Sonreí al recordar que le insistí a ella que era Gunger, ya que escuchaba la descendencia del rock, es decir el Rock Alternativo, Hard Rock, etc. Y sin embargo, luego de muchos "no" lo hizo, me regaló algo que siempre me gustó, y con uno de sus suéter hechos a mano. Tomé todas las prendas y me las puse rápidamente, miré mi reflejo en el espejo. "Cool" pensé y sonreí. Nunca había sido fanática del maquillaje, por lo que no me gustaba usarlo, pero como era mi cumpleaños y ya tenía diecisiete decidí hacer un cambio. Tal como mi ropa era Gunger, pensé que debería maquillarme al menos. Corrí escaleras abajo me encerré en el baño. Abrí la alacena, verde desteñida, y rebusqué el estuche de maquillaje que solía usar SOLAMENTE en ocasiones ESPECIALES. Saqué el pigmento negro, de esa forma delinear mis ojos, no tanto como un mapache, pero ya me entienden.

Miré de soslayo el reloj despertador, marcaban las ocho menos veinte A.M. Me apresuré para tomar mi peine y peinar mi revoltoso pelo. Agarré mi bolso cartero y así tomé camino hacia la escuela.

Al bajar las escaleras me fui directo a la cocina. Le robé una manzana a mi abuela de las manos y le dediqué una mueca de disculpas. Cuando llegué a la puerta de salida tomé mi tapado negro por si hacía frío.

— ¡Ah... gracias por el regalo, abuela!— Alcé la voz antes de salir por la puerta principal.

El día estaba ventoso, la lluvia llegaría en cualquier momento, así que me puse el abrigo. Envolví un mechón de pelo en mi dedo índice. Me sentía tan rara con la ropa de me había dado mi abuela. El maquillaje me hacía sentir más linda que nunca. Nunca, cuando estaba desmaquillada, me sentía linda. Y peor me sentía cada vez que me desvestía frente al espejo del baño. Y aunque se me notaban las costillas, el trapecio, la columna vertebral y los omóplatos, me seguía sintiendo tan gorda. Estaba enferma y nadie se daba cuenta de ello. Necesitaba ayuda con urgencia. Mi vida corría peligro, me estaba suicidando muy poco a poco.

La casa de Iris estaba a la vuelta de la esquina, apreté más el paso, para llegar temprano en esta ocasión. El asfalto de la calle estaba bastante desgastado, como si no lo hubiesen renovado en muchos años. El viento se puso cada vez más potente, como si Dios se estuviera secando el pelo con la secadora más gigante del Universo. "Que idea más estúpida, Sierra" me dijo una parte de mí, fruncí el ceño. Para cuando me di cuenta que ya estaba frente a la casa de Iris.

Me situé frente a la puerta, a punto de tocar tres veces, pero alguien la abrió antes de darme la oportunidad de tocar. Iris se hallaba vestida con un jumpsuit de seda azul, sin mangas, con una cinta gruesa color negra en la parte de la cintura, y se extendía por el centro de su torso, aparentemente llevaba botones interiores. Y unas botas con cordones, negras, parecidas a las mías. Su pelo rojo violáceo atado en un rodete, a un costado de su oreja. No aparentaba estar maquillada. Su mochila de cuero sintético y tachas estaba colgada sobre sus hombros. Y tenía la bolsa de mi librería favorita entre sus manos, tenía un moño de regalo.

— ¡FELIZ CUMPLEAÑOS!— Saltó sobre mí, casi caigo al suelo, pero me frené con la baranda de la entrada. Solté una risa de felicidad. "No creo que esto dure todo el día" me avisó mi cerebro, refiriéndose a la felicidad.

De repente sentí unos pasos detrás de mí. Iris se alejó despreocupada de mí y jaló bruscamente al chico para presentármelo.

Era igual al chico de mi sueño. Una corriente eléctrica me recorrió la columna, me ruboricé. "Esto no puede ser verdad" dije para mis adentros. Me metí tanto en mis pensamientos que ni cuenta me di que Iris me dijo el nombre del chico.

— ¿Perdón?Balbucee con la sangre aún en mis mejillas. Mi cabeza daba vueltas, así que, disimuladamente, me agarré de la baranda para mantener el equilibrio.

Sostén Mi Mano |TERMINADA.|Where stories live. Discover now