ingerir algo me embarga. El hombre robusto y de aspecto malicioso que vino hace un rato no me trajo mi comida, y arriesgándome a sonar como una niña caprichosa, me siento ofendida como la mierda. Ese imbécil me dijo que traerían comida en cuando me callara, llevo horas sin gritar y maldita sea que esperaba fuera un hombre palabra; pero sopesando la situación en la que me encuentro debido a él, mi lógica deja de ser racional. Él en definitiva no es un hombre, mucho menos uno de palabra.

El hombre robusto tan sólo me espeto con altanería que no habría comida para mí por órdenes del jefe.

Anhelo la hora en la que me liberen, que me dejen abrazar mi libertad, esto es completamente injusto y vil.

Muevo una vez más mis muñecas, pero el ardor se hace presente, como las últimas veces que intente zafarlas, creo que ya me despelleje la piel. Mi desesperación se incrementa cada vez más, hasta el punto en el que se me nubla la vista e inclusive pierdo un poco el control de mis sentidos, ya no escucho y mucho menos siento algo en mi boca. Mis latidos se aceleran y el sonido sordo que se crea en mis oídos rompe un poco con el silencio de la habitación. Trago el nudo que se hizo en mi garganta y susurro: ―Dios ayúdame. ―Pido cerrando los ojos regañándome ante mi terquedad. Quería pretender que era alguien más caminando en esa urbana calle de Manhattan, quería ser como ellos.

Pisoteó una y otra vez sacando a relucir el polvo que se encuentra sobre este, se filtra en mi nariz y boca, haciéndome toser varias veces, así que paro de pisotear, sin embargo hay un nudo en mi estómago y garganta que me llevan a clavar mis uñas en las palmas de mis manos. <<Está pasando de nuevo. >> En pro de mantenerme cuerda, hundo más fuerte mis uñas.

De repente la puerta es abierta y cerrada de nuevo en un silencioso click, pero yo no dejo de hundir mis uñas en la carne sensible de mi palma.

―Solo logras lastimarte. Deja de hacerlo. ―Me dice la misma voz que me recibió esta mañana. No le hago caso y hundo más mis uñas, sintiendo la presión, el ardor y la humedad de la sangre. ― ¡Basta!―Espeta, me coge las muñecas y voltea mis manos de forma que queden expuestas las palmas de estas y trata de abrirlas, pero mi mirada le deja saber que no cederé, lo sé cuándo sus ojos se achican con un gesto desafiante y luego uno resignado, pero indiferente.― Has lo que se te venga en gana.― Suelta mis muñecas y sigue su camino hasta la pared contraria a la que me encuentro.

Voy dejando a mis uñas ceder ante la presión hasta que mis palmas quedan expuestas: marcas rojas, con una leve presencia de sangre y un ardor soportable.

―Sigue hablando. ―Susurro, pero él escucha.

― ¿Disculpa?

―Sigue hablando. ―Mi voz suena un poco más fuerte ahora, pero mi mirada está perdida; estoy perdida.

Él está confundido y lo agradezco, pero casi siento la necesidad explicarle, sin embargo no estoy en condiciones de exponerle mis secretos. Nadie, menos él, debe saber.

<<Este maldito silencio puede hacer que cualquiera pierda la cabeza.―Me encojo de hombros y dejo entrever una sonrisa, como si esto me causara gracia.

Mafia In Love (#1 de Bilogía) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora