–¿Piensas adoptar un gato?– preguntó la más baja expectante a su respuesta.

–Estaría bien.

–Entonces no te podré visitar.

–Mejor aún– dijo Brown molestandola.

–Ah, perfecto– respondió la mayor con indignación.

–Es broma– habló entre risas tomándola del brazo y dejando un beso en su mejilla como disculpa.

A la pelirroja le agradaba hacer eso con ella, su piel era suave y podía sentir más de cerca su olor cada vez que lo hacia.

–Tonta– dijo sin verla a los ojos, aceptando el contacto de la mano en su brazo que ahora estaba en su mano entrelazandose.

–¿Entonces me visitaras?

–Depende. No quiero morir de una alergia– habló la más baja con una pequeña sonrisa.

–Intentaré mantenerte viva– recitó esbozando una sonrisa.

Las dos chicas se sentían bien de estar así, estaban en silencio pero no era uno incómodo, al contrario, las dos querían permanecer ahí. No sabían exactamente que estaba pasando pero era algo íntimo, las dos con sus manos entrelazadas y a pocos centímetros de distancia, con esa tranquilidad y ese impulso de hacer algo más que crecia en las dos.

–¿Ya decidieron?– preguntó el propietario haciendo que las dos chicas se soltaran y alejaran un poco.

–Si si– habló Alice. –Lo arrendare.

–Bien, solo necesitaría las referencias, puebras de ingresos y finalmente que firmes el contrato de arrendamiento– contestó amablemente.

–Le haré llegar eso lo antes posible.

–Perfecto, así será más rápido– habló el hombre con una sonrisa. –Es una buena opción para una pareja.

–Solo me mudare yo– formuló la pelirroja ante el comentario.

–Oh, entiendo, aún no dan ese paso.

–No somos pareja– dijo de inmediato al escuchar lo último, mientras que la castaña solo reía por lo bajo ante la confusión.

Luego de hablar un par de cosas más, salieron del edificio y subieron al auto tomando camino a la casa de Emily para dejarla.

(...)

–Gracias por acompañarme– habló la menor mientras frenaba el auto frente a su casa.

–No fue tan difícil, al parecer ya me voy acostumbrando a estar tanto tiempo contigo– contestó riendo.

–Igual estoy aprendiendo a soportarte– recitó la pelirroja de la misma forma.

–Ujum.

–Nos vemos el lunes en el trabajo– habló ya despidiéndose, mientras la castaña parecía pensar en algo.

–¿No quieres pasar?– preguntó la más baja señalando por el lado de su ventana.

–Claro– La menor se sorprendió al escuchar eso y no se iba a negar, tenía mucha curiosidad de saber cómo su compañera vivía.

Estacionó el auto y bajó junto a la castaña. Al entrar al hogar pudo notar que tenía pocas cosas, pero las que tenía en verdad la representaban, no era tan grande, aunque tampoco tan pequeño, desde la sala de estar podía visualizar unas escaleras donde imaginaba estaban las habitaciones, la cocina a un lado de la sala y junto a ella el comedor, nada de eso tenía divisiones, solo era un espacio bastante amplio, muy bien ordenado y con un poco de luz natural junto a algunas plantas que tenía, eso era lindo.

–Es muy tú– habló la pelirroja con una sonrisa.

–Y eso que no haz visto mi habitación– contestó sin pensarlo mucho.

–¿Es una invitación?– formuló con interés.

–Obvio no, solo digo que hay cosas que me identifican más.

–Ahora tengo curiosidad– dijo la más alta ubicándose a un lado de ella.

–Luego te burlaras de mi, así que mejor no– suspiro.

–¿Tan malo es?

–Solo no creo que sean tus mismos gustos.

–Eso no es malo, al contrario– habló tratando de convencerla.

–Bien, ven conmigo– aseguró luego de pensarlo por unos segundos.

Subieron las escaleras y Alice pudo confirmar que si eran habitaciónes o al menos eso creyó al ver las tres puertas. Su compañera abrió una de esas puertas y pudo ver que esta tenía más decoraciones y como dijo tenía algunas cosas que la identificaban, como libros, marcos en las paredes con alguna foto o dibujo, un violín colgado y algunos vinilos de diferentes artistas, pero hubo algo que le llamó mucho la atención, en una pared habia tres portabalones, cada uno con un balón de fútbol, un cojín en su cama en forma de balón y una lámpara con la misma forma. Ahí lo entendió, le avergonzaba que supiera que le gustaba el fútbol.

–¿Lo juegas?– preguntó señalando los balones.

–Si, juego en un equipo de un club deportivo– contestó sorprendiendo a la pelirroja. –Es algo informal, hacemos partidos amistosos nada más.

–Sinceramente no me lo esperaba. Nunca te escuché hablar de fútbol.

–No a todos les gusta así que no suelo hablar de eso tan rápido– formuló la castaña viendo hacia abajo. Al parecer, le apenaba un poco su gusto por ese deporte.

–Es lindo– aseguró.

–¿A ti no te gusta, verdad?– dijo ahora con una sonrisa e interés por saber la opinión de su visita.

–Pues... No es que no me guste, solo que no le entiendo mucho– habló con una pequeña risa haciendo reír a la chica que tenía a la par.

–No es tan difícil.

–Lo dices porque tu sabes jugar.

–En verdad no es tan difícil– recitó la castaña riendo levemente.

–Te quiero ver.

–¿Ah?

–Te quiero ver jugar– contestó segura. –Dices que tienes partidos amistosos, quiero verte.

–Es que...

–¿Es que?

Parker jugaba al menos una vez cada dos semanas, cuando tenía tiempo hasta más, sin embargo en todos sus años jugando, nunca nadie la había visto jugar un partido, excepto su madre, su hermana y sus mejores amigos, Sophie y Liam.

No jugaba mal, de hecho era muy buena pero le avergonzaba el hecho de que alguien la viera jugar, más si era ella quien la veía.

–No suelo hacer eso– habló intentando ser amable, sabía que era algo que podría molestar a una persona.

–Por favor, solo una vez– dijo en tono de suplica.

–Es que me avergüenza un poco que me vean jugar– contestó la más baja agachando la cabeza.

–No haré, ni diré nada si quieres– formuló tomando su mano. Le enternecía verla de esa manera.

–Esta bien, solo no le digas a nadie, cuando digo nadie me refiero a tu grupo– respondió mientras jugaba con los dedos de su mano. –El miércoles en la tarde, ya te digo después a que hora.

Los miércoles solían salir más temprano del trabajo, al igual que los jueves.

–!Te veré jugar!– habló la pelirroja emocionada dejando otra vez un beso en la mejilla de la más baja.

Sonrió.

–Te estás acostumbrando a hacer eso.

–¿Te molesta?

–Para nada.

Su tarde siguió normal, hablaron por más tiempo sobre cosas que simplemente les interesaba a las dos, algunas muy tontas, de igual manera divertidas. Pidieron comida a domicilio y siguieron juntas un rato más hasta que ya era algo tarde y Brown decidió marcharse.

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