Capítulo 3:

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Capitulo 3:

El almuerzo; mi hora de tortura. Todos devoraban sus alimentos, y yo no entendía por qué. Solo me dispuse a hacer la fila con Iris, para hacerle compañía.

— ¿No vas a comer nada?— Me preguntó Iris.

—No, me duele el estomago. Tal vez más tarde—mentí. Me sentía culpable por mentirle a Iris, pero era así con todos, incluso con mi abuela. Mi mente estaba controlada por "Ana y Mía" y cada vez eran más fuertes que yo.

—Oh... ¿No quieres que te acompañe a la enfermería?— Me volvió a preguntar, esta vez preocupada.

—No, no—contesté con rapidez—Quiero decir— suspiré— no es necesario. Estoy segura de que se me va a ir enseguida.

—Ok—aceptó, no muy convencida.

La fila pasó más lento de lo que temí. Mis ganas de comer aumentaban, entonces recordé que, antes de salir de mi casa, le había robado una manzana a mi abuela. "Muy bien pensado, Sierra. La manzana no engorda y engaña al estomago" me felicitó mi cerebro. Abrí el cierre de mi bolso y saqué la manzana. No la comí hasta que nos fuimos a sentar en una mesa, la que del fondo, la que nadie utilizaba.

Un grupo de chicos comenzó a hacer comentarios obscenos cuando pasé junto a ellos. En ese grupito estaban Ieiazel King, quién siempre me miraba de forma extraña cuando caminaba por el patio trasero del instituto, en ese momento hizo lo mismo, pero ni siquiera creo que él haya pronunciado palabra alguna cuando pasé junto a ellos, simplemente porque Ieiazel no era así de puerco, él solo se limitó a regañar a sus compañeros de mesa, estos no le prestaron la mínima atención. Les dediqué una mirada asesina y al verla dejaron de reír, disponiéndose a comer en silencio. Creí ver que Ieiazel se levantaba de la mesa y se marchaba del casino sin decir nada. En ese entonces tal vez era de la misma altura que yo, lo cual me hacía pensar en cuándo sería el día en que crecería hasta el metro setenta o más.

Me senté frente a Iris, ella se limitó a comer su hamburguesa. Mi estomago se revolvió con el olor. Las nauseas casi me atacan, miré hacia otro lado. Entonces, cuando más distraída estuve, Graham se sentó con nosotras, o mejor dicho con Iris. Su actitud de chico malo se había calmado un poco, pero cuando lo miré se volvió serio. Iris lo notó.

— ¿Qué sucede, Graham?— Le preguntó cautelosa.

—Nada. —Murmuró — El día me pone así, recuerda que vengo del clima cálido—cruzó los brazos sobre su pecho, haciéndose el superior. Gruñí molesta. Es decir... QUÉ FANFARRÓN.

Terminé de comer la manzana y me levanté para tirar su corazón en el bote de basura. Me sentía cansada, otro de los síntomas de "Ana y Mía". Tenía tantas ganas de irme a casa, tirarme, encerrarme en mi habitación y leer el libro que me regaló Iris por mi cumpleaños. Me apoyé sobre la pared y descansé un minuto.

El resto del día fue casi igual que siempre: todos me ignoraban, yo los ignoraba a todos. Iris me esperó en la entrada del colegio cuando ya fue el fin de la jornada. Me abrí paso por los huecos pequeños y mi despeinado pelo, que parecía haber tenido una gran pelea con el cepillo, quedó atorado en el cierre de la mochila de alguien, segunda vez en el día. Puse los ojos en blanco, resignada.

— ¡Otra vez tú!— Exclamó Graham muy molesto.

— ¿Y yo qué culpa tengo de que tu estúpida bolsa tenga el cierre falseado? Yo si fuera tú la cambio—le sugerí a regañadientes, mientras retiraba el mechón de pelo.

—No es asunto tuyo—siseó.

Me encogí de hombros y me fui a buscar a Iris. Pero sentía una fuerte mirada clavada en mi espalda, volteé y estaba él, otra vez.

Sostén Mi Mano |TERMINADA.|Where stories live. Discover now