Luchar

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Recupere el equilibrio y corrí para alcanzarlo mientras atravesamos las hileras de mesas iluminadas por la pálida luz de la luna. 

A pesar de su velocidad, sabía que podía alcanzarlo. Estábamos casi al mismo nivel, a medio camino del gran comedor, asi que extendí mis brazos para derribarlo. Sentí como mis dedos rozaron apenas su hombro cuando una violenta sacudida me arrojó al aire, enviándome a dar una vuelta antes de estrellarme contra una mesa metálica. El impacto fue doloroso, y mi costilla sintió el brutal golpe con agudeza.

Mientras trataba de entender que había ocurrido, sentí los efectos del estruendo ensordecedor de la detonación retumbando en mis oídos, dejándome aturdida por unos instantes. El polvo y los escombros nublaron mi visión, mientras luchaba por recobrar el aliento y la compostura. Sintiendo cada inhalación como una puñalada en mi costado, y aún con ello, me obligué a levantarme, ignorando el dolor que rugía en mi abdomen.

Con paso tambaleante, me aproximé al enorme agujero que se había hecho en la pared, testigo mudo de la explosión que había sacudido el lugar. Y mis ojos buscaron a Lucas entre los escombros y el caos, pero no había rastro de él. 

Había escapado, dejándome atrás en medio del desastre que se desataba en el comedor.

Las mesas y sillas se encontraban volteadas por todos lados. Y al mirar hacia el exterior, pude distinguir la silueta de varios helicópteros acercándose al edificio, mientras un tanque militar apuntaba en la dirección del hoyo que se había formado en la pared.

Vi una hilera de guardias con equipos especiales y escudos entrando por las escaleras de abajo, por lo que no tardarían mucho en llegar hasta los pisos superiores. 

La situación era crítica, y la sensación de urgencia me impulsó a dirigirme a la salida. 

"Olivia" pensé, dándome fuerza para ignorar el dolor en mi costilla hasta la puerta que daba al pasillo, con los cientos de personas corriendo escaleras abajo en completo descontrol. 

 —¡Abajo no!— grité desesperada por evitar que descendieran y se encontrarán cara a cara con la armada que los estaría esperando en una completa masacre. Pero antes de que pudiera evitar decir algo más con las personas que descendían apresuradas empujándome a su paso, otra fuerte detonación hizo sacudir el edificio y me lanzó contra la pared derecha, ganándome un fuerte dolor en el hombro. 

 Había venido de arriba, seguramente otro misil dirigido a las habitaciones. Por lo que subí deprisa tratando de esquivar el mar de personas que golpeaban a su paso desesperadas. Y cuando llegué al piso superior donde dormíamos, pude ver el gran hoyo en la pared, dejando entrar la luz de los helicópteros que ya se encontraban más cerca del edificio. 

Mientras recorría desesperada el montón de camas esparcidas por el suelo, mi corazón parecía detenerse ante cada figura inerte que encontraba. Pero fue al llegar a la cama de Olivia cuando el tiempo pareció congelarse por completo. Un nudo se formó en mi garganta mientras me apresuraba hacia ella, rogando en silencio que no fuera ella quien yacía allí.

—Por favor, por favor, no te mueras —murmuré con un nudo en la garganta, dejando escapar un susurro cargado de desesperación.

Mis manos temblaban mientras giraba el cuerpo inerte que descansaba sobre la cama. El nerviosismo me consumía, y el miedo se apoderaba de mi ser con una intensidad que nunca había experimentado. Cerré los ojos con fuerza, incapaz de soportar la idea de perderla, pero cuando finalmente me atreví a mirar, un suspiro de alivio escapó de mis labios. No era ella.

Un puto sentimiento de alivio me hizo respirar de nuevo, mientras giraba mi vista a todos lados para encontrarla. Con el corazón aún latiendo con fuerza en mi pecho, grité su nombre una y otra vez, con mi voz resonando en el vacío de lo que quedaba de la recámara, pero no obtuve respuesta. Y el sonido distante de las detonaciones de armas me recordaron la urgencia de encontrarla antes de que fuera demasiado tarde. 

ARABELLA II: Puños de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora